El artista considerado el pilar de la llamada generación de la Ruptura murió ayer a los 86 años en un hospital al sur de la Ciudad de México, se espera hoy un homenaje en Bellas Artes
CIUDAD DE MÉXICO.
El niño terrible, el Gato Macho. Dibujante, pintor y escultor autodidacta. Documentalista de su propia vida. Obsesivo de las autobiografías. Disidente de la Escuela Mexicana de Pintura. Ilustrador de Franz Kafka. Amigo de Jorge Luis Borges. Representante del neofigurativismo. Artista envuelto en la ficción. La ilusión de sí mismo. La creada por sus propias fantasías.
Ese fue José Luis Cuevas. Artista mexicano que falleció la tarde de ayer a los 86 años de edad. Una muerte confirmada por la Secretaría de Cultura federal ante el silencio habitual de su esposa Beatriz del Carmen Bazán, quien desde 2013, cuando el pintor fue hospitalizado por problemas de nutrición y una pulmonía, lo mantuvo aislado de sus hijas, amigos y seguidores.
Fuentes cercanas a la familia informaron a Excélsior que los restos del abanderado de la generación de la Ruptura serán cremados y, hasta el cierre de la edición, se mantenían pláticas con las autoridades culturales para un posible homenaje en el Palacio de Bellas Artes. “Mi profundo pesar por el deceso de José Luis Cuevas, uno de nuestros máximos creadores plásticos del siglo XX. Mi pésame a sus deudos”, escribió en su cuenta de Twitter María Cristina García Cepeda, secretaria de Cultura.
Relatar la vida y obra del pintor, nacido el 26 de febrero de 1931 –no 1934 como arguyó tantas veces por vanidad– es oscilar entre la ficción y la realidad. Esa ilusión de una figura pública que él mismo se construyó. Tan sencillo como cambiar su fecha de nacimiento en el anhelo de la eterna juventud que deseó frente a una salud endeble desde niño. A los diez fue diagnosticado con fiebre reumática, que años después le impidió seguir una educación formal en la Escuela Nacional de Pintura, Escultura y Grabado La Esmeralda.
A los 17 años presentó su primera exposición no con mucha suerte. Era una serie de dibujos en papel montados en los muros del Seminario Axiológico, pero no permanecieron más allá de la tarde de inauguración. Los asistentes desprendieron las hojas para pisarlas en el piso mojado de esa tarde lluviosa, según relata su propia cronología hecha para la página web del museo fundado por él en 1992. Recinto que celebraría el próximo sábado 25 años.
La irreverencia del dibujante quedó reflejada en La cortina del nopal. Un artículo de 1958 que hizo de manifiesto de una generación inquieta por romper con “los padres”. Estos entendidos como los muralistas: Diego Rivera, David Alfaro Siquerios y José Clemente Orozco. Cuevas, quien para estas fechas ilustraba las entrevistas de Anita Brenner en The News, se abandera entonces como el principal detractor.
En la memoria queda su mural efímero en la Zona Rosa, nombre que él dio a este barrio bohemio de la ciudad. Era la tarde del 8 de junio de 1967, en la esquina de Génova y Londres, a donde llegó acompañado de su madre María Regla Novelo. Se abrió pasó entre más de dos mil personas –según crónicas publicadas en Excélsior– y escribió sobre un espectacular su apellido. Un acto egocéntrico; una burla al muralismo. Cuevas declaró: “Me resultó tan fácil hacer este mural que estoy pensando dedicarme solamente al muralismo y dejar el dibujo”.
Tan fácil fue representarse a sí mismo en un espectacular como tomarse una fotografía diaria para documentar su envejecimiento. Ejercicio que realizó durante años en complicidad con su primera esposa Bertha Riestra, en su estudio de San Ángel. Una casa saturada de espejos, según contó la historiadora de arte Lelia Driben, quien lo describió como un “showman”.
Con una fama ya sobre hombros, Cuevas ocupó escenarios internacionales a partir de la década de los 60. En exposiciones colectivas o individuales, él tomaba un rol protagónico. En 1965 participó en la exposición The Emergent Decade, en el Museo Solomon R. Guggenheim de New York, como representante del arte latinoamericano. En 1979 regresó a México con la individual José Luis Cuevas. El regreso de otro hijo pródigo en el Museo de Arte Moderno. En 1982, 14 galerías de la Ciudad de México, Barcelona, París, Lima, Coral Gables, New York, San Diego, La Jolla y Washington, D. C., exponen de manera simultánea Marzo. Mes de José Luis Cuevas. Y en 1998 es motivo de una retrospectiva en el Museo Reina Sofía en Madrid.
Fueron, recuerda la escritora Elena Poniatowska, sus mejores años. Estaba en la cumbre de una trayectoria plástica que se identificó por los retratos de prostitutas, cadáveres, internos de siquiatricos o los propios, al tiempo que también había un regisro de paisajes oníricos y abstractos; y las ilustraciones de Franz Kafka, Sade o Quevedo.
En la lista de reconocimientos destaca el Premio Nacional de Ciencias y Artes en Bellas Artes en 1981, la Orden de Caballero de las Artes y las Letras otorgada por el gobierno de Francia en 1991, y un año después la construcción de su propio museo en el Centro Histórico.
Su muerte queda esombrecida en el misterio de cómo vivió los últimos años. Alejado de sus hijas Mariana, Ximena y María José, quienes en 2013 denunciaron que Beatriz del Carmen Bazán les impedía verlo. Interpusieron una demanda ante un juez de lo familiar para establecer visitas, pero el mismo Cuevas las rechazó públicamente en una conferencia de prensa.
El artista plástico Arnaldo Coen destacó a Cuevas como uno de los artistas más importantes de México, cuya repercusión cruzó las fronteras de México. “Por fortuna, su obra fue reconocida en vida, la cual muestra una gran sensibilidad, creatividad e imaginación. Siempre fui un gran admirador de él. Ahora recuerdo cuando hizo las famosas gráficas La metamorfosis de Kafka. ¡Yo creo que son una obra maestra!”, añadió.
También recordó su amistad entrañable con el artista, a quien definió como “un muy buen amigo que siempre fue afectuoso y me impulsó en mi carrera cuando empecé como artista; él nunca perdió su gran sentido del humor y a menudo nos divertíamos inventando cualquier cosa para morir de risa”.
E instó al público para que visite el Museo José Luis Cuevas, ubicado en Academia 13, Centro Histórico, donde se resguardó y ha expuesto su obra y
la de sus amigos artistas.
“Y además, si uno quisiera aprender a dibujar y conocer lo intangible de una obra de arte, habría que conocer la obra de Cuevas, porque ahí está toda su sensibilidad e imaginación”.
El historiador del arte Renato González Mello, dijo que José Luis Cuevas fue un protagonista en la construcción de nuevos espacios de debate para la cultura en México.
“Fue uno de los artistas que construyeron los espacios de debate intelectual que hoy tenemos, creados desde la crítica y la disidencia, aunado a que puede ser leído como una figura central del arte mexicano, particularmente del dibujo y la gráfica, cuyo trabajo siempre me provocó mucha admiración”.
Y destacó, de su vasta obra, la serie Mercado Carne En Hamburgo y aseguró que en el futuro los investigadores podrían hurgar y revisar los diálogos que sostuvo con distintos novelistas. “Alguien tendría que revisar las ilustraciones que hizo para las portadas de libros, como los de Carlos Fuentes, así como de las gráficas La metamorfosis de Kafka, que se encuentran entre su producción más significativa”, concluyó.