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Hoy es domingo, 24 de noviembre de 2024

Tributo al Teatro; Después del ensayo

Por primera vez se montará en México la obra Después del ensayo, creada por el cineasta y director de escena sueco para rendirle un homenaje a la actuación

Tributo al Teatro; Después del ensayo

CIUDAD DE MÉXICO.

Cuando Ingmar Bergman (1918-2007) escribió Después del ensayo, seguramente reflexionó sobre la vida, la pasión y el deseo que corren por las venas y los pasillos del teatro. Y, al mismo tiempo, hurgó en las pasiones que desbordan al ser humano en el escenario cotidiano de su vida, cuando cada alma se desnuda y pelea por lo que quieren.

Así que en Después del ensayo, Bergman construyó una pieza para hablar sobre lo que él pensaba en torno a la dirección de escena, a partir de una reflexión descarnada sobre la cocina del teatro, la pasión de actores, los directores, la necesidad del otro y el trabajo en equipo, para llegar a una de las mayores incógnitas de la escena: ¿podemos seguir creando?

Así lo explicó Mario Espinosa, en entrevista con Excélsior, el director escénico que hoy estrenará la versión teatral de este argumento, a las 20 horas en la Sala Xavier Villaurrutia del Centro Cultural de Bosque, con la actuación de Julieta Egurrola, Juan Carlos Colombo y Sofía Espinosa,

La obra inicia cuando el director de escena, Henrik Vogler, monta por quinta ocasión El sueño, de August Strindberg. Pero tras el ensayo, permanece en el teatro vacío para preparar el trabajo del siguiente día. Sin embargo, en ese momento recibe dos visitas inesperadas: la de Anna, una joven y ambiciosa actriz; y la de Raquel, una gran actriz ya retirada.

¿Cuál fue el primer motivo para montar esta historia?, se le cuestionó a Mario Espinosa. “Mi primer interés fue la revisión apasionada y crítica del trabajo dentro del teatro. Porque ésta es una obra que ama al teatro y a todos los elementos que están en su interior, en especial el trabajo de director y el de los actores”, explicó Mario Espinosa.

¿Cuál es la atmósfera de esta versión? “El misterio. Porque la trama se desarrolla en un teatro que tiene su propio fantasma. Bergman amaba los fantasmas y eso lo obtuvo de William Shakespeare, quien lo usó a lo largo de su literatura; el más célebre, sin duda, es el padre de Hamlet, pero hay muchos más”.

¿Es un fantasma shakespeariano? “Digamos que cada teatro tiene su propio fantasma porque, en cada escenario y pasillo, quedan las huellas de todos los que pasamos por ahí, desde quienes hacemos teatro hasta los espectadores. No olvide que un edificio teatral es un espacio con historia, con emociones, huellas y residuos que uno puede respirar cuando entra, aunque no sepa exactamente de qué son. De lo contrario, un teatro sólo sería un montón de ladrillos muertos”.

¿Qué hay de los personajes? “Digamos que llega un punto en que uno no sabe si los fantasmas están más vivos que los muertos o los vivos estamos más muertos que los fantasmas. Y eso es lo atractivo de la pieza. Porque desde un lado hay una reflexión sobre la pasión por el teatro, pero también: las dificultades que enfrentamos las distintas generaciones que hacemos teatro”.

¿Qué le atrajo de este argumento? “Me atrajo la intensidad que Bergman plasmó a sus personajes, con sus conflictos y desarrollos. Me atrajo que fuera una reflexión por el teatro y que esa reflexión sobre el teatro nos llevara a pensar en nuestras vidas… más allá del teatro. Además, me apasiona que aquí se vea la cocina del teatro”.

¿Qué reflexiones traza Bergman en esta obra? “Es una reflexión sobre el teatro y el deseo, en torno a la preparación de los ensayos y el trabajo del siguiente día, todas las dudas y preocupaciones del director, sus estrategias. En este caso hay dos personajes que llevan toda una vida en las tablas y que se preguntan cómo encarar tantas experiencias y tanta vida de procesos creativos hacia el futuro… cuando llega el fin de una carrera y el principio de otra, con la vitalidad de una actriz joven que tiene todo por descubrir y vencer toda suerte de obstáculos para hacer una carrera en las tablas”.

VAMPIRISMO A ESCENA

 

El director de escena recordó que normalmente Bergman trabajaba diez meses en el teatro y luego dedicaba dos meses a una película. “Y así alternaba esa relación amorosa y apasionada entre ambas disciplinas. Él fue un adicto al trabajo, donde tuvo sus amores y sus hijos, e hizo su gran carrera entre los años 60 y principios de los 80.

Explicó que montar esta obra no es un mero capricho, sino una coincidencia para reflexionar en un momento de la historia que así lo necesita. “Quizá se está reviviendo a Bergman porque ha llegado el tiempo de reflexionar sobre todo eso y no sólo en México, porque cuando solicitamos los derechos nos enteramos que se ha puesto en distintos lugares de Estados Unidos y España en años recientes.

Y añadió: “Aquí lo interesante será ver cuántas interpretaciones y formas de ver tendrá una misma pieza, pues cada lugar es un mundo diferente”.

¿En su versión persiste el enfrentamiento entre la juventud y la vejez?, se le inquirió a Mario Espinosa. “Hay un término en escena que a Bergman le gustaba: el vampirismo. Porque nosotros siempre necesitamos de los otros, pero esa relación no siempre es tan suave y cómoda. Porque cuando necesitamos del otro… bebemos de su sangre, su vitalidad, su fuerza, su inspiración, su juventud o su experiencia”.

¿Qué tan autobiográfico es el argumento? “Sí lo es. Porque Bergman quería hacer una especie de legado, a sus 66 años, cuando se retira del cine y se plantea este proyecto sobre lo que para él significó el teatro, el trabajo de los actores y directores. Pero en algún momento ese argumento casi didáctico se le reveló y se rebeló. Fue entonces cuando Bergman cambió la estructura de lo que había imaginado y lo convirtió en una pieza de ficción memorable”.

¿Quién hizo la traducción del argumento? “El traductor fue Humberto Pérez Mortera, lo hizo del sueco y seguramente tendrá pequeñas modificaciones porque en los procesos de ensayo los actores tienen que hacer suyas las palabras”.

El argumento para Después del ensayo fue escrito por Bergman en 1984, el cual rodó ese mismo año para la televisión sueca y, casi de inmediato llegó al Salón Rojo de la Cineteca Nacional de la Ciudad de México. Sin embargo, ésta será la primera vez que se monte la versión teatral de dicho argumento, considerado el testamento dramatúrgico y cinematográfico de Ingmar Bergman.