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Hoy es domingo, 24 de noviembre de 2024

Gabriela Pulido; La leyenda de la ciudad perversa

La historiadora charló con Excélsior acerca de su libro El mapa ‘rojo’ del pecado. Miedo y vida nocturna en la Ciudad de México, 1940-1950

Gabriela Pulido; La leyenda de la ciudad perversa

CIUDAD DE MÉXICO.

Para entender la Ciudad de México, también se necesita hurgar en la historia de su vida nocturna, en sus bares, salones de baile, cabarets, antros y giros negros, esa vida que a mediados del siglo XX alcanzó su época de oro y el estigma como la capital del vicio, refugio de la inmoralidad que sostiene la leyenda oscura de urbe perversa y sicalíptica.

Aquel momento convocó a cineastas, periodistas y escritores como Carlos Monsiváis y José Emilio Pacheco, quienes descubrieron estos rincones de la noche en colonias como la Guerrero, Peralvillo, Nonoalco, Doctores y Obrera, que formarían la cultura mexicana y que alimentarían la nota roja y el cine de ficheras, como lo relata la historiadora Gabriela Pulido en su investigación ​​El mapa ‘rojo’ del pecado. Miedo y vida nocturna en la Ciudad de México, 1940-1950.

Mi idea original fue hacer un mapa: dónde se encontraban estos sitios, y así distinguir cómo se distribuye la ciudad en el día y en la noche. Sin embargo, las fuentes periodísticas me fueron llevando por otros temas interesantes, como los teatros y salones de baile, el pachuquismo, al tongolelismo, que dibujan la vida nocturna de muchas maneras”, comenta la historiadora en entrevista con Excélsior.

Y añade: “Desde hace tiempo tenía interés de hacer un trabajo sobre la vida nocturna en la urbe, es un tema que a muchos les gusta y existen grandes testimonios, pero pocas veces ha sido abordado por historiadores”.

Un ejemplo destacado es Monsiváis, quien denominó esos años como “la época de oro de la vida nocturna”, explica. Pero también está Emma Yanes —de la Dirección de Estudios Históricos del INAH—, que ha estudiado la vida, la cultura popular y la vida nocturna en algunas colonias del Centro, donde hace una reconstrucción de la vida cotidiana de los años 40.

Asimismo está el estudio de Carlos Medina Caracheo, historiador de la UNAM, que hizo un trabajo sobre el cabaret Waikikí, que permaneció abierto de 1935 a 1954.

En uno de los apartados de su libro, Pulido se refiere a los teatros y salones de baile. Explica que desde los años 20, muchos de sus espectáculos ya eran calificados como sicalípticos, “que hacía referencia a algo indecente”.

Y aunque para los años 50 muchos de los grandes teatros desaparecieron con sus propuestas escénicas de las dos décadas anteriores, llegó un espectáculo novedoso que inició con la presencia de las rumberas y las bailarinas exóticas, explica.

Cabe destacar que, durante los 20 y 30, el espectáculo nocturno ofreció novedades para todo tipo de gente.

Eso lo menciona Emma Yanes: “La vida nocturna era una vida muy democrática”. Fue entonces cuando surgió el Salón México (abierto en 1920); ahí se introdujo el danzón”. Lo importante es que al salón iba todo tipo de personas. “No sólo obreros, oficinistas, sino intelectuales y gente adinerada; todo mundo iba al Salón México, pues querían ver qué pasaba ahí. Pero ese sólo fue un ejemplo, pero también estaban el Tívoli, el Waikikí y muchos centros nocturnos más”.

LA DOBLE MORAL

 

El boom de los espacios nocturnos llegó en los años 40 y coincidió con un cambio en la situación administrativa del uso de suelo en la ciudad, apunta Pulido, “con lo que se hizo más sencilla la manera en que los empresarios abrieran nuevos salones de baile y proliferaron estos espacios en barrios marginales hacia finales de los años 50”.

En ese momento la prensa y su nota roja acentuó una propaganda del miedo en contra de estos espacios, reconoce, calificándolos como lugares de vicio y refugios de la inmoralidad; su intención era que cerraran para hacer efectiva la política de higiene social que aplicaban los gobiernos del DF hasta la administración de Ernesto P. Uruchurtu (1952-1966), el llamado “regente de hierro”.

“Al final esa propaganda no funcionó, pues la censura siempre juega a favor de lo que está censurando”, afirma la investigadora.

¿Qué tanto ha cambiado la vida nocturna en el último siglo? “La oferta ahora es muy distinta, muy variada. Hoy puedes encontrar espacios para escuchar jazz y bailar salsa. Hoy existe una intención por recuperar la vida nocturna, pero con distintos matices, pues sabemos que a través de la vida nocturna también podemos recuperar la ciudad”.

¿Aunque se mantenga la percepción de peligro? “Es interesante cómo seguimos asociando la noche con experiencias trágicas. Considero que vivir la noche no significa que tu experiencia terminará en tragedia. Lo cierto es que a los personajes relacionados con la vida nocturna… siempre se les identifica como responsables de una conducta indecente”.

“Esto sucede porque vivimos en los márgenes de una doble moral. Sin embargo, la vida nocturna nos muestra las contradicciones de esa ciudad que se pretende moderna, esa urbe que nos define según el barrio donde vivimos o el barrio donde vamos a divertirnos”, afirma Pulido.