El historiador es crítico ante la falta de investigación en el INAH y el desarrollo de programas que privilegian el turismo en zonas arqueológicas
MÉXICO.
A unos días de cumplir 80 años, el historiador Enrique Florescano Mayet (Veracruz, 1937) habló con Excélsior sobre algunos vicios y retos de la arqueología, la historia y la educación en México, tres de las pasiones que han alimentado su trabajo durante casi medio siglo. En principio, lamentó la incapacidad del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) para privilegiar la investigación científica en las zonas arqueológicas de México, dado que no cuenta con un plan nacional de investigación arqueológica, con lo cual dicha institución se ha convertido en un instituto de turismo que se ha concentrado en la mera exhibición de piezas y espacios arqueológicos, sin olvidar que sus autoridades, encabezadas por Diego Prieto Hernández, han olvidado renovar la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH).
Mientras que en el terreno de la historia, Florescano lamentó la distancia que persiste entre el conocimiento y la gente de a pie, y aceptó que “los historiadores son quienes han contribuido a ese distanciamiento, porque cada uno se ha especializado al punto en que hablan su propio idioma dentro de un círculo cerrado y no se abren a la sociedad”. Y advirtió que, en este momento, el problema más grave es por qué las ciencias en general se han distanciado del mundo común y no han conseguido aprovechar las nuevas tecnologías para comunicarse.
Enrique Florescano cumplirá 80 años el próximo 8 de julio y recibirá un homenaje, en el auditorio Jaime Torres Bodet del Museo Nacional de Antropología, durante la segunda semana de julio, por parte del Fondo de Cultura Económica (FCE), la Secretaría de Cultura federal y la Universidad Veracruzana (UV), y se publicará un libro homenaje con artículos de historiadores como Pablo Escalante y Erik Velázquez.
Florescano es un historiador que encontró cobijo en temas como el maíz, los mitos prehispánicos y la figura de Quetzalcóatl. Es autor de libros como Cómo se hace un dios, Ensayos fundamentales y Quetzalcóatl y los mitos fundamentales de Mesoamérica. Ha sido distinguido con los premios Fray Bernardino de Sahagún (1970), el Nacional de Ciencias y Artes en el área de historia, ciencias sociales y filosofía (1996); el Antonio García Cubas (2015), por la colección de la Historia Ilustrada de México; y trabaja en la Dirección General de Publicaciones de la Secretaría de Cultura como director general adjunto de Proyectos Históricos.
Cuestionado sobre el trabajo que realiza el INAH con los espectáculos de luz y sonido en zonas arqueológicas como Teotihuacán, Florescano reconoció que el INAH “no tienen un plan nacional de investigación arqueológica, lo cual es lamentabilísimo; así que mientras Tikal cuenta con una asociación que trabaja en conjunto con una universidad norteamericana y ha trabajado un plan durante 15 años, eso no sucede en todo el país”.
Por ejemplo, en el caso de Chichén Itzá es un desastre colosal, dijo, “porque tiene un mercado enclavado en el centro de la zona arqueológica, el cual ha sido permitido (por las autoridades) porque los supuestos defensores del patrimonio, llamados sindicatos, están vinculados con propietarios de tiendas y puestos, es decir, son primos, hermanos, tías o esposas de los dueños. ¡Es un negociazo fantástico! Vaya usted y va a salir espantado”.
¿Qué hay de la investigación en las zonas arqueológicas?, se le inquirió. “Mire, en la provincia no hay más que arqueólogos, etnólogos y antropólogos mediocres; los buenos fueron expulsados por los radicales que hablan de una arqueología desde las élites y las clases vencidas. Sin embargo, existe una separación terrible de la investigación y eso ha afectado que la arqueología mexicana se concentre en la pura exhibición de las zonas arqueológicas”.
¿Qué hay del trabajo de la ENAH? “La Escuela Nacional de Antropología es cero; lo bueno que está saliendo proviene de la UNAM... y es poco. Pero más allá de eso sólo hay un pequeño grupo de cinco o seis investigadores encabezado por Alfredo López Austin y su hijo Leonardo López Luján”.
¿Qué otros problemas encuentra dentro del INAH? “Uno es que el INAH quiere trabajar disociado de quien tiene la ley (el gobierno local), a pesar de que es el único que puede correr, fraccionar, castigar a los infractores, lo cual muchas veces ocasiona que los visitantes a las zonas arqueológicas deban pagar dos boletos, uno que cobra el INAH y otro del gobierno local”.
Y añadió: “Es cierto que llegas a Palenque y es una maravilla, con su pastito cortado. Así tenemos zonas arqueológicas muy bien cuidadas, turísticamente. Pero el INAH es una fantasmagoría por su nombre. Es un instituto de turismo que no hace investigación arqueológica, ya que la mayoría de sus trabajos son rescates”.
¿Qué le ha parecido la gestión de Diego Prieto al frente del INAH?, se le inquirió. “Él es una buena persona, pero es incapaz de enfrentarse al sindicato o de renovar la ENAH... la realidad es que el INAH hoy se concibe solamente como una institución turística”.
CRiTICA DISTANCIA
Sobre el tema de la historia, Florescano aseguró que, aunque ésta hoy es más democrática y abierta, lamenta la distancia que existe entre este conocimiento y la gente de a pie. “He hecho esa crítica al mundo académico varias veces y se han molestado. Pero esa tendencia es mundial y no sólo de México”.
¿Cuándo inició esta tendencia? “Hace 50 años, cuando las universidades estadunidenses quitaron el griego y el latín de las humanidades, luego éstas cayeron al último lugar y hasta la literatura perdió su lugar en el mundo”.
Aunado a este panorama, Florescano aseguró que en nuestro país aún no se utiliza la tecnología en la enseñanza de la historia o de cualquier otra ciencia, “así que estamos atorados políticamente para transformar este país porque hay una estructura antigua, envejecida, vetusta que además es corrupta”, aunado a que no se hace atractiva la enseñanza el conocimiento histórico ni se despierta la inventiva ni la curiosidad de los ciudadanos.
¿Por qué es vital mantener el estudio de la historia? “Porque la historia es el fundamento de lo que aún somos, ella nos explica cómo partimos de cero para evolucionar a una civilización agraria, industrial, a una era posmoderna y a una sociedad de los medios de la comunicación mucho más rica e intensa; la historia nos enseña la diversidad del mundo social, del entorno humano y nos permite comprender una parte de ese amplísimo mundo. Yo creo en lo que decía un gran maestro, que la historia es sobre todo comprensión, comprensión del otro que es distinto a nosotros”, concluyó.