Los estadunidenses Rainer Weiss, Kip S. Thorne y Barry C. Barish son galardonados por sus aportaciones en la detección directa de ondas gravitacionales, en las que se basa la nueva astronomía
OVIEDO.
La colaboración científica de una veintena de países en el Laboratorio LIGO y tres de los físicos que la impulsaron, Rainer Weiss, Kip S. Thorne y Barry C. Barish, fueron galardonados hoy con el Premio Princesa de Asturias de Investigación Científica y Técnica.
Se concede ese galardón por sus aportaciones en la detección directa de ondas gravitacionales, en las que se basa la nueva astronomía.
El Laboratorio de Ondas Gravitacionales con Interferómetro Láser (LIGO, por sus siglas en inglés) cuenta con la colaboración de un millar de científicos de docenas de instituciones y universidades de una veintena de países que trabajan en la detección de ondas gravitacionales que puedan ser empleadas en la exploración de las leyes fundamentales de la gravedad.
El físico estadunidense Rainer Weiss (Berlín, 1932) fue el inventor de la técnica interferométrica láser en la que se basa el LIGO, que cofundó en los años ochenta junto a sus compatriotas Ronald Drever (fallecido el pasado mes de marzo) y Kip Thorne, conocido por defender la teoría de los 'agujeros de gusano' para viajar en el tiempo.
El también físico estadunidense Barry Barish dirigió este observatorio entre 1997 y 2006 y fue quien propuso en 1997 la puesta en marcha de la Colaboración Científica LIGO (LSC) que cuenta con un laboratorio en Hanford (Washington) y otro en Livingston (Luisiana), así como con instalaciones en Hanover (Alemania) desde los que se buscan ondas gravitacionales de origen astrofísico y se desarrollan detectores de estas ondas a gran escala.
La Colaboración Científica LIGO (LSC) cuenta con un laboratorio en Hanford (Washington) y otro en Livingston (Louisiana), así como con instalaciones en Hanover (Alemania), desde los que se buscan ondas gravitacionales de origen astrofísico y se desarrollan detectores de estas ondas a gran escala.
Hasta ahora, la astronomía estaba basada en la luz, las ondas de radio o los rayos X mientras que ahora, las ondas gravitacionales están llamadas a ganar terreno porque son absorbidas muy fácilmente por la materia existente, con lo que son prácticamente transparentes al universo.
Las ondas gravitacionales, que pueden surgir de la explosión de supernovas (explosiones estelares), transportan información sobre el movimiento de los objetos en el universo y permiten observar la historia del universo desde antes de que se hiciese la luz.
Los detectores LIGO comenzaron a funcionar en 2002 y trece años después la Colaboración Científica LIGO anunció la primera detección de ondas gravitacionales procedentes de la colisión de dos agujeros negros de características desconocidas hasta ese momento.
Ese hecho ha supuesto un hito en la historia de la física al confirmar la predicción hecha por Einstein en 1916 y ha marcado el inicio de un nuevo campo de la astronomía.
Este descubrimiento está considerado uno de los logros científicos más importantes del siglo al validar uno de los pilares de la física moderna -la teoría general de la relatividad- y abrir una nueva ventana para observar el Universo.