'El jazz se ha convertido en el embajador más importante en todo el mundo', dijo ayer el músico estadunidense Marcus Miller
CANCÚN.
El jazz no sólo es la música más democrática que existe, sino que se ha convertido en el embajador más importante en todo el mundo, dijo ayer el compositor y multiinstrumentista Marcus Miller (Brooklyn, Nueva York, 1959) momentos antes de que tocara con éxito en el Oasis Arena del Hotel Grand Oasis de Cancún, Quintana Roo, un foro para cuatro mil personas en el que también se espera la participación de la jazzista estadunidense Esperanza Spalding, y de un nutrido grupo de músicos mexicanos que buscan en el sonido una forma efectiva de transmitir un mensaje de camaradería, libertad y corazón.
Cuando tú estás en el escenario, no importa si vienes de África, Rusia o Centroamérica. Sólo importa si eres una buena persona, si podemos entendernos y sabes tocar bien. La música es la mejor diplomacia y no necesita de idiomas o palabras, porque al final de un concierto cuando la gente sonríe, puedes saber si has tenido una buena comunicación en cualquier parte del mundo”, dijo con satisfacción en un encuentro con los medios, en el que también recordó su relación con Miles Davis y lamentó la política del presidente Donald Trump en un mundo donde las palabras son muy poderosas, pero también muy peligrosas.
Miller, quien es considerado uno de los solistas más prestigiados de la escena mundial, ha ganado dos premios Grammy. Es recordado por su el disco Tutu, cuyo trabajo escribió y produjo para el legendario trompetista Miles Davis, cuando sólo tenía 25 años. Desde entonces, el músico neoyorquino ha tenido discos como solista y más de 500 colaboraciones con artistas como Roberta Flack, Paul Simon, Aretha Franklin y Wayne Shorter.
Yo pienso que el jazz es una buena forma para comunicarte con los demás. Por ejemplo, cuando un músico va con un grupo de niños pequeños, digamos de siete años, y empieza a tocar, sucede que ellos sonríen y aunque cada uno tiene sus propias historias, sabemos que si la música es buena, hay una buena conexión”, detalló.
Sobre Miles Davis, el compositor recordó que al mirar en retrospectiva encontraba esas numerosas grabaciones -cerca de 80- que realizó como parte de su banda. “Son producciones que a veces quisiera dejar de escuchar, pero por alguna razón, aunque tienen el sabor de esa época, no dejo de disfrutarlas”.
Recordó a Davis como una de las grandes figuras del jazz y a la vez como un hombre muy tímido, al punto en que cuando estaban en un concierto con miles de personas, prefería no voltear hacia la audiencia sino mantener los ojos en su banda, aunque eso implicara dar la espalda al público que lo ovacionaba, quizá porque en esa banda, que era como su familia, encontraba la tranquilidad que necesitaba.
Y añadió: “Miles amaba a sus músicos y todo el tiempo estaba interesado y preocupado por sus vidas; muchos decían que era un tipo extraño, medio huraño o gruñón, pero siempre hablaba por teléfono para saber cómo estábamos; incluso debo decir que él me llamó minutos antes de mi boda para tranquilizarme”.
Miles nos tenía respeto y nunca dejó de apoyarnos. Eso me enseñó y es lo mismo que trato de hacer cuando estoy en cualquier escenario, con mis músicos, para que ellos se sientan a gusto, y si de pronto tienen un error en un acorde, no se sientan mal porque todos sabemos que nadie es perfecto. A mí me ha sucedido, aunque a veces esos errores llegan a propósito para que los músicos se relajen y puedan tocar mejor”.
Marcus Miller también habló sobre sus deseos. “Si yo pudiera pedir tres deseos, creo que el primero sería por mi familia, para que esté segura y saludable; el segundo sería para que todos los niños tuvieran acceso a la música, al jazz, porque cuando llega muy temprano a tu vida, puede cambiarte la vida. De verdad creo que cuando la música se introduce a temprana edad, puede cambiar las cosas entre. Además, me encantaría seguir haciendo música por un largo tiempo, porque es mi verdadero amor; y si tuviera otro deseo, pediría tener más deseos”, bromeó.
Miller también adelantó que en poco más de un mes volverá al estudio de grabación para crear un nuevo álbum, el cual se sumará a los casi 30 que tiene en su larga carrera con su banda y como colaborador. “Para esta ocasión, me gustaría hacer algo alegre, funky que me permita pasar un buen tiempo”, un tanto similar a lo que realizó con su álbum Afrodeezia (2015), donde se preocupó por mostrar las conexiones entre la historia musical de África, Sudamérica, el Caribe, Centroamérica y Estados Unidos.
Y reconoció que su meta constante en la música es no caer en la repetición. “Me siento muy tranquilo de mi trabajo porque prácticamente he podido tocar con quien he querido, incluso desde mi juventud, al lado de George Benson o Herbie Hancock... o Miles Davis. “También David Sanborn fue muy importante para mí,como músico, pero lo cierto es que una de las cosas más difíciles en una carrera tan prolongada es el hecho de no repetirme y buscar algo nuevo, para lo cual muchas veces lo que hago es escribir y tocar el piano en diferentes lugares del mundo”.
Sin embargo, uno de los mayores sueños del jazzista sería grabar, en algún momento, con Stevie Wonder, “un músico fantástico del que todo mundo sabe algo”, añadió.
¿Qué consejo le daría a un joven jazzista?, se le cuestionó. “Mi consejo para los músicos jóvenes es que mantengan los oídos muy abiertos y escuchen todo lo que está a su alrededor. Y si de pronto escuchan el canto de un ave, intenten reproducirlo con algún instrumento. Yo les diría que como adolescentes que son, no se preocupen por el dinero o la fama, y tomen las oportunidades que se les presente... y ya cuando sean adultos, cosas, pongan atención en el negocio y el dinero”.
Lamentó que hoy ya no sea como hace 30 años, cuando las producciones se hacían a base de talento y esfuerzo: “Hoy lo primero es saber cuántos seguidores tiene el músico en Facebook, pero al final su camino se construirá con las mejores decisiones”.