Siete años fueron suficientes para que el artista francés marcara el trayecto del arte conceptual. Su obra se exhibirá en agosto en México
CIUDAD DE MÉXICO.
Sólo siete años le fueron suficientes a Yves Klein (Francia, 1928-1962) para construir las bases del arte conceptual. Éste, entendido como la experiencia estética más allá de la materialidad del objeto. De 1955 a 1962, cuando murió de un infarto al corazón a los 34 años de edad, produjo mil 200 obras. Y no sorprende el número, sino la propuesta. Se planteó desde sus primeros ejercicios buscar la libertad plástica; esa que encontró en el monocromo, en el fuego, en el cuerpo, en la acción, en el vacío.
El vacío con que llenó en 1958 la galería Iris Clert en París, la cual sus muros pintados de un solo pigmento absorbieron la presencia del artista, misma que se convirtió en arte. El espectador no miró un objeto, sino que vivió la obra. La inmaterialidad de la estética. “Desde hace 50 años trabajo en el archivo de Klein y creo que en el siglo XX sólo hubo dos personas que dominaron el arte, Marcel Duchamp e Yves Klein”, ataja en entrevista Daniel Moquay, responsable de Yves Klein Archives, en París.
Y por primera vez, la cosmovisión del artista francés, pintada principalmente en azul, se exhibirá en México. Será una revisión retrospectiva de quien fuera cinturón negro de judo en el Museo Universitario Arte Contemporáneo. Moquay, quien hace la curaduría, señala que desde 1989, cuando expuso obra de Klein en la Bienal de Sao Paulo, no se presenta una muestra en América Latina. El MUAC es la segunda sede de esta exhibición que ahora ocupa la Fundación Proa en Argentina.
“Siempre ha sido un artista con reconocimiento, sobre todo de los propios artistas y es cierto que ahora se cotiza bien el mercado, la última mejor venta fue una pieza en 50 millones de dólares, y después una pieza de fuego vendida en 36 millones de dólares en Nueva York”, refiere sobre Klein, quien fue rechazado en 1955 por el Salón des Réalités Nouvelles, al presentar un cuadro de un solo color.
Si bien la vida artística de Klein es breve, en realidad la curaduría implica la selección de obra. En este caso se presentarán más de 70 piezas y un centenar de documentos que dan cuenta del planteamiento del arte inmaterial. Desde sus primeras pinturas monocromáticas, esculturas con esponjas, cuadros hechos de fuego, sus happening hasta la patente del International Klein Blue, un nuevo tono de azul que él registro como propio el 19 de mayo de 1960.
“Es un color con una base química, se obtiene con éter y extractos de petróleo, y creemos que era muy tóxico, pensamos que fue el causante de su muerte. Porque era un hombre deportista, era cinturón negro en judo que es un alto nivel de deporte, pero el veneno de la base del pigmento debía usarse con máscara y nadie le decía eso y pudo causarle los tres infartos”, relata el curador. El 11 de mayo de 1962, Klein sufrió un primer infarto durante el Festival de Cine de Cannes; cuatro días después sufrió en París el segundo ataque, y falleció el 6 de junio del mismo año por un tercer paro cardiaco.
Materia en estado primigenio
Si bien Klein, hijo del pintor paisajista Fred Klein y de la pintora informal Marie Raymond, trabajó con todas las herramientas y las disciplinas de manera simultánea, destaca en primera instancia el trabajo monocromático. Primero en colores como amarillo, rojo, naranja y dorado. Cuadros de un solo tono que para él resolvían el problema del arte. Al entender que la conexión de la pintura ya no era con el ojo humano, sino con la experiencia de la vida. No pretendía mostrar algo, sino hacer vivir algo, hacer sentir a través de la unicidad del pigmento.
“Con el color alcanzo un sentimiento de plena identificación con el espacio y estoy completamente liberado. Busco, por sobre todas las cosas, alcanzar en mis creaciones esa transparencia, ese vacío inmensurable en donde reside el espíritu”, escribió el artista en su diario.
En un trazo cronológico, sigue la época azul, apunta Moquay. El azul, dice, era para el artista la totalidad de la materia. Un azul ultramar intenso contenedor del cuerpo primigenio. La materia en su estado más natural en relación con la vida. “Trabajó con varios colores, pero se dio cuenta que tenía que elegir uno, y eligió el azul, y la suerte de que en aquel tiempo encontró una técnica distinta del color que no afectaba la intensidad con los barnices, que eran tóxicos”.
Y el azul llevado a su mayor exploración resultó en las antropometrías. Pinturas sobre lienzo blanco hechas con los cuerpos de mujeres desnudas. Ellas embarraban toda su piel en la tinta para luego impregnarse sobre el lienzo. Pero más allá del resultado pictórico, la acción destacó como un performance en marzo de 1960. Fue en la Galerie d’Arts Contemporains en París donde tres modelos pintaban su silueta sobre la tela, mientras una orquesta tocaba Sinfonía monótona, compuesta por un periodo de 20 minutos de un mismo sonido y otro periodo de silencio total.
Se produjeron en promedio, dice Moquay, cerca de 150 antropometrías sobre papel y 30 sobre seda. “Hace unos meses presentamos la sinfonía monótona en San Francisco y generó el mismo impacto de esa primera ocasión, es una composición de Klein muy intensa”, apunta quien coordina el archivo en colaboración con la viuda del artista Rotraut Klein-Moquay. De las acciones convertidas en pinturas también sobresalen los cuadros hechos con fuego. En un video de los archivos en París, se mira a Klein con un soplete de gran tamaño quemando el lienzo, y un bombero detrás apagando el fuego.
Aunque para el curador la pieza El vacío condensa en gran medida la búsqueda estética de Klein. Coloca la experiencia por encima del objeto. La obra ocurrió en la galería Iris Clert en París; ésta quedó vacía por completo y sus muros pintados de blanco. Klein permaneció un tiempo en el espacio para llenarlo de su propia sensibilidad y ofrecerla como obra de arte a los tres mil espectadores. Era el arte “aquí y ahora”.
“La obra la realizó el 28 de abril del 58 en su cumpleaños 30, y su intención era rellenar la galería de su sensibilidad, y entonces en lugar de ofrecer una obra que se cuelga sobre las paredes, hizo un espacio para experimentar. Él decía que si la gente era capaz de interesarse en los monocromos, no veía por qué no iban a vivir la experiencia del vacío llenado con su presencia”, describe.
Así se entiende cómo su arte se situaba en los límites de la percepción donde, afirma el curador, la vista del objeto artístico se hace posible sólo a través de facultades sensoriales. Mirar a partir de sentir, de oler, o de palpar. Moquay señala que en suma a la experiencia, la obra de Klein proclamó un arte como parte integral de la vida. Él mismo dijo: “la pintura tiene conexión con la única cosa en nosotros que no nos pertenece: nuestra vida”.
¿Dónde y cuándo?
La retrospectiva Yves Klein se presentará del 26 de agosto al 14 de enero de 2018, en el Museo Universitario Arte Contemporáneo.