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Hoy es sábado, 23 de noviembre de 2024

Laboratorio de literatura; Excélsior, cuna de escritores

CIUDAD DE MÉXICO. José Juan Tablada publicó, en las páginas de Excélsior, sus crónicas sobre la vida nocturna y los cabarets neoyorquinos, o la instalación de un laboratori

Laboratorio de literatura; Excélsior, cuna de escritores

CIUDAD DE MÉXICO.

José Juan Tablada publicó, en las páginas de Excélsior, sus crónicas sobre la vida nocturna y los cabarets neoyorquinos, o la instalación de un laboratorio que pretendía devolver la juventud a los hombres mediante células extraídas de cadáveres frescos. Mientras tanto, Jaime Torres Bodet y Bernardo Ortiz de Montellano deliberaban sus posiciones entre lo indígena y lo europeo; y Victoriano Salado Álvarez escribía sobre la hechicería en México y la participación de las mujeres en la Conquista de México. Todo eso sucedió en las páginas de Excélsior.

Así lo recordaron investigadores como Lourdes Franco, Pilar Mandujano, Alejandro S. Shuttera y Yanna Hadatty, durante la primera jornada del coloquio Cien años de Cultura y Letras en Excélsior (1917-2017), que arrancó los festejos por el centenario de El Periódico de la Vida Nacional, en el Instituto de Investigaciones Filolóficas (IIFL) de la UNAM, que continuará el día de hoy con la participación de investigadores como: Arno Burkholder, Beatriz López García, Margarito Sandoval, Lilia Vieyra y Elizabeth Gómez, por mencionar algunos. Durante la inauguración, la investigadora Belem Clark estuvo acompañada por Mario Ruz, director del IIFL, y recordó que este coloquio nació del Proyecto PAPIIT La configuración de géneros literarios en la prensa mexicana de los siglos XIX y XX, “para mostrar al diario Excélsior como un espacio donde se cruzaron distintos tipos de pensamiento, de posicionamientos políticos, artísticos y culturales”. Esto propició un espacio informativo que se convirtió en “heredero de la modernización periodística con una visión empresarial que dejó, tras de sí, el periodismo de opinión del siglo XIX, para convertirse en un espacio de experimentación, un laboratorio de pruebas que desembocaría en nuevas codificaciones artísticas y literarias”. Y añadió: “Fue un cómplice que cobijó los avatares de géneros como el cuento, la novela corta, la crónica, las memorias y los diarios íntimos que aquí veremos en la escritura de José Juan Tablada, Jaime Torres Bodet, Victoriano Salado Álvarez, Arqueles Vela, Luis Spota, Jorge Ibargüengoitia y Federico Gamboa, entre muchos más”. La primera mesa llevó por título “El oficio de escritor”, donde Lourdes Franco, del IIFL, se refirió a la relación personal y creativa que sostuvieron Bernardo Ortiz de Montellano y Jaime Torres Bodet, integrantes del grupo de Contemporáneos.
“Mientras Montellano destacaba como rasgo de originalidad el sustrato indígena de los pueblos de América, Torres Bodet exigía una lealtad incuestionable a la tradición europea como única vía de igualdad equiparable y de desarrollo”, explicó.
Sin embargo, fue la historia la que se encargaría de corroborar sus posiciones: “Mientras Ortiz de Montellano permaneció anclado en México tanto física como emocionalmente, Torres Bodet se abrió camino con celeridad en el ámbito diplomático y político, convirtiéndose en una figura fundamental para la cultura de México”. La siguiente intervención le correspondió a la investigadora Pilar Mandujano, quien habló sobre las crónicas neoyorquinas de José Juan Tablada en Excélsior”. Estas colaboraciones sucedieron poco después de que, en 1914, decidiera exiliarse en Estados Unidos, luego de los servicios que presto al gobierno de Victoriano Huerta y de hacer un viaje a la Ciudad de México para reconciliarse con el gobierno de Venustiano Carranza. “Fue entonces cuando Tablada se instaló en la isla de Manhattan, en febrero de 1920, fijando su residencia en el 464 de Central Park”. Y eligió escribir en el periódico Excélsior a partir de junio de 1920 por dos razones: reaparecer en el escenario mexicano a través de un periódico que representaba la modernidad de la prensa, dado que fue el primer diario en instalar, en 1921, una planta de rotograbado monocromático y el primero en emplear tecnología que mejoraron la calidad y los tiempos de edición. Fueron distintos los periodos en que Tablada escribió para Excélsior, entre 1920 y 1924, donde a lo largo de 700 entregas escribió sobre Nueva York a la que definió la “Ciudad de Scherezada”, donde cada noche encontraba el relato de un cuento maravilloso, una ciudad que podría ser la babilonia de hierro, la ciudadela de Platón o la Cartago eléctrica, donde escribirá lo mismo sobre escultura y cine que de ópera, restaurantes, moda, las relación entre Estados Unidos y Latinoamérica y el ·American Way of Life”. La mesa cerró con las participaciones de Alejandro S. Shuttera (IIFL), sobre Victoriano Salado Álvarez (Excélsior 14/03/2017), autor cuya obra no ha sido ben valorada; y Yanna Hadatty Mora (IIFL) con las crónicas europeas de Arqueles Vela. Más tarde, en la segunda mesa participaron tres de los creadores actuales de las páginas de Excélsior. Una de ellas es María Luisa La China Mendoza, quien habló sobre “lo dulce y tenebroso” que significa celebrar cien años, en un momento en que el humor de Jorge Ibargüengoitia se hace imprescindible.
“Él fue mi amigo, lo quise y no lo olvidaré; era el enorme escritor de las letras mexicanas y el editorialista de Excélsior que nos enseñó a reír de mañanita... Su risa era como un frijol saltarín que hoy necesitamos; y en verdad me hubiera encantado vivir con Jorge el tiempo tan horrendo que nos ha tocado estar. Porque México se nos desmorona... y necesita de la protección divina del humor de Jorge Ibargüengoitia”.
Además de José Elías Romero Apis, que habló de su relación y experiencia en las distintas etapas de Excélsior; y Fernando Islas, que dedicó su intervención a Luis Spota, “el niño Terrible de Bucareli”, reportero que puso en práctica el periodismo como antesala de la ficción, como se puede descubrir en un texto de 1944 donde Spota entrevista al boxeador Rodolfo El Chango Casanova.

INVENTARIO, DE PACHECO, UNA ENCICLOPEDIA

“Quien se atreva a dibujar una breve y somera descripción sobre la naturaleza del Inventario, de José Emilio Pacheco en las páginas de Excélsior, está condenado de antemano al fracaso”, tal como le sucedió a ese Borges ficticio en El Aleph, afirma Rafael Olea Franco, escritor, ensayista e investigador de El Colegio de México, durante la primera conferencia magistral del coloquio Cien años de Cultura y Letras en Excélsior (1917-2017)”, llevada a cabo ayer en la Sala de Usos Múltiples del Instituto de Investigaciones Filológicas de la UNAM. Recordó que el primer texto de Pacheco fue publicado el 5 de junio de 1973, donde señala ya algunas de las características esenciales que tendrán sus colaboraciones durante más de cuatro décadas, primero en Diorama de la Cultura y después en Proceso, donde destaca una de las modalidades permanentes en su escritura: el manejo de la ironía, “una ironía que incluso alcanza lo que llamamos humor negro”. Pacheco, explicó Olea Franco, fue el heredero de la tradición impuesta por Ángel de Campo Micrós y de Enrique Chávarri Juvenal, autores de textos que, a simple vista, “son un híbrido de escritura reflexiva y narrativa, a veces con ápices de poesía, “porque en uno de los Inventarios de Excélsior aparecieron, por vez primera, poemas de Julián Hernández, uno de los heterónimos del escritor”. “Ricardo Piglia afirmó que Jorge Luis Borge fue un escritor miope, pues veía siempre la misma obra o autor, pero con una perspicacia que nunca antes había ejercido. Pacheco es semejante, pues en cuanto se fija en los resquicios o partes secundarias de las publicaciones que, por lo general, pasan desapercibidos”. “Si acaso se me pidiera definir en una sola palabra qué son los inventarios de José Emilio Pacheco, diría, sin dudar, que son “una enciclopedia”, y de ninguna manera creo ser hiperbólico, sino tan sólo justo. Eso sí, añadiría un término de Borges: Pacheco es un escritor enciclopédico y montonero —alguien que llega a la cultura sin privilegios—, como el propio argentino se definió en 1928 en su libro El idioma de los argentinos. El coloquio Cien años de Cultura y Letras en Excélsior (1917-2017) continuará el día de hoy entre las 10:00 y las 15:00 horas, con las mesas: “Imagen y Modernidad”, donde se hablará sobre el humor gráfico, el cine en Excélsior, y la Revista de Revistas; y “Usos de la memoria” con la polémica sobre el presidente Manuel González, Federico Gamboa, Ciro B. Ceballos y la experiencia como colaborador de Marcelino Perelló. Y concluirá mañana jueves con las mesas “Espejos de la cultura”, “Protagonistas de una época” y la conferencia de clausura a cargo de Pascal Beltrán del Río, director editorial de Excélsior.