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Hoy es sábado, 23 de noviembre de 2024

Salió genio ‘El Chamaco’

• El artista murió un día como hoy, pero de 1957, a causa de una perforación de úlcera, una diabetes poco cuidada y muchos cigarrillos CIUDAD DE MÉXICO.- El museógrafo mexicano Fer­nando Gamboa (1909-1990) le recreó

Salió genio ‘El Chamaco’

• El artista murió un día como hoy, pero de 1957, a causa de una perforación de úlcera, una diabetes poco cuidada y muchos cigarrillos CIUDAD DE MÉXICO.- El museógrafo mexicano Fer­nando Gamboa (1909-1990) le recreó en algu­na ocasión a la historiado­ra Adriana Williams la última visita al hospital que hizo a su amigo el caricaturista y pin­tor Miguel Covarrubias (1904- 1957). “Ya tenía el rostro de la muerte. Creo que estaba sen­cillamente acabado. Se dejó morir. Me dijo: ‘Me voy a mo­rir, anoche se me apareció la muerte. Sentí la presencia de la muerte’”. El Chamaco, como siem­pre se le conoció a Covarru­bias, murió un día como hoy, pero de 1957, a causa de una perforación de úlcera, con septicemia resultante, una diabetes poco cuidada y mu­chos cigarrillos. El gran artista autodidacta, que también fue historiador, etnógrafo, coreó­grafo, escenógrafo, coleccio­nista, muralista y cartógrafo, tenía 52 años aquella tarde cuando, a las 15:45 horas, su corazón dejó de latir. “Adquirió su vasta cultura con una avidez, una disciplina y un poder de absorción increíbles.” “Miguel no fue un simple teorizante, mero acumulador de datos.” FERNANDO GAMBOA Gamboa también le contó a Williams que en varias oca­siones pensó en preguntarle a Covarrubias si había dejado un testamento, pero nunca se animó a tocar el tema, aunque sabía que el artista deseaba que su colección de poco más de 500 objetos prehispánicos, de Mezcala y Tlatilco, se que­dara en el Museo Nacional de Antropología. Y así fue: hoy existe una sala que lleva su nombre en el recinto que se inauguró una década después sobre Paseo de la Reforma. Los restos de Covarrubias fueron velados en la antigua sede del Museo Nacional de Antropología, ubicada en esos años en la calle de Moneda, Centro Histórico. Ese día estu­vieron presentes algunos pi­lares de la cultura de nuestro país para despedir al Chama­co, entre ellos el propio Gam­boa, Antonio Castro Leal, José Chávez Morado, Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros, Rufino Tamayo, Carlos Orozco Ro­mero, Ernesto El Chango Gar­cía Cabral, Inés Amor y Adolfo Best Maugard. Sus restos per­manecen hoy en el Panteón Francés. ENCANTADOR Gracias a su encantadora for­ma de ser, Covarrubias lo­gró adentrarse en los círculos sociales del mundo del arte desde muy joven. Su primer trabajo como ilustrador se concretó gracias a la invita­ción de Best Maugard para colaborar en el libro El méto­do del dibujo (1923), con pró­logo de José Juan Tablada. Un año después, Covarrubias se instaló en Nueva York, don­de recibió el apoyo del poeta y comenzó a publicar las cari­caturas por las que hoy es tan reconocido. La urbe de hierro se convirtió en su nuevo ho­gar y el espacio que lo vio flo­recer como artista; fue ahí en donde conoció a la bailarina y pintora Rosa Rolanda, la que después se convertiría en su esposa y compañera de via­je, y con la que compartiría su gran pasión por la danza. Harlem fue un lugar que atrajo la atención del artista. Estudió la cultura afroameri­cana a través de su música y baile. En 1927 publicó el libro Negro Drawings en el que re­trató y dignificó a esta cultura. Con trazos rápidos que efectuaba a partir de una eco­nomía de líneas, el artista lo­gró darle movimiento a sus personajes, un elemento re­currente en sus dibujos que utiliza como parte de sus es­tudios. Covarrubias era un personaje siempre inquieto y curioso y esa intensa actividad la compaginó con un gran es­píritu viajero que lo llevó a re­correr África del Norte, China, Japón, la península malaya, Ceilán y diversas islas del Pa­cífico, entre ellas Bali.
AVIDEZ Y DISCIPLINA Adquirió su vas­ta cultura con una avidez, dis­ciplina y poder de absorción increíbles. Miguel no fue un simple teorizante, mero acu­mulador de datos. Todo el an­cho mundo era su laboratorio, y su tesoro de conocimiento no era sino rico combustible con que alimentaba su fértil talento creador de múltiples realizaciones”, dijo Gamboa alguna vez dijo sobre El Chamaco.
Un combusti­ble que el artista supo trans­formar en una mirada precisa, un trazo propio, una cosmovi­sión, en un ritmo y una forma. Un combustible que dio vuelo a ese “fértil talento” que nos sigue asombrando. Fue este carácter el que le permitió viajar por el mundo acumu­lando conocimiento y hacien­do visible, a partir de su obra y sus estudios, los lugares re­motos y desconocidos para el viajero occidental común. En 1930 Rolanda y Cova­rrubias se casaron, para su luna de miel viajaron por Asia y quedaron cautivados con Bali. El artista estudió la cul­tura balinesa por nueve me­ses y luego regresó gracias a una beca de la Fundación Guggenheim, que le permitió extender su estudio durante un año más. El resultado de ambos viajes se materializó en una publicación de 1937: La Isla de Bali, un estudio ex­haustivo sobre la región que permite adentrarse en su gen­te, religión, usos y costumbres. Hoy esta investigación ha hecho de Covarrubias el per­sonaje más conocido de este paraíso. Años después, en 1946 publicó el libro El Istmo de Tehuantepec, investiga­ción inspirada en la similitud con la cultura balinesa. Gene­ró un documento que mostra­ba una región de nuestro país poco conocida entonces. Otra de las múltiples profe­siones que ejerció El Chama­co fue la de cartógrafo. Creó mapas únicos a los que, a tra­vés de elementos pictóricos, dio características científicas e imaginativas, añadiendo al aspecto funcional de la carto­grafía una visión estética. Con el rigor y la exactitud de un etnólogo, y la originalidad y sensibilidad de un artista grá­fico, Covarrubias ofreció nue­vas perspectivas y le otorgó plasticidad a los planos. A partir de la publicación de La Isla de Bali, Covarru­bias volvió a incursionar en la cartografía. Dicho estudio antropológico incluye mapas plegables a pequeña escala que representan sistemas de información desarrollados a partir de medios pictóricos. Ahí creó un modo de repre­sentación, a través de peque­ños signos que contienen información cultural. Sus ma­pas incorporan imaginación artística a las necesidades científicas de la delimitación de espacios. En 1939 se le en­comendó visualizar la idea del área del Pacífico en seis gran­des mapas que serían insta­lados en el Pacific House, en el marco de la Feria Mundial, en San Francisco. Estos ma­pas lograron proyectar las ne­cesidades socioeconómicas y culturales de las comuni­dades del Pacífico por medio de una observación precisa y representaciones minuciosas. Dichos murales permanecen hoy en San Francisco. El artista ejerció también la docencia, impartiendo etno­grafía en la Escuela Nacional de Antropología, y fue direc­tor, un corto periodo, de la Es­cuela de Danza del INBA. Miguel Covarrubias es un artista cuya producción multi­facética nos sigue cautivando. Hoy que se cumplen 60 años de su muerte.