El Códice de San Francisco Tescantzonco tiene más de 450 años, está escrito en lengua náhuatl y es uno de los nueve documentos hechos en fibra de maguey que se conservan en el mundo
A simple vista podría pasar como una sencilla hoja antigua, pero detrás de su color caqui se esconde una larga historia. El Códice de San Francisco Tescantzonco o Genealogía tlaxcalteca de la familia De la Cruztiene más de 450 años de antigüedad, está escrito en lengua náhuatl y contiene su transcripción al español, pero, además, es uno de los nueve documentos elaborados en fibra de maguey que se conservan en todo el mundo.
Uno se encuentra en Estados Unidos, otro más en Europa; éste será el séptimo que se conserve en México, en la Biblioteca Nacional de Antropología e Historia (BNAH), que lo adquirió en junio del año pasado a un particular por la modesta cantidad de 20 mil pesos. Su relevancia estriba “en que es del siglo XVI, está escrito en náhuatl y en un soporte de fibra de maguey”, material del que están hechos menos del 1% de los códices que se conservaron hasta la actualidad, explica Baltazar Brito Guadarrama, director de la biblioteca que ahora lo resguarda. Se trata de una hoja que no rebasa el tamaño carta actual, fechada en marzo de 1562 –apenas 41 años después de la Conquista–, con inscripciones en ambos lados que relatan las propiedades y la genealogía de un noble tlaxcalteca, llamado Domingo de la Cruz. Pero eso no es todo, es un documento dual; la antigua hoja de maguey fue conservada cosida a otros folios: una hoja de papel de manufactura española que la protege y la traducción al español de su contenido incluido en dos fojas con membrete y firmadas que fueron agregadas 122 años después, en 1684. “Este documento se trata de un testamento, está escrito en náhuatl y está escrito en español, viene con su traducción. En él se ven las dos formas de escribir, tanto la europea como la mesoamericana, particularmente la tlaxcalteca, es de una familia De la Cruz, de un pueblo de Tlaxcala que deja ciertas cantidades, sus casas y disposiciones para que su herencia pase a manos de sus herederos y no se pierda”, relata Brito. Aunque también podría tratarse de un salvoconducto para reclamar un título nobiliario. Los códices elaborados en soporte de maguey son tan extraños que el director de la BNAH dice que no existen tampoco muchos especialistas que se dediquen a estudiarlos. El nombre concreto con el que se conocerá el documento aún no está decidido y en estos días la especialista en fibras de maguey, Carolusa González Tirado, revisará el ejemplar para dictaminar su estado. Por el momento, el documento ha sido estabilizado en la BNAH elaborándole una “guarda de primer nivel” con materiales libres de ácido y PH neutro, y pegando delgadas hojas de papel japonés en las zonas más frágiles de los folios. También sigue faltando una transcripción precisa de su contenido, tanto de la versión en náhuatl de 1562 como de la versión en español de 1684, pero, hasta el momento, Brito considera que se trata de un códice invaluable que permite ver cómo eran las relaciones sociales en la antigüedad mesoamericana, particularmente en los pueblos indígenas del siglo XVI y XVII, “cuando se haga el estudio conoceremos más sobre ellos, sobre los colores, es un ejemplar muy interesante que permite comprender a las sociedades prehispánicas del México antiguo”.