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Hoy es martes, 8 de octubre de 2024

Marcelino Perelló Valls; entre la cultura y la ciencia (Entrevista)

Marcelino Perelló Valls es, además de un hombre de números y de letras, “un apasionado” de las ideas, “un arrebatado” que mantiene su compromiso con las causas de la liberación social.

Marcelino Perelló Valls; entre la cultura y la ciencia (Entrevista)

Marcelino Perelló Valls es, además de un hombre de números y de letras, “un apasionado” de las ideas, “un arrebatado” que mantiene su compromiso con las causas de la liberación social.

Licenciado en Matemáticas y maestro en Ciencias por la Universidad de Bucarest, periodista, luchador social y catedrático desde hace cuatro décadas, a Perelló le gusta mantenerse en ese “puente entre el mundo cultural y el científico” que es la filosofía.
Los cuatro elementos que han guiado mi vida son la ciencia, la cultura, la revolución y las mujeres. El denominador común es la pasión. Un adjetivo que me define es que soy un apasionado, un arrebatado”, afirma en entrevista.
Quien acaba de cumplir 30 años como colaborador de Excélsior, el periódico que llegaba a su casa cuando era niño, admite que, para él, “la cercanía con el saber y la belleza es vital”, por eso se interesa tanto en el mundo de los números como en el de las letras.
Creo que es una falsa dicotomía. El saber no conoce designios, está tanto en la física y las matemáticas como en la literatura y el teatro. La ciencia siempre ha sido cercana a la cultura, el problema es que la cultura no es cercana a la ciencia, hay un malestar de la ciencia en la cultura.
Un hombre culto es aquel que sabe de historia, de literatura, cine, pintura; pero no sabe de ciencia. Si le preguntas tres obras de Shakespeare te las dice, pero si le pides tres postulados de Newton no los sabe. Sin embargo, los científicos son cultos, están interesados en el arte y la filosofía”, agrega.
El líder del movimiento estudiantil de 1968, en el que fue representante de la Facultad de Ciencias de la UNAM ante el Consejo Nacional de Huelga, piensa que la ciencia es parte de la cultura y que el francés René Descartes y el italiano Leonardo da Vinci son los dos grandes puentes entre ambos conocimientos, “los dos cordones umbilicales que unen a la ciencia con la cultura y el arte”. Otro aspecto que identifica al científico y al artista, añade, es su espíritu altruista y generoso. “El desprendimiento de los bienes materiales caracteriza tanto al artista y al amante de la cultura, como al científico. Es decir, quien decide estudiar música sabe que difícilmente vivirá de eso y, si lo hace, será modestamente. Lo mismo cuando uno estudia matemáticas, debe haber un amor por los libros y un desprendimiento. No es casual que la mayoría de los movimientos estudiantiles auténticos han surgido en la Facultad de Ciencias”. Quien fue detenido el 27 de julio de 1968, y encarcelado por un día, admite que este movimiento estudiantil representó “un sismo” en su vida, pues lo llevó a 16 años de exilio en Francia, Rumania y España.
Desde mi niñez estoy relacionado con las causas de la insurrección y la rebeldía. Mis padres son refugiados catalanes. Mi padre, Marcelino Perelló Domingo, estuvo en la cárcel en España durante seis años por haber participado en 1925 en el atentado en contra del rey Alfonso XIII. Nací siendo un irreverente”, confiesa orgulloso.
Recuerda que su padre era un comerciante modesto que vendía artículos de tlapalería llevando un huacal al hombro. “Aprendí a distinguir un tornillo de tres cuartos de uno de media pulgada antes que a sumar. Pero también me enseñó el gran amor por los libros y los discos, la ópera, los clásicos y por Bach. Los libros me hacen compañía, igual que los perros y las plantas”.

FORMACIÓN EN EL EXILIO

Para Marcelino Perelló, quien abandonó México en los primeros meses de 1969, debido a la persecución policiaca, los 16 años de exilio fueron formativos. “Alguien que no ha estado en la cárcel o no ha pasado por el exilio tiene una formación intelectual incompleta. Son situaciones duras ambas, pero al mismo tiempo templan y enriquecen”. Señala que el exilio le permitió conocer verdaderamente países como Rumanía, donde estudió durante ocho años y nació su hija Jaina. “Conocí el socialismo real. Es la patria de mis hijos, como Cataluña es la de mis padres. Descubrí que las naciones sí existen. Yo fui el patito feo que vivió entre los cisnes, pero no me hallé con ellos y me asumí como pato. Por eso regresé a México en 1985, pues aquí viví los primeros 24 años de mi vida. Soy estructuralmente mexicano”. Quien ha dado clases en las universidades autónomas de Barcelona (1977-1985), de Sinaloa (1985-1986), de Puebla (1987-1988) y, desde 1990, en la UNAM destaca que la docencia “es una experiencia maravillosa a la que no pienso renunciar”. Detalla que dar clases significa “el enorme placer de convivir con los jóvenes, que me hace olvidar que yo ya no lo soy. Cuando digo ‘voy a clase’ se me olvida que ya no quiere decir lo mismo que cuando lo decía hace 50 años. Mi convivencia con los jóvenes me enriquece y me rejuvenece. También recibo de ellos conocimientos, sensibilidades, convivencias. Es una relación de ida y de regreso”. Finalmente, sobre su faceta de periodista cuenta que lo que lo llevó a este oficio fue “mi necesidad de tener tribuna, de decir cosas. El insurrecto que hay en mí, el revolucionario que no puede resistirse a la tentación de tener un altavoz”. Asegura que cuando regresó a México le gustó la idea de escribir en distintos medios. Ahora tiene una doble tribuna en El Periódico de la Vida Nacional, pues publica en las secciones Nacional y Expresiones, y el programa radiofónico En sentido contrario, en Radio UNAM. Tras una larga vida de lucha social e ideológica en un mundo adverso, Perelló aclara que sigue teniendo certezas. “La principal es la revolución. Lucho desde las tribunas que tengo porque nadie viva del trabajo de otro, punto. Sigo esperanzado porque veo que los jóvenes sí vibran con la liberación. El sentido de mi vida es lograr que la gente vibre con la causa de la liberación de los oprimidos”, concluye.