- Para que no te agarren en curva, estos datos te harán un experto: la hecatombe del peso mexicano tuvo como causa inicial el derrumbe del precio del crudo, tendencia que se inició a mediados de 2014
CIUDAD DE MÉXICO.
Que no te agarren en curva. Esta información te hará un experto en la materia.
El
peso mexicano es una divisa que está ahora mismo en el limbo. Su debacle
comenzó a mediados de 2014. Por aquel entonces, la divisa cotizaba en torno a los 13 pesos por dólar. Ayer acabó la jornada en los 21.86, su nivel
más débil de la historia. En dos años y medio, por tanto, el
peso mexicano se ha desplomado 41%. Para consuelo del peso hay que decir que todas las divisas del mundo se han depreciado respecto al
dólar. Ninguna se salva. Como mucho la iguala, tal es el caso del dólar de Hong Kong cuya cotización está ligada al dólar estadunidense.
Es verdad que entre las 16 divisas más negociadas del mundo, la que más ha sufrido es el
peso mexicano, con esa depreciación de 41%. Si ampliamos el espectro a otras divisas de menor rango, algunas han padecido algo más: es el caso del peso argentino (-49%), la lira turca (-46.0%) o el rublo ruso (-43%) y en Latinoamérica, en general, han sido muy castigadas.
Causas del descenso
La hecatombe del
peso mexicano tuvo como causa inicial
el derrumbe del precio del crudo, tendencia que se inició a mediados de 2014. Eso significó que los superávits de la balanza petrolera rápidamente se esfumaron y se convirtieron en abultados déficits, lo que derivó en
un brutal deterioro de la balanza comercial total: su saldo, que acumulaba ligeros superávits en la primavera de 2014, empeoró de forma trepidante y llegó a registrar un déficit de 18,462 millones de dólares en abril de 2016. Esa inicial decadencia petrolera hizo que el
peso mexicano se depreciara un 12.1% durante la segunda mitad de 2014.

En 2015 prosiguió el descalabro de la moneda mexicana. Durante todo ese año, se fueron sumando más fuerzas en contra del peso: en la balanza comercial, continuó el hundimiento de los precios del petróleo. Pero además, las
exportaciones manufactureras empezaron a estancarse ante la pérdida de dinamismo de la actividad industrial estadunidense, que se vio impactada de forma negativa tanto por la fortaleza del dólar como por la debilidad de la demanda global.
En el 2014, el déficit corriente fue 26,131 millones de dólares (mdd). Un año después se amplió a 33,216 mdd, lo que supone en términos nominales un récord histórico. En términos de
PIB, el déficit se ensanchó de 2.0% del
PIB en 2014 a 2.9% en 2015, lo que significó la cifra más elevada desde 1998. En consecuencia, se amplió enormemente, en muy poco tiempo, la brecha entre los
dólares que ingresaban a México derivado de las ventas al exterior por exportaciones de bienes y servicios y las remesas familiares y los pagos en
dólares que eran preciso realizar al resto del mundo por importaciones: de la noche a la mañana, había escasez de
dólares.
Para satisfacer esas necesidades de financiamiento en
dólares sólo cabían dos opciones: pedirlos prestados al exterior o recurrir a los dólares que México tenía en stock, esto es, a las reservas internacionales. Hay dos tipos de préstamos que México puede pedir: los de largo plazo, que consisten en las inversiones que realizan las empresas extranjeras en México atraídas por las expectativas de rentabilidad económica que promete el crecimiento de su economía, la estabilidad macroeconómica y su cercanía con Estados Unidos.
Entre ellas están las inversiones de
Ford,
General Motors o
Chrysler cuando deciden instalar plantas en México. Esos
dólares entran al país y llegan para quedarse. El otro tipo de préstamos son de más corto plazo: son los
dólares que entran porque los extranjeros compran activos financieros como bonos soberanos, acciones o deuda corporativa de México.
Pues bien: los préstamos de
dólares, antaño, cuando los déficits corrientes eran pequeños, excedían a esas necesidades de financiamiento. Y ese excedente de
dólares, México los guardaba y acumulaba en forma de reservas internacionales. Pero en el 2015, simplemente,
no fueron suficientes. Faltaban divisas estadunidenses para cubrir las necesidades de
dólares de la economía
mexicana y, para cubrir el faltante, tuvo que pagar con los stocks acumulados, con
reservas. La escasez de
dólares se sintió y, como en todo mercado, cuando hay escasez de un bien su precio sube.
En consecuencia, el
dólar se encareció (O el peso se abarató). Durante todo 2015, el
peso se depreció 14.3% adicional, y México perdió 16,692 mdd en reservas.
Comenzó 2016, y luego de un inicio devastador ante el colapso del
precio del petróleo, el
peso mexicano logró estabilizarse antes de las elecciones. En el 2016, y hasta el día de la elección, el
peso se deprimió un 6.1%. Lo malo sucedió el 9 de noviembre, cuando se supo que, inesperadamente, había ganado
Donald Trump. Y que sus pretensiones eran, directamente, cortar por lo sano la entrada de
dólares a México.
Su política consiste en cortar el ingreso de
dólares en México
obstaculizando que las empresas manufactureras americanas (o incluso de otra nacionalidad) ya instaladas en México vendan a
Estados Unidos, lo que afectaría a las exportaciones mexicanas, y obstruyendo que los trabajadores mexicanos en
Estados Unidos puedan enviar
dólares a sus familias de
México. De ser así, el
déficit corriente podría aumentar más, y por tanto, las necesidades de
dólares para financiar el crecimiento mexicano. Pero al mismo tiempo quiere cortar las fuentes de financiamiento: quiere impedir que las empresas forasteras que vienen por su proximidad al mercado americano se instalen en tierras mexicanas. Al mismo tiempo
, la inversión de cartera se encarece al tener que competir con la expectativa de mayores tasas en
Estados Unidos. Así las cosas, la carencia de
dólares pronto podría aumentar y por eso se han vuelto tan codiciados y caros.
ALTO COSTO
El peso lo ha pagado: desde el triunfo de
Trump hasta ayer, en poco más de dos meses, el peso se ha desplomado 16.3%. De nuevo es la peor divisa de entre las más negociadas del mundo, y sólo ha tenido un peor desempeño la lira turca (-18.8%).
¿Qué puede hacer México? Competir con Estados Unidos y el resto del mundo atrayendo
inversión de cartera. Para eso sólo le queda aumentar las tasas de interés para que los capitales invertidos en México no se vayan y entren otros nuevos.
Eso ya lo ha venido haciendo: desde diciembre de 2014, cuando se anunció el primer aumento de tasas, el
Banco de México (Banxico) ha incrementado la tasa de referencia en 2.75 puntos porcentuales hasta el actual nivel de 5.75%. Sin embargo,
no ha sido suficiente, y tendrá que anunciar nuevos aumentos, lo que significará un nuevo golpe sobre el
crecimiento con riesgos de abocar a la economía a una recesión. Aunque
Banxico ha estado usando esta política, quizás se ha visto demasiado predecible: pudo acudir más al factor sorpresa y ser más decidido en algunos momentos, sobre todo el día después de la victoria de Trump. Ahora ya es tarde.
El otro recurso es echar mano de las
reservas. Este instrumento tiene sus límites, pero también se han visto poco decididos.
Banxico dispone del poder para intervenir con discrecionalidad, con los montos y en los momentos que considere más oportuno. Sin embargo,
han sido muy parcos para intentar romper la tendencia y dar algún susto a los especuladores. Poseer
reservas y el
crédito del FMI es una amenaza disuasoria siempre y cuando se eche mano de ellos, si no poco caso tiene acumularlos y presumirlos. Ahora la
moneda mexicana ya parece perdida, en el limbo, sin que nadie la pueda detener, en esa región tan fronteriza del infierno.