La francesa Marie-Françoise Payré (1899-1978) armó una cordillera desde Niza hasta Cataluña para salvar, de 1941 a 1944, a víctimas potenciales del nazismo, entre ellos muchos niños. En
La francesa Marie-Françoise Payré (1899-1978) armó una cordillera desde Niza hasta Cataluña para salvar, de 1941 a 1944, a víctimas potenciales del nazismo, entre ellos muchos niños.
En 2009, Payré fue distinguida como “Justa entre las Naciones”. Al 1 de enero de 2015, el registro de Yad Vashem, en Jerusalén, sumaba 25 mil 686 justos, de los cuales 3 mil 853 son franceses. Estos datos, y “la suerte de haber conocido a esta buena samaritana” en su infancia, motivaron al historiador mexicano de origen francés Jean Meyer (1942) a hurgar en las “profundas” raíces del antisemitismo, “que tuvieron en el Holocausto su cima más conocida y atroz”. En entrevista, el geógrafo que llegó a México en 1962 explica que en su libro La fábula del crimen ritual abordó el antisemitismo europeo entre 1880 y 1914 y ahora, en su título más reciente, Estrella y cruz (Taurus), presenta la vertiente positiva de este fenómeno: la conciliación judeo-cristiana que se dio de 1926 a 1965. La figura central de este análisis es el historiador francés Jules Isaac (1877-1963), autor de una serie de libros que ejercieron una influencia fundamental sobre el Concilio Vaticano II y sobre el cambio de actitud de las iglesias cristianas frente al judaísmo y los judíos. “Isaac es uno de los principales héroes de este libro. Él visitó al papa Pío XII en 1949 y lo convenció de modificar la liturgia del Viernes Santo, que se prestaba a una lectura antijudía. En 1960 se entrevistó con el papa Juan XXIII y su labor culminó con las declaraciones del Concilio, en las que se condena el error de quienes afirmaban que los judíos mataron a Cristo, la acusación de deicidio”, añade. El doctor por El Colegio de México aclara que Isaac fue un católico descendiente de militares galos que de pronto descubrió que era judío, razón por la que su esposa, su hija y su yerno murieron en un campo de concentración durante la Segunda Guerra Mundial. Por este motivo, entregó su vida a reanudar la amistad judeo-cristiana. Isaac era amigo de su padre, André Meyer, en cuyo archivo encontró cartas y documentos importantes de Jules, los libros que le dedicó afectuosamente y un cuaderno de apuntes de sus conversaciones. Payré, la persona de confianza de Isaac, también fue cercana a la familia Meyer, pues fue su doctora de toda la vida, y durante 30 años fue la secretaria de Amistad Judeo-Cristiana, agrupación fundada por Isaac.Es como una historia de familia. Encontré toda esa documentación de la amistad judeo-cristiana en la cual mis padres militaron y toda su relación con Isaac, quien luchó por erradicar lo que él llamaba ‘la pedagogía del desprecio’ entre los cristianos contra los judíos.
Ahora hablo de los cristianos, digamos, buenos que no sólo en ideas, sino en acciones, salvaron a judíos en la Segunda Guerra y prepararon el terreno para que se diera esa declaración en 1965”, añade.La historia de esta reconciliación, prosigue el investigador del CIDE, se remonta a 1926, cuando se fundó en Europa, con una dimensión internacional, un movimiento que se llamó Amigos de Israel.
Cuando decían Israel se referían al judaísmo, porque aún no se creaba el Estado hebreo. Fue un movimiento que tuvo mucho éxito, porque se afiliaron a él 18 cardenales, 400 obispos y cinco mil sacerdotes de todo el mundo, sin contar a los laicos”, señala.
Son ideas muy arraigadas. Se decía que el judío era abominable, que era errante por ese pecado de haber asesinado a Cristo, que su dios es el dinero y ahora que se han apoderado de Hollywood y de la economía mundial.
Lo importante de la declaración de 1965 es que la Iglesia católica renuncia a convertir a los judíos por la buena y por la mala y aclara que Cristo no maldijo a Israel, entre otras cuestiones”, apunta.El especialista en temas como la Cristiada y la Revolución Mexicana aclara que “hoy en la Iglesia católica no puede encontrar un catecismo o un libro de teología que diga la barbaridades anteriores, eso propicia más la reconciliación. El papa Juan Pablo II fue a Jerusalén, rezó en el Muro de los Lamentos y llamó a los judíos ‘nuestros hermanos mayores’. Antes eso era imposible”. Dice que al titular su libro Estrella y cruz pensó en Águila y Sol. “Es la misma moneda, pero tiene dos caras, el cristianismo y el judaísmo. No significa que los cristianos estemos equivocados, pero tampoco tenemos derecho a condenar a los otros, que tienen su misión y su vocación”. Meyer desea contribuir a consolidar el acercamiento entre los fieles de dos de las religiones más importantes. “Hace como 10 o 12 años, monseñor Carlos Aguiar Retes, el rabino Martin Rittner, de la sinagoga Bethel de Polanco, y yo fundamos la Confraternidad Judeo-cristiana en México, que es la continuación de la agrupación que formó Isaac.
Nos reunimos gente creyente de las dos familias espirituales a dialogar, a conocernos, hacemos una lectura en común, sobre todo los salmos del Antiguo Testamento. Y, como dato curioso, el papa Francisco acaba de nombrar como cardenal a monseñor Aguiar. Lo que es una buena señal”, concluye.