El artista representará este año a México en la 57 Muestra Internacional de Arte de la Bienal de Venecia. Llevará la instalación escultórica La vida en los pliegues CIUDAD
El artista Carlos Amorales (Ciudad de México, 1970) sabe bien que no se le puede considerar un mexicano típico, ya que su persona y la obra que produce no se encasillan en el cliché de lo que históricamente se ha promovido como arte mexicano. Pero tampoco representa ya al artista global que se la pasa de viaje por el mundo, pues desde hace más de una década lleva trabajando de forma sistemática en el país, además de que siempre se ha mantenido involucrado con lo que pasa en la escena mexicana y, sobre todo, con la producción de jóvenes artistas.
Amorales representará este año a México en la 57 Muestra Internacional de Arte de la Bienal de Venecia. Su proyecto La vida en los pliegues se presentará en la Sala de Armas de El Arsenal, una instalación que gráfica y escultóricamente conecta lo textual con lo fonético, mediante un proceso que reconfigura el lenguaje escrito, musical y visual, el cual forma parte de una investigación formal y conceptual que ha realizado durante el último lustro. Si bien en 2003 Amorales ya había presentado su obra en la Bienal de Venecia, como parte del pabellón de Holanda (junto a Alicia Framis, Meschac Gaba, Jeanne van Heeswijk y Erik van Lieshout), el escenario es diametralmente distinto, ya que hace una década su obra se sumaba a un proyecto multicultural y globalizador que hoy está en crisis, ya que están resurgiendo los discursos nacionalistas. “En 2003, cuando me invitó Holanda a la bienal, era un momento de mostrar una cierta apertura. Creo que entré de forma muy coyuntural, porque no es que hubiera una migración importante de mexicanos a Holanda, sino que me eligieron porque representaba lo latinoamericano. Se politizó mucho hacia ese tipo de discursos. Recuerdo que el lema era ‘We are the world’ (Somos el mundo). Siempre me pareció algo irónico, pero lo que veo ahora es que vamos a la inversa, donde se está poniendo en crisis a la globalización y donde vuelven los nacionalismos. Pero por suerte estoy justo en ese momento de bisagra, de cambios de paradigmas, porque si no, seguramente me pedirían mostrar cosas más mexicanas”. Si bien Amorales tiene claro que le interesa continuar con su propio proceso de investigación que ha desarrollado por años, también acepta que el hecho de representar a México sí se vuelve un factor que afecta su trabajo. “Es raro, porque muchas veces me siento como (Javier Hernández) Chicharito. Porque no sólo es que vas a presentar tu trabajo, sino que vas a representar al país, entonces eso de alguna forma afecta. Nunca he sido un mexicano típico, no me siento el paradigma de la mexicanidad, pero tampoco estoy del otro lado, no soy el artista que promueve los valores de la globalización. Si bien mi vida la he hecho en distintos países, en los últimos años me he relacionado mucho con México, me he interesado activamente con lo que pasa aquí, sobre todo en el campo artístico, y tengo un diálogo muy fluido con artistas jóvenes, ya sea como mentor, como asesor o como cuate. Sí me siento conectado, no en el sentido de representación, sino en el de pertenecer”. La vida en los pliegues forma parte de la investigación que Amorales ha desarrollado desde 2010, cuando empezó a fragmentar su Archivo líquido, un banco de imágenes que fue convirtiéndose en signos que le han servido para poner en crisis los sistemas de comunicación escrita. “Lo que voy a presentar es un alfabeto codificado, pero tiene la peculiaridad de que ‘suena’, ya que cada letra es una ocarina (instrumento de viento). Originalmente el proyecto se había desarrollado a nivel gráfico, pero ahora la idea fue ver cómo se le asignaba a cada letra un sonido, para ya no sólo intervenir la escritura, sino también el habla”. En esencia, explica el artista, lo que busca es trabajar sobre la idea de que las piezas artísticas se puedan concebir también como una herramienta, que al mismo tiempo que funcionan como una imagen puedan ser activadas a través del performance, para que todo el proceso de abstracción del lenguaje decante nuevamente en una figuración. Cuestionado sobre qué tanto La vida en los pliegues reflejará la problemática económica y social que vive el país, Amorales aseguró que es algo que estará presente en su obra. “Es importante referirme a lo que pasa en el país, sí me interesa, pero no quiero revelarlo ahora, porque estoy justo en ese proceso. Todo este esquema conceptual, formal y abstracto lo llevo a una figuración porque sí me interesa encontrar una metáfora que me permita hablar de cómo me siento aquí. No deja de ser el Pabellón de México ni dejo de ser mexicano, pero siento que debo hacerlo de modo inteligente, desde mis herramientas y no llegar ahí sólo a llamar la atención, hay que tener cuidado. Si se vuelve sólo un acto activista para aparecer en los diarios, puede ser efectivo, comunica algo, pero creo que el arte tiene otros niveles de profundidad y me gustaría que ocurriera de otra forma”. Amorales reconoció que trabaja a contrarreloj debido a que la convocatoria del Instituto Nacional de Bellas Artes tardó mucho en elegir un proyecto para representar a México en la Bienal de Venecia. “Cuando me plantearon concursar lo primero que pregunté fue si tenía que inventar algo nuevo que tratara de deslumbrar a todos o si tenía que continuar con mi propio proyecto artístico. En ese momento me di cuenta de que a mis 46 años tengo una trayectoria, llevo un buen rato produciendo, y lo que debía hacer era proponer algo de lo que ya estaba haciendo. Tal vez algo que me hubiera tomado seis meses ahora lo tengo que refinar en poco tiempo, pero es algo que agradezco. Lo que estoy haciendo es tomar del bagaje que estoy haciendo y tratar de ser consecuente con lo que hago. Por otro lado, tengo una estructura, siempre he mantenido mi estudio y eso me permite trabajar como cinco personas. Parece poco tiempo, pero no es la primera vez que me pasa. Recuerdo que alguna vez Yvon Lambert me dijo que quería inaugurar su nueva galería en Nueva York con una muestra mía, pero que la inauguración era en mes y medio. Sabía que era importante, que lo iba a ver mucha gente y lo hicimos. Creo que tengo la experiencia para reaccionar con poco margen de tiempo”.