CIUDAD DE MÉXICO. El edificio es, en verdad, impresionante. Situado sobre una pequeña colina, se tiene la impresión de llegar a un lugar soñado, irreal…”. Así describió el reportero Raúl Cosío a la Sala Nezahualcóyotl
El edificio es, en verdad, impresionante. Situado sobre una pequeña colina, se tiene la impresión de llegar a un lugar soñado, irreal…”. Así describió el reportero Raúl Cosío a la Sala Nezahualcóyotl el día de su inauguración, hoy hace 40 años, en la crónica que publicó Excélsior.
De los automóviles bajaban elegantísimas damas vestidas de largo, apoyándose en los brazos de esforzados y solemnes caballeros, recorriendo pasillos y escalinatas entre las sombras de la noche, rodeados por minúsculos abismos que albergan enormes masas de lava volcánica que tomaban las más caprichosas formas”, comentó en la nota aparecida en la Sección B el 2 de enero de 1977.Considerada por su belleza arquitectónica y su ingeniería acústica como una de las mejores del continente, la Sala Nezahualcóyotl cumple hoy cuatro décadas de haber abierto sus puertas al público con un concierto que ofreció la Orquesta Filarmónica de la UNAM, bajo la batuta del maestro Héctor Quintanar. La inauguración corrió a cargo de Guillermo Soberón, entonces rector de la máxima casa de estudios. Y el programa musical incluyó, según crónicas de la época, la obra Fiestas, compuesta ex profeso para la ocasión por Quintanar; la Sinfonía india de Carlos Chávez, diversas piezas de música virreinal mexicana interpretadas por la soprano Irma González, y el concierto Emperador de Ludwig van Beethoven, con la participación del pianista alemán Hans Richter-Hasser. Diseñada por el arquitecto mexicano de origen catalán Arcadio Artís Espriú (1946) y el ingeniero acústico estadunidense Christopher Jaffe, sobre una superficie de nueve mil 500 metros cuadrados y con una capacidad para albergar a dos mil 269 personas, fue el primer recinto del Centro Cultural Universitario que se terminó.
Patrullas en los cruces, en las entradas a los estacionamientos, para indicar el camino a los intrépidos viajantes que habían acertado a llegar a las inmediaciones del IMAN”, apuntaba la crónica de Cosío aludiendo a lo lejano del paraje donde fue edificada, “un gran círculo de lava con vegetación agreste”.A 40 años de haber dado vida al edificio de cinco plantas sobrepuestas en forma de herradura, éste sigue vigente “porque su diseño parte de una limpieza geométrica y de la comprensión total del fenómeno musical trasladado a sus formas”, considera Artís Espriú en un comunicado difundido por la UNAM. A la hora de diseñarla, Artís partió del escenario, un espacio que debería alojar a 110 músicos, rodeados de público, se apunta en el documento. Las butacas del aforo se dispusieron en forma de abanico alrededor del escenario y se escalonaron a partir del coro hasta el punto simétricamente opuesto.
En la sala todo tiene un sentido”, dice el proyectista. “Los páneles quebrados de madera que recubren el interior distribuyen mejor el sonido y evitan los ecos. El plafón enorme que está suspendido sobre el escenario, elaborado con esferas y prismas acrílicos, ilumina la orquesta y afina la sala, es decir, su altura es ajustable para proyectar el sonido en diferentes direcciones”.Su diseño, semejante al de la sala de conciertos de Berlín, rompe con el tradicional rectángulo y propone el escenario adelantado para propiciar un contacto más directo de los músicos con el público. Éste fue sugerido por Eduardo Mata, el célebre director de la OFUNAM que alentó no sólo el desarrollo artístico de la orquesta universitaria, sino también la creación de un recinto definitivo para la agrupación. La sala fue construida durante nueve meses de intenso trabajo, con un costo aproximado de mil 600 millones de pesos de esa época.