Canek Sánchez Guevara (La Habana, 1974-Ciudad de México, 2015) decidió siempre conjurar su pasado. Si en la cinta Diarios de motocicleta(Walter Salles, 2004) se ve al Che Guevara viajar de sur a norte por el continente, el mayor de sus nietos resolvió peregrinar en el sentido opuesto: desde México a la selva del Amazonas; solamente llamó a las crónicas de su viaje Diario sin motocicleta.
“El Che va del sur al norte y se encuentra con la Revolución. Canek viaja de norte a sur, pero ya con la Revolución de regreso, ya ocurrió, ya pasó, ya la está criticando, él va de regreso”, dice Alberto Sánchez, padre del escritor, fotógrafo y editor fallecido el año pasado. Como en ese mismo acto de escape, Canek pasó el resto de su vida: eludiendo en todo momento su vínculo con uno de las estandartes principales de la idea de revolución en América.
“Prácticamente no usaba su segundo apellido para no cargar con ese fastidio de tener que ser leído como nieto del Che; eso siempre afecta, yo lo veía con mi esposa, con Hilda, impone demasiado el mito, la gente siempre está comparando a este con aquel. Es realmente una carga en la espalda de la que hay que zafarse para sentirse un poco libre, ese tremendo fantasma que está mediando siempre, ya sea por el cariño que le tiene la gente al Che o por el repudio que otros le pudieran tener”, recuerda Alberto.
Pero Canek no sólo escondió su linaje, también renegó del comunismo y de Fidel Castro, de la falta de libertades en Cuba y del uso del poder como forma de control. El único terreno donde encontró sosiego fue la literatura. Comenzó a escribir con mayor fuerza en 1996, cuando se estableció en Oaxaca, y se lo tomó en serio. Su “obra más acabada”, en la que trabajó desde 2003, aparece ahora de manera póstuma: se trata de una novela corta, compuesta de pequeños capítulos, que lleva por título
33 revoluciones (Alfaguara, 2016).
En la novela que da título al libro, Canek dibuja la apabullante vida monótona en Cuba, el desgaste del discurso revolucionario y la insignificante rendija de luz que se abre cuando muchos deciden abandonar la isla en medio de una destartalada balsa. El libro aparece junto a otros ocho relatos, escritos en diferentes lugares y épocas, donde Canek desborda su facultad para economizar el lenguaje y adentrarse en las formas de hablar y las costumbres de los países por donde deambuló, así como para mostrar su particular punto de vista acerca del asfixiante absurdo que recorre las calles de algunas ciudades latinoamericanas.
DEAMBULAR
Alberto Sánchez siguió de cerca la escritura de
33 revoluciones y de muchos otros relatos. Desde Francia, Canek le enviaba siempre los borradores. Piensa que llegó un momento en que su hijo vio la novela como su trabajo más terminado; él agrega que también significó dejar de lado la historia de la que siempre huyó: “con este libro se valoriza él mismo, deja de ser el nieto del Che por el cual todo mundo lo calibraba, pensaba o miraba, para ser finalmente un escritor”.
La vida de Canek no debió ser fácil, pues siempre estuvo marcada por el peregrinaje que sus padres se vieron obligados a hacer. Hilda, hija del Che Guevara; Alberto, un partidario de la extrema izquierda en México. “Canek nació en La Habana, de ahí salió muy pequeño, como a los dos años, su madre y yo salimos de la isla para continuar nuestra militancia rumbo a Europa”. Allá, la familia vivió en Italia, en Barcelona y en otras ciudades.
Al inicio de los años 80 regresaron a México. En 1986, cuando Canek tenía 12 años, su madre decidió volver a Cuba. “En La Habana descubre al entrar en la escuela que es nieto del Che, una figura enorme que empieza a apabullarlo. En la casa no se hablaba de eso, ni su madre ni yo le decíamos ‘mira quién es tu abuelo, tú traes sangre heroica’, eso no existía, Hilda nunca lo quiso ni yo me metía; ella lo había sufrido y cuidó que sus hijos no llevaran en la espalda esa carga tremenda que la gente te impone”.
Hilda falleció de cáncer en la isla, cuando apenas tenía 39 años, Canek regresó a México para vivir con su padre y, nuevamente huyendo de su pasado, decidió refugiarse en Oaxaca, donde se mezcló con el mundillo cultural, comenzó a escribir más formalmente y conoció a su esposa, una pintora francesa. Para entonces ya tenía claras sus ideas políticas y sus declaraciones a una revista mexicana causaron revuelo: un descendiente del Che Guevara en contra de la revolución que él mismo había fraguado.
Canek, recuerda su padre, decía: “mi crítica a Cuba es porque no es comunista ni democrática; al contrario, sofocó los elementos que normalmente existen en un movimiento revolucionario, esos elementos que son libertarios, que son las fuerzas creativas. Cuando la revolución accede al poder, los poderes revolucionarios sofocan todas esas fuerzas que se habían liberado en un estallido y congelan el Estado, lo institucionalizan”.
Instalado en Francia, con su esposa y un hijo, Canek publicó junto a Jorge Masetti —también hijo de un compañero de lucha del Che— el libro
Les héritiers du Che, antes había publicado en México el poemario
Diario de Yo. Malogrado a causa de la muerte en el quirófano, mientras era sometido a una operación a corazón abierto, Canek dejó decenas de relatos que siguen inéditos. Cuando su padre ofreció
33 revoluciones a diferentes editores en el mundo, todos quisieron publicarlo. El libro aparece además en 25 países, traducido a 15 lenguas. Su
Diario sin motocicleta también ha comenzado a aparecer bajo el sello Pepitas de Calabaza. Se trata de cuatro volúmenes de los cuales sólo ha aparecido uno.