El artista cubano es daltónico y perdió el sentido del olfato, lo que ha definido su producción plástica CIUDAD DE MÉXICO. Michel Mirabal (La Habana, 1975) sólo distingue colores primarios. El resto del mundo l
Michel Mirabal (La Habana, 1975) sólo distingue colores primarios. El resto del mundo lo ve en una gama de grises. Y en esa incertidumbre de no mirar con exactitud, consigue crear obras pictóricas de mucha carga tonal. Rojos, azules y verdes saturan sus composiciones. Obras que crea desde la intuición.
“Soy daltónico y de niño perdí el sentido del olfato, entonces sólo tengo la intuición”, comenta quien recibió el Honoris Causa por el Senado de la República. “Es prácticamente trabajar a ciegas”, añade el artista que trabaja en una nueva serie pictórica para exhibir en la próxima feria Art Basel Miami.Cuando habla de intuición, Mirabal se refiere al simple acto de sentir los colores e imaginar cómo se verían uno encima de otro. Sólo imaginar, pues en su mirada no hay más que tonos de grises. Y aun cuando parece imposible, ha conseguido obras reconocidas internacionalmente, y que pertenecen a colecciones de museos como el Rockefeller, el de Bellas Artes de Medellín y Bogotá, además de las colecciones de Gabriel García Márquez, entre otras. De las series más conocidas de Mirabal destaca la de las banderas. Un conjunto de pinturas del símbolo patrio de Cuba que pintó en gran formato, e intervino con otros materiales que identifican la cultura cubana: “Yo buscaba un símbolo común para los cubanos que estuvieran en cualquier parte del mundo y la bandera fue el mejor, a partir de ahí empecé a mezclarlas con flores, con tuercas, periódicos, o arroz y empecé a hacer una obra de arte para expresarme”. Son interpretaciones personales sobre la bandera en colores reales: rojos y azules. Visiones parciales de un símbolo nacional. También ha intervenido el lábaro de Estados Unidos y de otros países. Y lo ha hecho igual con otros iconos culturales creados por el sistema para criticarlos: “Lo que me interesa es que la gente de Cuba pueda expresarse a través de mi arte”, apunta. Además de banderas, sus pinturas son también sobre las calles de La Habana. Obras que se han expuesto en París, Nueva York, Los Ángeles, Buenos Aires y Bogotá. Piezas que estaban saturadas de color no sólo por el daltonismo, sino porque era una manera de manifestarse. Exteriorizar su energía. Pues si algo ha hecho el arte por Mirabal es reorientar sus emociones. Concentrar su energía en una actitud positiva: “Yo nací en un barrio muy pobre y era un niño difícil, pude ser un delincuente o un hombre marginal. Pero el arte me salvó, siempre digo que me rescató de las malas energías”. La pintura, insiste, lo rescató: “El arte me hace canalizar esa violencia que tenía dentro, me cambió como ser humano, me permitió expresar mis sentimientos, mi ira, y mis emociones de otra manera”. Su trabajo le ha merecido reconocimientos como la Beca Rockefeller, y ha participado en más de 57 muestras personales y colectivas en Argentina, Canadá, China, Estados Unidos España, Gran Bretaña, y otros. Desde los cuatro años, Mirabal dibuja. Y a los siete, cuando por un golpe perdió el sentido del olfato, se concentró más en el arte. Prefería, cuenta, pintar que salir a la calle. “Era un niño agresivo por eso me sirvió mucho el arte, para cambiar mi manera de expresarme”. Lo que manifiesta en su obra es el contexto social de su país. Así, sus obras coloridas hablan del panorama gris de la juventud y la niñez en Cuba, señala: “Siempre he tratado de trabajar con los niños sin padres, o padres que están en la cárcel y apoyarlos porque me preocupa esa juventud, lo mal que está la isla”.