Edgardo Aragón interviene la casa del proyectista con la instalación Hípico. Música, caballos y arquitectura CIUDAD DE MÉXICO. Si el arquitecto Luis Barragán concibió que los muros de su casa proyectaran la luz
Si el arquitecto Luis Barragán concibió que los muros de su casa proyectaran la luz natural, también lo hizo con el sonido. Y a cada habitación dotó de una acústica particular. Sonoridad que ahora hace de guía en la intervención de Edgardo Aragón (Oaxaca, 1985). Son tres músicos dispersos en las habitaciones que interpretan fragmentos de blues, corridos, música popular mexicana y clásica.
Manuel M. Ponce fue el primer compositor mexicano que agarró algo popular para convertirlo en sofisticado. Me interesaba en el sentido de ser parte de la creación e invención de un país y su identidad a lo largo del siglo XX, y el sistema político en el que vivimos”, explicó el artista.Patrick Charpenel, coordinador de Estancia FEMSA, detalló que Aragón trabaja con el paisaje desde una perspectiva económica, cultural y política. Investigaciones que terminan en un mapa del territorio. En este caso fue el entorno personal del arquitecto mexicano. “Existe un matrimonio grande e importante entre sonido y música, es la manera de medir y entender el espacio en el que estamos. En un lugar construido, es la manera cómo se comporta el sonido, cómo se ajusta en una casa”. En este mapa, Aragón mezcla música abstracta del siglo XX con clásica en piano, que Barragán escuchaba en el tapanco; mientras que en la biblioteca están dos saxofones interpretando corridos de caballos de la Revolución. “Con el último músico hay una computadora que interpreta unas grabaciones que se hicieron con silbato de la muerte, que era la trompreta para anunciar la matanza en otro pueblo. En todas las habitaciones hay un silbato que está interpretando este sonido junto con los músicos”. La investigación del espacio llevó al artista a los caballos como tema; animales que fascinaban al arquitecto al entenderlos como símbolo de la colonización. Pues llegaron a México desde España como herramientas de guerra, carga y construcción. Y, al final, quedaron como representación del agotamiento de una sociedad no lograda. “Los fragmentos de corridos refieren a los caballos desde la Revolución hasta nuestros días, la historia del caballo como símbolo de nuestra identidad que pasó de la guerra a convertirse en un objeto sofisticado de las élites mexicanas”. En este sentido la instalación cuestiona la construcción de la identidad a partir de mitos posrevolucionarios. Una reflexión sobre la condición actual del país y el fracaso de un desarrollo social. “Es una interpretación de todo lo que se ha entendido como nacional, lo que estoy tratando de decir es que México es una construcción de 100 años, un país que se inventa en los años 30 con Vasconcelos, y nosotros compramos esa idea y lo manejamos como tal”. La intervención se podrá escuchar seis sábados continuos, y entre semana se transmitirá una grabación de la pieza sonora.