Para Juan Diego Flórez “la música clásica es como el jazz, o te gusta o no te gusta”, sin importar condición, como a él, un hijo del rock con pocos medios, que hoy celebra un recital benéfico en el Teatro Real de Madrid por 20 años de éxito.
“Para mí esto no es un trabajo, sino un placer como el mejor champán”, afirmó el intérprete peruano en una rueda de prensa celebrada en la sede de la Fundación Telefónica, impulsora del evento, en la que recreó sus comienzos, cuando empezó a formarse en solfeo con la idea de ser algún día “un cantautor” del estilo de su compatriota Gianmarco.
“Aunque quizá hubiese acabado como Enrique Iglesias”, bromeó.Fue un profesor el que lo inició en el ámbito de la zarzuela y el que, ante su falta de medios económicos, le animó a aprovechar la instrucción gratuita del conservatorio, “aún con el afán de aprender más para la música pop”. Después se integraría en el Coro Nacional de Perú, que lo “envolvió en este mundo mágico” de la música clásica, y llegarían una beca a Filadelfia y su inesperado debut en 1996 en Pésaro (Italia), en sustitución del tenor principal de Matilde de Shabran, obra de su compositor fetiche, Gioacchino Rossini. Allí lo vieron los directivos de La Scala de Milán, quienes arreglaron una audición ante el mismísimo Ricardo Muti, entonces director musical de ese coliseo, que lo contrató para inaugurar la temporada. Tenía solo 23 años. “Fueron tiempos duros, pero felices, porque eso es lo que quería hacer”, dijo Flórez, que haría crecer aún más su fama con el famoso bis de 2007 en La Scala, en el estreno de La hija del regimiento de Gaetano Donizetti. “Blasfemia”, dijeron algunos, entre los aplausos de otros muchos.