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Hoy es domingo, 24 de noviembre de 2024

Retrato Hablado: André Breton, el profeta inconforme

El miércoles se cumple medio siglo de la muerte del famoso poeta y escritor francés, precursor y principal promotor del movimiento surrealista CIUDAD DE MÉXICO. Devoto del esoterismo y las ciencias ocultas, mís

Retrato Hablado: André Breton, el profeta inconforme

  • El miércoles se cumple medio siglo de la muerte del famoso poeta y escritor francés, precursor y principal promotor del movimiento surrealista
CIUDAD DE MÉXICO.

Devoto del esoterismo y las ciencias ocultas, místico revolucionario de la palabra, y poeta de vocación filosófica, André Breton siempre puso en claro que había nacido bajo el signo de Piscis, el 19 de febrero de 1896, aunque existe una controversia al respecto, porque hay quien establece como su verdadera fecha de nacimiento el 18 de febrero, y entonces, considerando las fechas astrológicas que determinan los signos zodiacales, su horóscopo resultaría completamente distinto.

Sin embargo, esta aparente menudencia tendría muy poca importancia, como señala el catedrático y traductor español José Ignacio Velázquez en su introducción a Nadja (1928) —el libro que casi con toda unanimidad es considerado su obra más representativa—, si no fuera porque Breton le concedió una atención mayúscula al significado y a las implicaciones de su carta astral, e incluso, en el Primer manifiesto del surrealismo (1924), en el que expuso en papel las intenciones inaugurales del movimiento artístico del cual es considerado fundador y teórico principal, escribió: “¿no soy yo el pez soluble?, ¡he nacido bajo el signo de Piscis y el hombre es soluble en su pensamiento!”.
De igual forma, si bien el escritor francés nunca fue pródigo en anécdotas acerca de su infancia, en ese Primer manifiesto también apuntó: “El hombre, ese definitivo soñador (...) si conserva alguna lucidez no puede sino volverse hacia su infancia que, por destrozada que haya sido por sus educadores, no por ello le parece menos plena de encantos. La ausencia de cualquier rigor conocido le permite la perspectiva de varias vidas simultáneas”. ESENCIA SUBVERSIVA Cuando estalló la Primera Guerra Mundial, Breton interrumpió los estudios que apenas comenzaba en la Facultad de Medicina, y trabajó en un hospital militar. En esos años fue atraído por las ideas de Freud y Jarry, y conoció al escritor Jacques Vaché, quien lo alumbró con su influencia en muchos sentidos. También publicó sus primeros poemas, que serían reunidos en Monte de Piedad (1919), y se relacionó de manera cercana con Guillaume Apollinaire —el inventor del término “surrealista”–, por quien sentía una profunda admiración y a quien rindió un homenaje, al momento de su muerte, designando con el nombre de “Surrealismo” al grupo que fundó junto a Phillippe Soupault, y al que pertenecerían, entre muchos otros, Aragon, Éluard, Leiris, Desnos, Buñuel, Dalí, Char y Tzara. “El surrealismo no es una poesía sino una poética y aún más, y más decisivamente, una visión del mundo”, anotó Octavio Paz en El arco y la lira, y líneas adelante afirmó: “la verdadera originalidad del surrealismo consiste no solamente en haber hecho de la inspiración una idea sino, más radicalmente, una idea del mundo.” Y como punto de partida de esta nueva visión del mundo pueden tomarse Los manifiestos del surrealismo (1924, 1930, 1942), de los que el poeta argentino Aldo Pellegrini  resaltó –en el prólogo a la primera edición en español– su “calidad altamente subversiva”, una característica incendiaria que los hace figurar “entre las expresiones fundamentales de este siglo (...), porque estos textos, esencialmente disconformistas, dan justamente en la llaga del conformismo y la domesticidad, cualquiera que sea su color o su posición, tanto de derecha como de izquierda”. Esos tres escritos primordiales y vanguardistas, el último de los cuales se titula Prolegómenos a un tercer manifiesto del surrealismo o no, tienen “un estilo apasionado, violento, de frases incisivas, arrebatadas, de ritmo cambiante, a ratos sereno, a ratos agitado por una extraña vitalidad. Breton utiliza en ellos el instrumento de la revelación poética; el instrumento y el lenguaje. Sólo la poesía tiene ese carácter estremecedor que la hace difícilmente soportable por las conciencias intranquilas. Breton es fundamentalmente un poeta, y al poeta corresponde ese grado de lucidez irrenunciable que todo lo cuestiona, ese tono de acusación que no se detiene ante nada”, explicó Pellegrini. PUREZA SALVAJE En 1938, investido con el magnetismo del visionario que había propiciado la apertura de nuevas brechas para el arte y la literatura, Breton pisó tierras mexicanas por primera vez en el puerto de Veracruz, y fue recibido por Diego Rivera antes de trasladarse a la Ciudad de México. Su visita respondía al encargo oficial de pronunciar una serie de conferencias, pero de algún modo también parecía propiciada por la idea que el poeta galo tenía de que México era “poco menos que una encarnación viviente y cotidiana del surrealismo”, como acota la crítica literaria e investigadora Fabienne Bradu, en el libro André Breton en México. De los casi cuatro meses que estuvo en nuestro país, en compañía de su esposa Jacqueline Lamba, se recuerdan con especial interés las charlas que mantuvo con León Trotski en la Casa Azul de Coyoacán, que redundaron en la redacción del Manifiesto por un arte revolucionario independiente, que al final, a raíz de una serie de desencuentros políticos, Breton firmaría junto a Rivera, en sustitución de Trotski. Durante la Segunda Guerra Mundial, el autor de Los campos magnéticos (1920) —una recopilación de textos de escritura automática—, Los vasos comunicantes(1932), El amor loco (1937), Fata Morgana (1940) —ilustrado por el pintor cubano Wilfredo Lam—, y Antología del humor negro (1940, revisada y aumentada en 1950), muy difundida y leída con profusión, se instaló en los Estados Unidos, luego de pasar un periodo difícil en Martinica, del que dejó constancia en Martinica encantadora de serpientes (1948). Regresó a Francia en 1946, en donde todavía tuvo intensos años de actividad artística —en los que, entre numerosas colaboraciones, exposiciones y publicaciones, destaca la aparición de Campo libre (1953) y Constelaciones (1959), un conjunto de poemas que escribió para “ilustrar” una serie de pinturas de Joan Miró—, hasta que murió, a consecuencia de una crisis cardiaca, el 28 de septiembre de 1966. En el ensayo André Breton o la búsqueda del comienzo, que forma parte del libro Estrella de tres puntas. André Breton y el surrealismo, Paz señaló: “Escribir sobre André Breton con un lenguaje que no sea el de la pasión es imposible. Además, sería indigno. Para él los poderes de la palabra no eran distintos a los de la pasión y ésta, en su forma más alta y tensa, no era sino lenguaje en estado de pureza salvaje: poesía”. Y en un capítulo de La otra voz. Poesía y fin de siglo, el Nobel mexicano de literatura evocó con admiración la figura del poeta surrealista: “En sus escritos tanto como en su vida, la libertad y la poesía aparecen con el mismo rostro de llama, simultáneamente seductor y tempestuoso”.