• Hoy se conmemora el 30 aniversario luctuoso del más reconocido escultor británico durante el siglo XX

CIUDAD DE MÉXICO

El escultor británico Henry Moore hizo mármol, madera y bronce a la figura humana. En especial la de la mujer. Siluetas en gran formato de madres con hijos, grupos familiares y figuras reclinadas. Algunas amorfas o surrealistas que también pueden ser animales u objetos inanimados. Mismas que ocuparon espacios urbanos como el Metro de Londres o culturales como el Museo de Arte Contemporáneo de Hiroshima. Esculturas que le merecieron ser el artista británico más importante del siglo XX. Y a 30 años de su muerte –que se conmemoran hoy- su obra se mantiene presente en la escena del arte.

A través de la Fundación Henry Moore, que el propio artista fundó en 1977, y del Instituto Henry Moore, las esculturas y los dibujos del artista, nacido en 1898, son una suerte de voz, representación, de la escultura británica como disciplina formal y el momento de modernidad. Ello al modelar figuras que transitan entre lo abstracto y lo surrealista, y ofrecen una dimensión humana y sicológica de la escultura. Del surrealismo se apropió su estilo de formas biomórficas, y sugiere que el humano puede ser reducido a la esencia. Sus esculturas se identifican por contener el vacío. Secciones dentro de la estructura sin volumen, y rodeadas por formas onduladas, inspiradas en paisajes naturales o, en muchas ocasiones, la imaginación de quien nació en el poblado de Castleford. Piezas como Óvalo con puntas (1968), Pieza de bloqueo (1963), Gran figura de pie: filo de cuchillo (1976), Figura reclinada en dos piezas número 2 (1960), Figura reclinada (1982) y Formas conectadas reclinadas (1969). Moore comenzó sus estudios en la Leeds School of Art y en 1920 viajó a Francia y a Italia, donde conoció el trabajo de Paul Cézanne, Pablo Picasso y Amedeo Modigliani. En 1921, estudió en el Royal College of Art de Londres, época en que quedó atraído por las expresiones artísticas no occidentales, como el arte africano y, en especial, el precolombino. Los años 30 fueron de mayor experimentación para el artista influenciado por el constructivismo y el surrealismo. Se centró en formas biomórficas, y las obras de su época refieren que la figura humana puede ser fragmentada en partes hasta quedar en lo esencial. Y a medida que maduraba su estética, Moore se interesó en la utilización de tres dimensiones que dieron origen a los “agujeros”, esos espacios vacíos en sus esculturas. En 1933, el artista formó parte del grupo Unit One, que integraba a pintores, escultores y arquitectos vanguardistas como Barbara Hepworth (1903-1975), Ben Nicholson (1894-1982), Paul Nash (1889-1946) y el crítico Herbert Read (1893-1968). Y a pesar de coincidía poco con la corriente surrealista, Moore se aproximó a los defensores del movimiento en Inglaterra y expuso en 1936 en la International Surrealist Exhibition de las New Burlington Galleries de Londres. A finales de los años 1940, Moore comenzó a producir esculturas moldeando la figura en arcilla o yeso antes de terminar el trabajo en bronce. Después de su gran retrospectiva en el Museum of Modern Art de Nueva York, en 1946, Moore inició una etapa de dibujos y estudios que reflejaron la vida doméstica familiar, la ajena y propia. La mujer sola o acompañada por un niño, tema que ya había aparecido con frecuencia en su obra anterior, se convirtió en el gran protagonista a partir de entonces. Dos años después, la Bienal de Venecia le concedió el Premio Internacional de Escultura, que consolidó su reputación internacional. Consagrado como el mejor escultor británico, Moore murió el 31 de agosto de 1986 en Hertfordshire a los 88 años y fue enterrado en la Catedral de San Pablo de Londres. Sus obras influyeron a artistas británicos e internacionales como sir Anthony Caro, Phillip King, Eduardo Paolozzi y Kenneth Armitage.