Yishai Jusidman inaugurará su individual que parte del primer pigmento creado sintéticamente, el cual también se asocia con los campos de concentración CIUDAD DE MÉXICO. “Son cuadros de la luz de un ocaso que n
“Son cuadros de la luz de un ocaso que nunca termina”. Así define el curador Cuauhtémoc Medina la serie Azul de Prusia, del artista mexicano Yishai Jusidman. La desolación de las obras no es sentimentalista, sino innata a su materia prima. Emerge de su color principal: el azul de Prusia. El primer pigmento creado por el hombre en una síntesis química, y asociado a la historia de Alemania. En específico a los campos de exterminio donde fueron asesinados seis millones de judíos durante la Segunda Guerra Mundial. Pues la fusión del ácido tóxico que se rociaba hizo una reacción química con el yeso de los muros similar al óleo azul, y sobre las paredes de las cámaras de gases aún quedan huellas de esta tonalidad sombría.
Después de indagar en archivos fotográficos de los campos de concentración, Jusidman (Cd. de México, 1963) replicó estas escenas usando el mismo pigmento. La serie se exhibe por primera vez en el Museo Universitario Arte Contemporáneo (MUAC) a partir del 27 de agosto. En un montaje más cercano a una instalación que a un recorrido museográfico. Medina explica que los cuadros llevan marcos elegidos especialmente y no hay un trayecto específico. No se trata de una lectura moralista sobre el Holocausto, sino de sumergir al espectador en una serie de reflexiones: el horror de la historia de la humanidad, la representación ética y estética del Holocausto en la pintura y la relación de la imagen con referente políticos-sociales. Para el curador la serie requiere de la capacidad de meditación de los espectadores. Primero porque la composición de las obras, en las que no hay representación humana, resulta compleja y podría llegar a la abstracción. Segundo porque al pararse frente a una pintura estéticamente bella que representa el horror de la muerte genera una reflexión íntima, casi obligada. Es válido, dice Medina, preguntarse la pertinencia de crear algo bello de un horror humano: “La virtud de la pintura es embellecer todo lo que representa, ese es su pecado original”. La historia del azul de Prusia está trazada por el pasado de Alemania. Se trata del pigmento artificial más antiguo que se convirtió en la representación del inicio de la modernidad en la pintura y pronto se incorporó en la tradición pictórica europea. Fue descubierto por el químico Heinrich Diesbach en Berlín, en 1704, y en la edad renacentista los artistas lo usaron tanto que crecieron su valor hasta compararse con las hojas de oro. Entre los siglos XVIII y XIX fue el color de los uniformes militares prusianos, pero quedó marcado cuando se encontró su similitud con el ácido Zyklon B, usado en los campos de exterminio nazi. Lo que hizo Jusidman, quien estudió en la Universidad de Nueva York, fue componer una representación pictórica cuyo origen es el imaginario social; fotografías reinterpretadas desde la frialdad del color azul en combinación con tonalidades marrón. Así el artista hace una protesta por el silencio de la pintura ante el Holocausto, un hecho histórico abordado en literatura, teatro, cine y otras artes. Medina, quien hizo la curaduría de la muestra en colaboración con Virginia Roy, detalla que Jusidman es un pintor de profundidad intelectual con preguntas sobre los medios de representación de la disciplina. “Pertenece a la generación significativa del arte mexicano de los años 90; sus exhibiciones eran sorprendentes porque en contra de la idea de una pintura expresiva y personal, él venía a plantear siempre series que obstruían lo que la gente esperaba de la pintura tradicional. Por ejemplo hay una serie de esferas que hizo mostrando que había modos de perspectiva que no esperábamos que existieran, eran paisajes que tienen perspectiva pero no el tradicional punto de fuga, sino otras desconocidas”. También hizo una serie de pinturas casi monocromáticas en las que después de un tiempo de mirarlas se revelan figuras de geishas trazadas en blanco. Un juego entre la percepción y la representación. Con estos ejercicios estéticos, el artista analiza qué puede hacer la pintura después del minimalismo, “qué hacemos con la pintura después de que su naturaleza ha sido tratada”. En Azul de Prusia, las escenas son espacios vacíos, desolados. Sin presencia humano. Apenas, en algunos casos, aparecen bosques. Y esta frialdad hace pensar en la representación de la humanidad sin necesidad de materializar su existencia. De igual forma cristaliza la maldad y el horror inmateriales del Holocausto. Medina destaca dos piezas que refieren a momentos extremos de la de la historia de la imagen: Una imagen es de la Galería Nacional en Múnich donde fue la exposición del arte alemán en el momento más decisivo del proyecto nazi; la otra es la pintura de una foto borrosa tomada por los miembros del comando especial de presos que cremaban los cadáveres.El propósito de la pintura moderna era pintar algo que no se hubiera pensado, y somos los que pensamos que mucha de la pintura hoy no ha encontrado su existencia. Entonces es importante cuando vemos a un pintor abordando el problema del lugar de la pintura ante una gran sofisticación de la precariedad”, afirma el curador.