CIUDAD DE MÉXICO. Para Isamu Noguchi (1904- 1988) no había escultura independiente de la arquitectura. Su denominada “escultura de espacios” tenía como último fin volverse relevante en la vida cotidiana. Una resbaladi
Para Isamu Noguchi (1904- 1988) no había escultura independiente de la arquitectura. Su denominada “escultura de espacios” tenía como último fin volverse relevante en la vida cotidiana. Una resbaladilla, un columpio o los cubos de juego de un parque infantil, también incluían una reflexión sobre la distribución, la composición urbana, el recorrido personal, el equipamiento o la jardinería.Noguchi trabajó en decenas de proyectos para parques y jardines, pero sólo dos le han subsistido: el Moerenuma Park en Sapporo, Japón, y el Playscape de Atlanta, Estados Unidos. Cuatro esculturas lúdicas diseñadas por Noguchi para este último jardín han sido reproducidas con el aval de la Fundación Isamu Noguchi de Nueva York para sumarlas a la colección del Museo Tamayo Arte Contemporáneo con motivo de la muestra Los parques de Noguchi, inaugurada anoche por el secretario de Cultura, Rafael Tovar y de Teresa, que por primera vez presenta en el país el trabajo del multifacé- tico artista estadunidense de origen japonés. “En 50 años que Noguchi desarrolló proyectos de parques y jardines, no fueron tantos los que se llevaron a cabo, pero casi todos subsisten en maquetas”, explicó Manuela Moscosa, curadora de la muestra. El recorrido arranca con una sala donde se han concentrado los modelos que Noguchi ideó para el espacio público, iniciando con el de Kodomo No Kuni, en Yokohama, Japón, cuya construcción inició en 1968 y no se terminó sino hasta 2005; un año después sería desmantelado por falta de recursos. “Noguchi tuvo doble nacionalidad, nace en Los Ángeles, es hijo de un escritor, a los 12 años se va a vivir a Japón con su madre y crece allá, pero vuelve a Estados Unidos para estudiar la Universidad; para él era necesario hacer una convergencia entre estas dos formas de pensamiento, la idea de meditación, de exploraciones, a él le interesaba también el modernismo muy occidental, de la forma mínima, del cemento, trabaja de hacer converger estas dos formas de ver el mundo”, señaló Moscosa. Aún muy joven, el escultor viajó por Francia, Inglaterra, China y México y se interesó por el decorado teatral colaborando en una veintena de obras de Martha Graham. De esta etapa también se da cuenta en la exposición, sobre todo en la idea del objeto como algo funcional y concibiendo el mobiliario escénico como una extensión del cuerpo. Al acabar la primera mitad del siglo XX, fue cuando Noguchi se interesó más en el espacio al aire libre. Pero en realidad, la visión de Noguchi abarcó múltiples campos. Buena parte de su carrera la dedicó a diseñar utensilios funcionales como lámparas como la Akari, mesas, sillones o cerámica. En el Tamayo se han integrado alrededor de medio centenar de piezas entre maquetas, bocetos, escenografías y fotografías. Incluso, se ha intentado recrear un espacio con su estilo en el vestíbulo del edificio, colocando un Octetra de concreto pintado de rojo, concebido por Noguchi para el espacio público. La tercera parte de la muestra incluye la reproducción del mobiliario que se agrega a la colección del museo. Si bien no existe el mismo estudio que el artista realizaba del terreno donde trabajaba, en uno de los jardines que rodean el Tamayo se han colocado un Columpio (ca. 1975-76), una serie de Cubos de juego (1968) y una Escultura de juego (1975-76).