- De visita en México para dar una conferencia en el Museo Tamayo, la curadora española y directora del Instituto de Arte de la Academia de Arte y Diseño de Basilea plantea el final de la historia del alfabeto y el surgimiento de códigos mixtos de entendimiento
CIUDAD DE MÉXICO.
Para Chus Martínez, actual directora del Instituto de Arte de la Academia de Arte y Diseño de Basilea, el arte sigue siendo relevante porque se ocupa de temas y complejidades que aparentemente son banales, pero que a largo plazo resultan ser muy productivas.
“En esa banalidad (del arte) hay una gran poesía y en esa poesía hay una gran inteligencia. Lo que hay que rescatar es la inteligencia de la pieza, porque la banalidad es una forma de comunicarse con el público”, explica la curadora española, quien visitó México para dar una conferencia en el Museo Tamayo como parte de la exposición
Octopia, de Eduardo Navarro.
Martínez (Coruña, 1972) ha sido en la última década una de las curadoras más influyentes en la escena internacional. Formó parte del equipo curatorial de la Documenta 13, en Kassel, fue curadora en jefe de El Museo del Barrio en Nueva York, curadora en jefe del Museu d’Art Contemporani de Barcelona y directora del Frankfurter Kunstverein.
Actualmente, como directora de la Academia suiza, Martínez plantea un modelo educativo que tenga a la producción artística como eje rector del esquema pedagógico, además de que propone una recuperación de los oficios como herramienta para proponer nuevos esquemas de experimentación en la escena contemporánea.
La curadora también está convencida de que como humanidad nos encontramos al final de tres mil 500 años de historia del alfabeto como principal código y base de nuestra concepción del tiempo histórico, pues las palabras, dice, ya no son suficientes para describir el mundo.
¿Cómo describe el arte el fin del alfabeto?
No es el final de nada, simplemente que los códigos van a ser mixtos. Lo que sí es una realidad es la superación de la filosofía clásica de la historia y del modelo crítico de pensamiento. Eso no es algo que me esté inventando, simplemente está sucediendo. Lo que nos preocupa ahora es ver qué va a reemplazar a estos modelos. Hay formas positivas de ver ese reemplazo, pero estamos ante formas muy complejas, muy híbridas y no hay un modelo único.
Por eso me gusta el arte, porque se entretiene en complejidades que son muy productivas y sobre todo tienen casi una banalidad, pero en esa banalidad hay una gran poesía y en esa poesía hay una gran inteligencia. Lo que hay que rescatar es la inteligencia de la pieza, porque la banalidad es una forma de comunicarse con el público.
¿El dirigir una academia de arte, qué tanto la ha alejado de la curaduría?
En lo absoluto. Como de educación o pedagogía no sé nada, trabajo con gente que tiene nociones pedagógicas, pero siempre desde la práctica artística y de la curaduría. La idea de hacer es lo que mantiene todo el proyecto. Yo escribo como nunca y con mis alumnos producimos obra y a eso le llamamos estudiar. En realidad la academia lo he reducido a parámetros que puedo controlar.
¿Por qué cree que no han permeado tanto nociones como la transmutación, que describe en la obra de Eduardo Navarro?
Hace 22 años, me impresionaba cuando leía a Donna Haraway (autora de
Manifiesto para cyborgs: ciencia, tecnología y feminismo socialista a finales del siglo XX) y me caí de la silla, pero su trabajo no tenía un gran impacto. Las cosas tardan un tiempo en ser absorbidas, pero hay diversas formas de pensamiento que no son heroicas, que no están vinculadas a una política adorniana, hegeliana o marxista, de la dialéctica clásica de la premodernidad y la modernidad, y que han tardado mucho en crear una agencia en las cabezas y en la imaginación de la gente. Si tú hablas del postcapitalismos de la crítica, del postcapitalismo tardío, de Michel Foucault o de Giorgio Agamben, todo mundo sabe medianamente cuáles son los términos. Pero si hablamos de personajes como Donna Haraway o muchos otros, que tienen otros
palabros y otras jergas, simplemente no lo tienen tan presente o de plano no lo manejan. Pero eso no significa que no haya calado, que no lo han manejado otros. En ese sentido, sí creo que los artistas son como esponjas, se han metido diversas nociones que son fundamentales en el cuerpo y en la obra y han transformado los materiales de un modo que aún no es visible, pero que está haciendo clic, porque ya no es ajeno, aparece cada vez más y eso altera nuestra visión, por ejemplo, de la tecnología.
¿Si no es el fin de una era, en dónde está el arte?
Todo mundo habla del
post-digital art, pero tal cosa no existe. Estamos en una era en donde hay una coexistencia entre nuestra vida, la naturaleza y la tecnología. Debemos de replantear cómo esta coexistencia debe ser entendida, no sólo en términos de información, sino de género y de creación social. No nos podemos quedar sólo con la crítica mediática de que la tecnología es mala o perniciosa. En este sentido, la lógica del modelo crítico de pensamiento es algo que hemos tenido que aprender y que nos ha servido, pero que no nos conduce mucho más allá. Es importante reprogramarnos con otras formas de pensar, y eso es más fácil decirlo que hacerlo, pero creo que los artistas lo están haciendo y seguramente cuando nos hayamos expuesto a muchas obras como
Octopia, de Eduardo Navarro, nos daremos cuenta, porque no es algo que pase con una obra, sino que va calando.
¿Dónde y cuándo?
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Octopia
- Eduardo Navarro
- Museo Tamayo (Reforma y Gandhi, Bosque de Chapultepec)
- Hasta el 3 de julio de 2016.