CIUDAD DE MÉXICO. De acuerdo con la tradición oral, el 23 de febrero es considerado como el nacimiento de Cuauhtémoc, el último tlatoani mexica. Según la historia, después de su ejecución, sus fieles guerreros tra
De acuerdo con la tradición oral, el 23 de febrero es considerado como el nacimiento de Cuauhtémoc, el último tlatoani mexica. Según la historia, después de su ejecución, sus fieles guerreros transportaron sus huesos a su lugar de nacimiento: Ixcateopan de Cuauhtémoc, un pequeño pueblo en la montaña en la parte sur del estado de Guerrero.
Cuauhtémoc ha sido para la población indígena de México un símbolo de resistencia contra los conquistadores y un emblema de su identidad étnica y cultural, por lo que no es sorpresa que durante los cinco días de celebración, el pueblo es invadido por bailarines aztecas de todo el país. Las danzas y ceremonias se llevan a cabo casi sin descansos durante día y noche, transformando las silenciosas calles del pueblo en un vibrante espectáculo de plumas y huesos, copal y cuerpos pintados, acompañada de los ritmos de los tambores y las caracolas. El epicentro de la celebración es la iglesia, donde los supuestos restos del último emperador se encuentran exhibidos. Toda la parafernalia católica fue removida hace tiempo, así que el templo emite un espíritu puramente indígena con decenas de cuerpos camuflados que huelen a incienso y se mueven en círculos hipnóticos. Aunque la celebración tiene un aire de carnaval y muestra algunos de los mejores trajes indígenas, la ceremonia tiene un gran sentido espiritual para los participantes, quienes ven ésta como una manera de preservar y representar sus raíces. Algunos grupos de bailarines viajan desde distintas partes de México para honrar a Cuauhtémoc con un solo baile. De acuerdo con los habitantes de Ixcateopan de Cuauhtémoc, la celebración se ha hecho desde hace treinta años, más o menos. Sorprendentemente, la parte comercial del evento aún no va más allá de algunas artesanías para decorar los atuendos de los bailarines. Incluso los locales, para quienes el evento representa una oportunidad anual de levantar la economía del pueblo, se niegan a sacar provecho de la celebración y ofrecen sus patios para que los visitantes acampen gratis. Aunque la celebración cuenta con todo para convertirse en un centro del turismo, la meta no es vender, sino representar y recordar su identidad. Por miles de años la danza fue un elemento crucial en la tradición cultural y espiritual de los pueblos mexicanos. Aunque tuvieron que adoptar ciertos simbolismos bajo las políticas de la iglesia durante el periodo colonial, los gachupines nunca pudieron suprimir la danza, que se convirtió en una manera de preservar y transmitir el conocimiento a las siguientes generaciones. Y así se siente esta celebración, cinco días de tambores y bailes en tierra sagrada para reconectarse, reunirse y bailar para librarse de las reglas impuestas que han sido obligados a cargar los últimos 500 años. Puedes leer la nota original en *Este contenido es publicado con autorización de Vice.