- El arquitecto mexicano sostiene que la fama de la influyente escuela de diseño se debió
a un ardid mediático auspiciado por dos de sus directores
Ciudad de México.- Cuando el crítico Nikolaus
Pevsner (1902-1983) publicó en 1936 su célebre libro Los pioneros del diseño moderno: de William Morris a Walter Gropius, afirmó que la Bauhaus fue resultado exclusivo de su primer director. De acuerdo con el teórico de la arquitectura, la escuela de diseño fue “obra de un genio creativo total, fascinante por su vitalidad y completa en sus planteamientos, así como en sus detalles”.
Pevsner había omitido explicar que Gropius (1883-1969) se convirtió en director de la escuela en abril de 1919, en medio de una convulsión social y política que atormentaba a Alemania y que el surgimiento de la Bauhaus había sido resultado de la fusión de la Escuela Superior de Bellas Artes y de la Escuela de Artes Aplicadas de Weimar. La Staatliche Bauhaus abrió con 150 estudiantes en los edificios que había levantado
Henry van de Velde (1863- 1957) en 1907 siendo director de la Escuela de Artes y Oficios.
Ni Gropius fue el artífice esencial ni Bauhaus fue “la culminación de la evolución del diseño moderno”, sostiene Antonio Toca Fernández, quien ha bajado del pedestal a la acreditada escuela de diseño alemana para estudiarla en su libro Bauhaus: mito y realidad (UAM, 2016) que se presenta hoy en la Feria del Libro del Palacio de Minería.
Toca dice que el movimiento que se desarrolló en torno al diseño no sólo fue protagonizado por
Bauhaus y que tampoco el diseño inició su desarrollo ahí; considera que si bien fue importante la escuela alemana, en la Unión Soviética nacieron a la par los Vkhutemas o Talleres Técnico-Superiores del Estado “más avanzados que la
Bauhaus”. La crítica no queda allí, el autor retoma la versión de que la fama de Bauhaus fue más bien un ardid mediático de dos de sus directores: el primero, Walter Gropius, y el tercero, Ludwig Mies van der Rohe (1886-1969).
Bauhaus, dice, “es una escuela que ha tenido enorme importancia, a la que se le dio muchísima difusión después de clausurada, sobre todo en Estados Unidos. Ahí se hizo toda una mitología: fue presentada como la única escuela o la escuela más importante de diseño en Europa”. El arquitecto explica que tras el nombramiento de Adolf Hitler como canciller de Alemania, los integrantes de la escuela debieron abandonar el país.
La Bauhaus había abierto en 1919 y el periodo de entreguerras mantenía desestabilizada toda Alemania. “Hubo una convulsión social y muy diversas corrientes políticas, desde grupos de extrema derecha, de donde surge el partido nazi hasta de extrema izquierda con el Partido Comunista Alemán; los enfrentamientos se dieron también dentro de la escuela. Gropius trató de mantener un imposible equilibrio entre ambas corrientes; sin embargo, tanto profesores como alumnos tenían una postura política”.
En 1933, tras el cierre de la escuela, los maestros —aun no siendo judíos— se ven forzados a salir de Alemania. Gropius y Van der Rohe se van a EU. Hans Mayer, tercer director de la Bauhaus y un acérrimo comunista, sale a la Unión Soviética. En EU, las cosas se facilitan para los dos conocidos miembros de la escuela, quienes se cuidan de no ahondar mucho en su pasado.
“En EU ocultan su filiación política, aunque en el caso de ambos era neutra. En EU se adaptaron fácilmente al sistema y promovieron de ellos mismos una visión como luchadores antinazis, aunque nunca lo fueron”. Toca dice que tuvieron simpatía con el movimiento socialista que había acontecido en Alemania, incluso Gropius hizo un monumento a los caídos de una revuelta social de 1923 y Van der Rohe uno más dedicado a Rosa Luxemburgo.
La manera de presentarse cayó muy bien en su nuevo país.
“Todo eso después lo ocultaron rápidamente al llegar a Estados Unidos, ellos se presentaron como luchadores sociales, pero del lado de los buenos, de los que habían estado en contra de Hitler, lo cual no fue cierto. Los dos intentaron congraciarse con (Joseph) Goebbels para tener trabajo con el nuevo régimen, pero ni Goebbels ni Hitler estaban de acuerdo con el tipo de arte y arquitectura que hacían y los mandaron a volar”.
En Bauhaus: mito y realidad, el autor revisa el surgimiento del diseño moderno desde la gran importancia que tuvo en Inglaterra durante el siglo XX, su traslado a Alemania y el ambiente en que se desarrolló Bauhaus, así como su decadencia. En el libro se ocupa de la influencia que tuvo la escuela alemana, sobre todo en México. Aquí llegó, a finales de los 30 y principios de los 40, Hans Mayer, invitado por Lázaro Cárdenas.
“Lo invitan a participar en el IPN, que estaba fundándose, y pasa a ser director del Instituto de Planificación, que fue el primero de ese tipo en América Latina, pero al cambio de régimen con Manuel Ávila Camacho se combate esa corriente socialista y el instituto es clausurado por falta de recursos”, señala. La influencia no sólo llegó ahí. Toca dice que Bauhaus ha influido en la academia mexicana. Por ejemplo, la Universidad Autónoma Metropolitana aún tiene, en el plan de estudios de la carrera de diseño, un curso introductorio básico que define el perfil de sus estudiantes. En la Bauhaus se llamó vorkurs y “el de la UAM es influencia directa de aquel”.