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Hoy es sábado, 23 de noviembre de 2024

A 100 años de la ausencia de Henry James

CIUDAD DE MÉXICO. Henry James es “el primer novelista verdaderamente moderno en lengua inglesa”, afirma el crítico y narrador inglés David Lodge en El arte de la ficción, un libro que usurpa el título de un reputado e

A 100 años de la ausencia de Henry James

CIUDAD DE MÉXICO.

Henry James es “el primer novelista verdaderamente moderno en lengua inglesa”, afirma el crítico y narrador inglés David Lodge en El arte de la ficción, un libro que usurpa el título de un reputado ensayo del escritor estadunidense que adoptó la nacionalidad británica un año antes de su muerte, ocurrida en Londres el 28 de febrero de 1916. Para Lodge, quien también firmó la biografía novelesca ¡El autor, el autor!, que se inmiscuye en el transcurso de los años que James residió en la capital británica, el autor de Retrato de una dama(1881) —obra de linaje balzaciano que Harold Bloom enjuicia como “la mejor novela escrita en Estados Unidos”—, era “poco menos que un virtuoso en la manipulación del punto de vista” que elegía para contar sus historias, y agrega: “no creía que la verdad última sobre la experiencia humana pudiera ser nunca establecida, pero desarrolló una técnica narrativa que colmaba cada fisura con el metal extraído de la veta de la información”.

Sutil e inventivo “Hijo mayor del teólogo del mismo nombre, que había dejado el rígido calvinismo por la doctrina visionaria de Swedenborg”, informa Borges al inicio del volumen que le concede en su Biblioteca personal —compuesto por las ficciones La lección del maestro (1892), La vida privada (1892), y La figura de la alfombra (1896), “una suerte de símbolo de toda su vasta obra”—, James nació Nueva York el 15 de abril de 1843, y “desde el principio”, sigue Borges, “no ignoró que era un espectador, no un actor, de la vida. A lo largo de su obra comprobamos que fue un espectador sutil e inventivo”. Hermano menor del filósofo y pionero de la sicología moderna William James, se educó en Ginebra, Londres y París. Ingresó a Harvard en 1862 con el fin de estudiar leyes, pero en menos de un año renunció para aplicarse a la literatura. En 1864 publicó su primer cuento, A tragedy of error, y su debut novelístico Guarda y tutela apareció en 1871. Vivió por temporadas en París, Roma, Florencia y Venecia, y a partir de 1877 se estableció en Londres. Tuvo una ajetreada y cautelosa vida social, y publicó en abundancia: Roderick Hudson(1875), que profundiza en los contrastes entre las costumbres estadunidenses y las tradiciones europeas, un tema que James insiste en escudriñar en las novelas El americano (1877) y Los europeos (1888); Daisy Miller (1879), el único de sus libros al que faltó poco para convertirse en un bestseller, y Los papeles de Aspern (1888), una excursión a los linderos de la vida privada de los escritores y sus afanes. Alentado por “la codicia de algún posible oro”, incursionó en el teatro con la obraGuy Domville (1895), pero el día del estreno recibió tajantes abucheos que marcaron el inicio de su fracaso como dramaturgo, aunque a la postre llegó a escribir una docena de obras teatrales. El escritor irlandés Colm Tóibín, quien noveló la vida de James en The Master. Retrato del novelista adulto, agrupó una selección de sus relatos en la antologíaNueva York —cuya culminación llega con la novela breve Washington Square (1881)—, y al presentarla refiere que el trabajo literario de James “apostaba por la idea de “que se podía resistir y hacerse responsable, que se podía aspirar a una fama que iba más allá del dinero”. Un explorador de la conciencia Perspicaz y minucioso “pintor de la vida”, como él mismo definió a sus faros literarios: Shakespeare, Cervantes, Balzac; y terco explorador de los paisajes de la conciencia, James elaboró marañas narrativas cargadas de significados que no resultan simples y cuyas insinuaciones a pinceladas desconciertan tanto como engatusan, en novelas de extraordinaria industria entre las que sobresalen Lo que Maisie sabía (1897), Las alas de la paloma (1902), Los embajadores (1903) y La copa dorada (1904). También escribió los libros de viajes La escena americana (1907) yHoras italianas (1909), y no dudó en apuntar el estilete de su prosa hacia los meandros del quehacer literario, produciendo una sólida obra ensayística reunida en libros como Partial Portraits (1888), o el volumen póstumo El arte de la novela(1934), que acompañan y desbastan su prolífica obra narrativa. Al respecto, en La ciencia de la crítica (1899) comentó: “Uno ve al crítico como el auténtico ayudante del artista, el guía que porta la antorcha, el intérprete, el hermano. Cuanto más se observe el tono y más se respete la dirección, más disfrutaremos de la utilidad de una literatura crítica”. En el prólogo de la novela La princesa Casamassima (1886) —una obra que junto aLas bostonianas (1885) y La musa trágica (1890) forman una especie de “tríptico novelesco” en torno a cuestiones sociales, como anotó el escritor español Carlos Pujol en el texto El encuadernador y la princesa, pero con el que James no se propuso “hablar de los obreros como tales, ni quería salirse de los únicos conflictos que le interesaban: los secretos impulsos que hay que descubrir en los repliegues más escondidos de la vida interior”—, el autor de historias más que insólitas, escalofriantes, como Otra vuelta de tuerca (1898) y La fontana sagrada(1901), argumenta a manera de resumen y atinada reflexión de su oficio: “si te pones a escribir sin llevar en ti mismo la raíz del asunto, si no tienes el sentido de la vida y la imaginación penetrante, no eres más que un pelele ante todo lo que se revela y afirma; pero si cuentas con esas otras armas, no estás realmente desamparado, siempre te queda algún recurso, aunque tengas delante un misterio como un abismo”. rafamirandabello@gmail.com