Infanta Cristina y su marido, ante la justicia por corrupción
PALMA DE MALLORCA.
La hermana del rey de España, Cristina de Borbón, se sentó ayer por primera vez en el banquillo de los acusados, imputada de fraude fiscal en un juicio por corrupción protagonizado por su
PALMA DE MALLORCA.
La hermana del rey de España, Cristina de Borbón, se sentó ayer por primera vez en el banquillo de los acusados, imputada de fraude fiscal en un juicio por corrupción protagonizado por su marido.
En la primera sesión de un macrojuicio que debe durar hasta junio, tanto su defensa como la fiscalía desplegaron un arsenal de argumentos ante tres juezas de Palma de Mallorca, en las Islas Baleares, para intentar que la infanta no sea procesada.
Pero a la espera de que el tribunal decida, Cristina, de 50 años, tuvo que sentarse junto a los otros 17 acusados en una sala presidida por el retrato de su hermano, Felipe VI, jefe de Estado desde la abdicación de su padre, el rey Juan Carlos, en junio de 2014.
La sesión, dedicada a cuestiones de procedimiento, duró casi 13 horas, con algunas pausas. El juicio se reanudará el 9 de febrero y el tribunal anunció que decidirá como a más tardar ese día si se juzga o no a la infanta.
“¡Los Borbones, a los tiburones!”, “¡España, mañana, será republicana!”, gritaban manifestantes a la puerta del tribunal.
Cristina llegó junto a su esposo, Iñaki Urdangarin, exmedallista olímpico de balonmano. La pareja vive desde 2013 en un exilio en Ginebra junto a sus cuatro hijos.
La segunda hija de Juan Carlos enfrenta cargos por dos delitos fiscales en relación con la presunta malversación de 6 millones de euros (6.5 millones de dólares) por Urdangarin y un exsocio de éste, Diego Torres.
Los dos hombres están acusados de prevaricación, malversación, fraude, delito fiscal, tráfico de influencias, falsedad, estafa, falsificación y lavado de dinero. El fiscal pide para ellos 19.5 años y 16.5 años de cárcel, respectivamente.
La infanta siempre ha asegurado desconocer esos negocios y haber confiado ciegamente en su marido, del que se negó a divorciarse pese a la presión de la Casa Real, determinada a limitar los daños a su ya maltrecha imagen.
Urdangarin y Torres son sospechosos de inflar contratos firmados entre 2004 y 2006 por una entidad sin ánimo de lucro que dirigían, el Instituto Nóos, con los gobiernos regionales de Baleares y Valencia.
Después, estos beneficios fueron supuestamente desviados a empresas pantallas encabezadas por Aizoon, propiedad de la infanta Cristina y su esposo.
La hermana del rey enfrenta una petición de pena de 8 años, pero únicamente por parte de una acusación popular –la asociación ultraderechista Manos Limpias–, dado que ni la fiscalía ni la Hacienda pública actuaron contra ella.
Ahí radica su esperanza de escapar al juicio: una hora después de la apertura del proceso, su defensa argumentó que no puede ser juzgada si únicamente es acusada por una acción popular.
“Lo apoya una doctrina consolidada del Tribunal Supremo, ratificada por el Tribunal Constitucional”, afirmó uno de sus abogados.
También se manifestaron en este sentido la abogada de la Hacienda pública y el fiscal. Este último dijo incluso disponer de un nuevo informe, según el cual la infanta no cometió delito fiscal.
La acusación popular es un derecho recogido en la Constitución, defendió por su parte la representante de Manos Limpias. “Todos los ciudadanos somos iguales ante la ley y por lo tanto no pueden ser de aplicación doctrinas anacrónicas”, que equivaldrían a “un privilegio”, aseguró.
CRISTINA, DE PRINCESA A VILLANA
Cristina de Borbón, una infanta moderna, deportista y profesional es desde hace cuatro años la paria de la familia real española, vetada de todas las ceremonias oficiales.
Algunos la consideran altiva y arrogante, pero Consuelo León, coautora de una biografía editada en 1997, describe a Cristina como una princesa “tímida e introvertida” tras “una infancia muy protegida”.
Nacida el 13 de junio de 1965 en Madrid, era considerada la más divertida y rebelde de los tres hijos de Juan Carlos, intelectual y deportista. En 1988 participó en los Juegos de Seúl como miembro del equipo olímpico de vela y abanderada de España.
Se convirtió en la primera mujer licenciada de la realeza española y se fue a vivir con 27 años a Barcelona
En 1997, su boda con un plebeyo, jugador del FC Barcelona de balonmano, marcó un apogeo en la popularidad de la familia real.
La “infanta catalana” regaló al país un momento inhabitual de comunión nacional, casándose con un vasco en Barcelona.
“A pesar de todo, de los presuntos delitos, de las infidelidades de él, sigue enamorada, dispuesta a acompañarle hasta más allá de la cárcel”, afirma. “Si no, se hubiera divorciado, como se lo han pedido el rey y su hermano”, dice Jaime Peñafiel, cronista de la monarquía.
IÑAKI FUE EL YERNO IDEAL DE LOS REYES
Iñaki Urdangarin, un deportista olímpico apuesto y casado con la hija menor del rey de España pasó de ser el yerno ideal a la “oveja negra” de la familia real y su presencia vetada en cualquier acto público.
Durante 14 años fue miembro de pleno derecho de la familia real: desde el 4 de octubre de 1997 –fecha de su boda con la infanta– hasta el 12 de diciembre de 2011, día en que fue declarado persona non grata por el palacio y apartado de cualquier acto oficial.
“Iñaki es bueno, bueno, bueno, buenísimo; un hombre atento, cortés, bien educado, y por otra parte muy animado, muy alegre, dinámico”, le confió la reina Sofía en 2008 a la periodista Pilar Urbano.
Nacido el 15 de enero de 1968 en la pequeña localidad vasca de Zumárraga, Iñaki es el penúltimo de siete hermanos y hermanas de una familia discreta.
Pasó su infancia en en Barcelona, donde años después se convirtió en capitán del FC Barcelona de balonmano y de la selección española, con la que conquistó dos medallas de bronce en los Juegos Olímpicos de Atlanta y de Sídney.
Tras los juegos de Atlanta colgó los hábitos de deportista en 2000.
Su destino pareció torcerse al comenzar a estudiar una maestría, pues ahí conoció a Diego Torres, que se convirtió en su socio y después en su peor enemigo judicial.