• Nos duele profundamente cuando uno de nuestros abuelitos se nos va para siempre
La Paz, Baja California Sur- “El abuelito que llega con nosotros, transcurre su vida con nosotros y se va dignamente; porque
el Asilo se preocupa y se ocupa de darle un lugar digno para su descanso final. No porque no tenga familiares se va a la tristeza de una fosa común”, dijo la directora del Asilo San Vicente de Paul María Odalis Sarmiento Rodríguez, quien además sostuvo: “esa es la parte difícil, porque al igual que sucede cuando se nos va un familiar querido, los abuelitos y nosotros hemos integrado aquí una gran familia y nos duele profundamente cuando se nos va”.
Afecto y comprensión es lo que más demandan nuestros ancianitos
Explica que las damas Vicentinas “quienes desinteresadamente han hecho grandes cosas para el asilo”, consiguieron los espacios en el panteón Jardines del Recuerdo para darles cristiana sepultura y afirma: “aquí mismo se les hace una misa de cuerpo presente, se ora por ellos y los que puedan acompañarlo al panteón, lo hacen”.
Añade que para hacer más llevaderos estos casos difíciles, ahí se les brinda atención y servicio sicológico y espiritual, además de tanatología: “porque cuando uno de nuestros abuelitos se nos va, eso nos causa a todos un gran dolor y una profunda consternación”.
Aclara que por sobre todas las cosas, las abuelitas y abuelitos ahí recluidos están faltos de afecto, de cariño, de comprensión, porque en su mayoría no tienen familia: “otros fueron abandonados y su familia no se preocupa por ellos, aunque buscamos rescatar eso y en ocasiones lo logramos, pero en otras no”.
Por eso tal vez pide: “que por sobre todas las cosas les traigan mucho afecto, ya que ellos están deseosos de palabras de comprensión y de abrazos fraternales” y por eso también reafirma que uno de los principales objetivos consiste no únicamente en brindarles el cobijo y alimento: “sino darles calidad de vida… Sumarles vida a los años de nuestros abuelitos y abuelitas”.
• La demencia senil, uno de los más grandes problemas al interior del asilo
Previamente y con toda amabilidad la directora había aceptado acompañar al reportero de El Independiente para que realizara una visita al interior del Asilo. Y así lo hicimos, logrando constatar la limpieza y sobre todo la inmensa paz y tranquilidad que ahí se respira.
Hay, al interior un área destinada para los hombres y otra para mujeres en donde en estos momentos se atiende a 50 ancianos, aunque asegura que hay capacidad para 60, “pero no disponemos de suficiente personal para atender a los 60 y es por eso que permitimos nada más 50, ya que la intención es atenderlos bien como ellos se merecen”, dice.
Fue así cómo nos enteramos de la atención esmerada, pero sobre todo con afecto que se les otorga a los ancianitos. Todos ellos, perfectamente limpios en su persona, lo mismo que sus habitaciones, y el local en general.
Fue así como en ese recinto destinado para ellos, alcancé a observar a un hombre que sufre demencia, y que su tiempo lo ocupa en desplazarse caminando constantemente por todos los pasillos: “él es José, al único que se le permite que aquí pida sus comidas cuando él quiere o cuando tiene hambre. Es decir, a la hora que él quiere, porque su misma demencia no le permite saber de horarios para tomar sus alimentos”, explica nuestra acompañante.
Más allá, nos topamos con Cecy, a la cual uno de los estudiantes de enfermería que realiza su servicio social ahí, desplazaba en una silla de ruedas, y cuya dama detuvo nuestra marcha para interrogar a la directora: “¿señorita, no ha visto a mi mamá?, es que la ando buscando”. Para lo cual yo le preguntaría: “¿y cómo se llama tu mamá?”, respondiéndome: “mi mamá se llama Esperanza”. Cecy, es una ancianita que tiene 94 años, y, por ende, también sufre problemas de demencia.
Ya después en otro espacio del asilo, nos toparíamos con Yenny, quien a sus 66 años es sordomuda. Sin embargo, con expresiones guturales y constantes movimientos de sus manos se quiere dar a entender cómo puede, ya que al parecer la directora supo comprender lo que a través de sus gesticulaciones Yenny le decía.
“Hay aquí lamentablemente varios casos de demencia, sobre todo de Alzhéimer, tal vez por la edad, y porque no recibieron la atención necesaria a su debido tiempo”, me dice la directora mientras seguíamos caminando.
Más adelante, al detenernos frente a otro anciano, no sin antes platicar un rato con él, María Odalis Sarmiento, me comenta: “Carlitos, es un caso especial; ha sufrido mucho. Hace tiempo se nos informó que en una casa estaba un hombre mayor que era maltratado. Cuando fuimos lo encontramos sangrando de su rostro, porque había sido golpeado por su propio hijo. Enseguida a su hijo lo internaron en el área de siquiatría y nosotros nos trajimos a Carlitos. Después empezamos a llevarlo para que viera a su hijo, pero nos dimos cuenta que se afectaba más cada vez que iba a verlo y optamos por ya no llevarlo”.
Añade que inicialmente fue difícil la adaptación de este anciano, pero poco a poco lo han ido logrando: “y a veces Carlitos, es malhumorado y se pone medio “groserito”, pero hasta ahí nada más”, nos dice.
Habíamos concluido el recorrido y la directora nos dice: “le voy a comentar de un Ángel. Hace algún tiempo dos de nuestros abuelitos sufrían de cáncer de próstata, y nos decían que para ellos ya no había nada qué hacer. Pero yo misma me decía: es un ser humano y algo se puede hacer, entonces después de insistir ante varios médicos especialistas, un día encontramos a un Ángel”.
Afirma que se trata de un urólogo de apellido Viveros, quien aceptó gustosamente hacerles la intervención quirúrgica sin cobrarles nada: “y por eso, aunque no tengo el gusto de conocerlo personalmente, es considerado como un ángel”, indicó.
Por todo esto dejo este mensaje final:
“Quiero desde hoy preparar mi equipaje para guardar todo indicio de amistad, ternura, consuelo, caricias y amor que me hayan prodigado. Y, si pasado el tiempo, el destino me lleva a un claustro así, ¡estoy seguro que no he de sufrir!, pues conmigo llevaré mi maleta repleta con ese preciado tesoro, que seguramente gustoso podré compartir con esos seres a quien tanto les hace falta”.
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