• Existen muchas razones para solicitar la ayuda de los demás
Dionicio Lara Lucero
La Paz, Baja California Sur.- Son estos, los tiempos del buen samaritano; de los sentimientos nobles… de los hombres y mujeres de buena voluntad… de escudriñar ese blando corazón que muchos guardan en su pecho.
Tiempos de dar
Son pues, tiempos de frío, de buscar y demandar el calor humano… de tener compasión, de derrochar comprensión e irradiar amor.
Son, en síntesis, tiempos de dar… y también de pedir.
Y en estos momentos, cualquier razón es buena para solicitar la ayuda de los demás; los motivos y las razones los hay de sobra: el familiar enfermo, los centros de rehabilitación de drogas y alcohol, las niñas y los niños desvalidos, e inclusive inventar la existencia de causas ficticias, sin descartar el desamparo, la pobreza.
Y en el último de los casos, pudiera ser a través de la venta de objetos o de golosinas, a cambio de: “lo que usted me quiera dar… lo que sea su voluntad…”, o cuando menos pedir la ayuda a cambio de un trapazo en el parabrisas de su auto.
Es de observase a estas personas en las calles, a las afueras de los negocios, en los estacionamientos, en los atrios de las iglesias, en los parques y jardines, Etc., y al igual que en el resto del mundo, la mendicidad en México,-en donde no está exenta Baja California Sur-, se ha convertido en un fenómeno a la vista de los ciudadanos, pero invisible para las instituciones de asistencia social, que han preferido prestar oídos sordos y cerrar los ojos ante una realidad que salta a la vista de todos.
Para miles de personas, pedir limosna representa una forma de vida, -muy cierto- pero es indudable que, al mismo tiempo, esconde la existencia de redes de trata de personas que han hecho de esta actividad un muy lucrativo negocio, a través del cual se aprovechan de la población más vulnerables utilizando a niños, ancianos o personas con discapacidad.
Nada menos en 2011, el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) estimó que 150 millones de niños entre los 5 y los 14 años hacen trabajos forzados en algún rincón del mundo; advirtiendo que uno de esos trabajos es la mendicidad forzada; es decir, todas las actividades en las que una persona pide a extraños dinero argumentando pobreza, adicciones, donativos para causas ficticias o venta de objetos por debajo del costo real, como dulces, flores o dinero a cambio de una “cooperación voluntaria”, y cuyas ganancias son entregadas a un tercero.
En cualquier ciudad de nuestro país, este grupo se ha vuelto una parte del paisaje urbano, una realidad que todos quieren evadir a pesar de que está en todas partes, a cualquier hora del día, ya sea bajo un sol abrasador o bajo la lluvia más intensa; y en muchos de los casos se trata de los niños, las niñas, mujeres o indígenas más pobres.
Inclusive, trasciende que muchas personas en situación de calle, derivado de los altos ingresos económicos que esto genera, son explotadas por mafias, pues de acuerdo a un diagnóstico hecho por el Ayuntamiento de Puebla sobre las personas en situación de calle, este arrojó que el 37 por ciento gana 3 mil 600 pesos al mes; el 12.2 por ciento obtiene ganancias de 6 mil 500 al mes, y un 4.11 por ciento llega a obtener ingresos de hasta 9 mil 500 pesos por pedir limosnas.
El estudio está basado en una muestra de poco más de 600 personas que trabajan en condición de calle, abordando los perfiles de todas las edades, desde los niños de 10 años y como resultado de este diagnóstico, las autoridades investigarán a quienes lucran con las personas de la calle, debido a que detectaron que la mayoría de ellas paga cuotas para estar haciendo uso del espacio público.
Sin embargo, muy a pesar de la explotación del hombre por el hombre, y a pesar de que se trata de un delito tipificado para la prevención de la trata de personas en México, la autoridad ha sido omisa en el castigo a los responsables y hasta hoy sólo se ha dictado una sentencia contra quienes han forzado a menores a la mendicidad. los cuales habían sido entrenados desde bebés para rogar por dinero logrando juntar medio millón de pesos en un año.
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