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Hoy es domingo, 24 de noviembre de 2024

Mi lucha; edición crítica

BERLÍN. Durante 70 años, el ministerio de Finanzas del Land de Baviera tuvo un problema cuyas raíces comenzaron a crecer cuando un joven pintor aficionado decidió, a causa de un fracaso académico, convertirse en d

Mi lucha; edición crítica

Mi lucha; edición crítica BERLÍN.

Durante 70 años, el ministerio de Finanzas del Land de Baviera tuvo un problema cuyas raíces comenzaron a crecer cuando un joven pintor aficionado decidió, a causa de un fracaso académico, convertirse en dictador. En la primavera de 1907, Adolf Hitler intentó, junto a otros 133 candidatos, ingresar a la Academia de Bellas Artes de Viena. Tras dos exámenes, sólo 28 jóvenes fueron admitidos y el nombre de Hitler no figuraba en la lista de elegidos.

“Estaba convencido de que aprobar el examen sería un juego de niños. Estaba tan convencido que, cuando recibí el resultado, fue como si cayera un rayo del cielo sobre mí”, relataría más tarde el pintor frustrado. El fracaso convirtió a Hitler en aprendiz de dictador y lo impulsó para escribir un libro famoso y maldito que causó dolores de cabeza a los funcionarios del Ministerio de Finanzas bávaro a causa de una sentencia que se dictó en Múnich en 1948. El banquillo de los acusados que se celebró en octubre de ese año en la capital bávara estaba vacío y tampoco había un abogado que defendiera al acusado ausente, una contrariedad que no irritó a nadie en la sala por una razón de sentido común. El acusado, Adolf Hitler, se había suicidado con una pistola Walther calibre 7.65 milímetros el 30 de abril de 1945, en la soledad de su búnker en Berlín. El proceso fue breve y la decisión de la Corte otorgó al Ministerio de Finanzas de Baviera un título legal inédito. El juez, señalando que no era necesario mencionar las razones para declarar culpable al exdictador, sentenció que todos sus bienes en Baviera, incluidos los derechos de autor del libro Mi lucha, debían ser confiscados y pasar a manos de la administración bávara. La sentencia convirtió al ministerio de Finanzas bávaro en el propietario de los derechos de autor del libro, pero el regalo de la justicia, en lugar de enriquecer las arcas en ese entonces casi vacías del estado bávaro, obligó al ministerio a llevar a cabo una solitaria cruzada para impedir que la obra magna del Fürher volviera a ser editada en el planeta, una odisea que llega a su fin el próximo 31 de diciembre, fecha en que caduca el copyright de Mi lucha, medida que hará posible que cualquier editorial pueda volver a imprimirlo. Confrontado a la fatídica fecha, hace cinco años el prestigioso Instituto de Historia Contemporánea de Múnich tuvo una idea audaz y polémica. Para evitar nuevas ediciones financiadas por partidos de ultraderecha y nostálgicos del Führer, el Instituto ofreció reeditar el libro, pero con comentarios críticos. Tras una furiosa lucha con las autoridades bávaras, el Instituto recibió la luz verde en 2012 y encargó a cinco eminentes historiadores la tarea de analizar con lupa los comentarios y las ideas que plasmó Hitler en su famoso libro. El resultado ya está en la imprenta y, a comienzos de 2016, Mi lucha, una edición crítica llegará a las librerías alemanas en dos tomos, una edición de dos mil páginas con tres mil 500 anotaciones y a un precio de 59 euros. “Esta edición crítica que presentamos tiene dos direcciones muy concretas: es una edición de carácter académico y persigue también una función moral”, dijo el director del Instituto de Historia Contemporánea, Andreas Wirschig, en un encuentro con corresponsales extranjeros en Berlín. “Habría sido irresponsable permitir que semejante texto circulara a partir del 1 de enero sin equiparlo con comentarios que lo contextualicen”, añadió.

Hitler comenzó a escribir su famoso libro en 1924 cuando cumplía una condena en la prisión de Landsberg y escribió las últimas páginas en Obersalzberg, apacible lugar en los Alpes bávaros donde el dictador poseía una casa. La primera edición del primer volumen del libro vio la luz en 1925 y el segundo volumen se publicó en diciembre de 1926. Cuando Hitler llegó al poder en 1933 “la biblia profana del nacional socialismo” se convirtió en bestseller y gozó de una extraordinaria difusión mientras duró el III Reich, éxito que convirtió al dictador en millonario. Se cree que Mi lucha alcanzó una difusión de más de 12 millones de ejemplares y fue traducido a 16 idiomas.

Era costumbre, por ejemplo, regalar el libro a los novios en su boda y muchos alemanes lo adquirieron para mostrar su fidelidad al dictador. Todo cambió con la muerte de Hitler. Los ejemplares dedicados por el Führer se convirtieron en tesoros para coleccionistas y el Ministerio de Finanzas inició su cruzada para impedir nuevas reediciones, trabajo que dejó de tener sentido cuando internet invadió la privacidad de los hogares en todo el mundo. Los nostálgicos de Hitler siguen ofreciendo vía la red descargas gratuitas. Gracias al párrafo 89 del Código Penal alemán, que prohíbe usar símbolos o escritos que puedan ser vistos como propaganda para difundir el nacional socialismo, es poco probable que una editorial privada alemana reedite el libro, pero nadie sabe en Alemania lo que pasará en otros países. La edición crítica pretende contrarrestar, al menos en Alemania, que las ideas del Führer vuelvan a embrujar a la población como ocurrió en 1933. “Hitler era un demagogo clásico que mezclaba verdades, medias verdades y mentiras para intentar formular las bases de una ideología racista, antisemita y expansionista”, dijo Christian Hartmann, que dirigió el equipo de trabajo de edición. “Nuestro método ha sido sitiar su texto, también en el aspecto gráfico, cercándolo con anotaciones científicas que desmontan sus ideas”. Aun no está clara la reacción que tendrá entre el público la aparición de una nueva edición, y nadie sabe si el trabajo será aceptado por los posibles lectores que compren los dos tomos, pero el Instituto de Historia Contemporánea de Múnich tiene una certeza. La edición no será un bestseller – se podrán a la venta no más de cuatro mil ejemplares— y tampoco se quiere ganar dinero con la obra. “Los 59 euros no cubren siquiera el costo de producción”, dijo Simone Paulmichl, portavoz del instituto.