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Hoy es domingo, 24 de noviembre de 2024

El idioma habanero del escritor cubano Guillermo Cabrera Infante

CIUDAD DE MÉXICO. Guillermo Cabrera Infante (1929-2005) creó la imagen de La Habana “desde las palabras”, como Alejo Carpentier (1904-1980) lo hizo “desde el punto de vista barroco”, y José Lezama Lima (1910-197

El idioma habanero del escritor cubano Guillermo Cabrera Infante

El idioma habanero del escritor cubano Guillermo Cabrera Infante CIUDAD DE MÉXICO. Guillermo Cabrera Infante (1929-2005) creó la imagen de La Habana “desde las palabras”, como Alejo Carpentier (1904-1980) lo hizo “desde el punto de vista barroco”, y José Lezama Lima (1910-1976) desde el imaginario. “Hay un proceso muy importante en la literatura de Cuba, que es la creación de la imagen del país a través de la construcción de la imagen de La Habana. Y estos tres escritores crean definitivamente ese universo”, afirma el narrador Leonardo Padura. “Ningún escritor cubano posterior a Cabrera Infante puede desconocer su obra como aprendizaje de un lenguaje habanero-literario que él patentizó y que magnificó en novelas como Tres tristes tigres”, dice Padura sobre esta obra que celebra medio siglo de su primera publicación. “Mi generación, desde los años 70, se alimentó muchísimo con la literatura de Cabrera Infante”, comenta el creador de la saga del detective Mario Conde, a pesar de que los libros del Premio Cervantes 1997 nunca se publicaron en Cuba, a petición del autor. “Hay un elemento de carácter legal que complica la posibilidad de que la obra de Guillermo se edite en Cuba. Él pidió que no se publicaran sus libros en la isla, mientras el sistema político no cambiara. Y sus albaceas cumplen ese mandato-deseo. Pero desde finales de los años 60, esos libros que nunca han sido publicados en Cuba de una manera u otra circularon, primero Tres tristes tigres, luego La Habana para un infante difunto y recientemente un libro que me parece revelador, Mapa dibujado por un espía, una de las novelas que dejó inédita. Ojalá muy pronto toda su obra sea publicada en Cuba”, añade. Considerada una de las propuestas más importantes de las letras hispanoamericanas, Tres tristes tigres se caracteriza por el uso ingenioso del lenguaje, introduciendo coloquialismos cubanos y constantes guiños y referencias a otras obras literarias, volviéndose un texto complejo y de gran riqueza lingüística, fuertemente oral, que recrea el ambiente nocturno de La Habana de 1958, a través de las andanzas de tres amigos en el transcurso de una noche. Para el crítico literario peruano Julio Ortega, es la mejor apología de la lengua urbana en la novela latinoamericana. “Su genialidad radica en su lenguaje, y en la manera de recrear las clases sociales, los grupos étnicos, las generaciones y los géneros; en cómo funde la cultura literaria y la cultura de la calle. Nos dice que el habla oral es democratizadora y es una metáfora de la mezcla, ese principio moderno de nuestra creatividad”. El catedrático de la Universidad de Brown señala que lo más singular de esta novela es el entusiasmo de ese lenguaje. “Es un habla que afirma lo vivo, critica lo establecido y amplía con su vitalidad nuestra posesión del presente. Pocos libros tienen esa plenitud”. En cuanto a la Cuba que recrea esta obra, el experto en literatura latinoamericana asegura que los jóvenes amigos protagonistas viven la ciudad como el espacio del espectáculo. “Recorren las avenidas, que en La Habana dan al malecón, y convierten cada lugar en un templo de la música, de la memoria celebratoria, de la conversación festiva. Como el espectáculo sólo se da en la duración, celebran la vitalidad de su tiempo fugaz que es, por ello, más pleno”. A 50 años de su publicación, el también escritor piensa que Tres tristes tigres sigue recreando la identidad de los cubanos. “En verdad, las grandes obras siguen ocurriendo en el presente de la lectura. No las afecta lo típico, la moda, el éxito banal. La vivacidad de la voz como medida temporal la aprendió Cabrera Infante en la literatura latina, en el Satiricón de Petronio, en las Odas de Horacio y en elArte de amar de Ovidio”. Por su parte, el crítico literario mexicano Hernán Lara Zavala confiesa que esta novela “le evoca la música cubana, la vida nocturna en La Habana durante los años previos a la Revolución, con sus cabarets, cines, putas y vida bohemia y, por supuesto, el habla coloquial salpicada por el agudo sentido del humor de Cabrera Infante”. El escritor piensa que Tres tristes tigres tiene en común, con algunas obras del Boom literario, “la exploración de una ciudad tan emblemática para Latinoamérica como La Habana, con sus voces, ritmos y cachondería. “Lo que la hace singular es el temperamento de Cabrera Infante: juguetón, burlón, amargón, prestidigitador de la palabra, amante del cine, la música y de La Habana de los 50 que vivió durante sus años de juventud, donde hay un fondo de amor y nostalgia”, destaca. Para el narrador, “los tres amigos representan la juventud perdida” y, a 50 años, esta obra “es un testimonio de una Cuba ida para siempre”. Lo que continúa es la vigencia de esta novela publicada por Seix Barral en Barcelona, en 1965, y dos años después se editó en Londres una versión ampliada y revisada. La obra, que recibió en 1970 el Premio al Mejor Libro Extranjero, sigue considerándose la pieza cumbre de Cabrera Infante, quien, aunque adquirió la nacionalidad británica en 1979, siempre llevó a la isla caribeña, en el corazón.