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Sara García, la abuelita de muchas caras

    CIUDAD DE MÉXICO, 8 de septiembre.- A los 45 años Sara García recibió una propuesta que terminaría por definir su carrera y que la consagraría como una de las glorias del cine mexicano. Era A

Sara García, la abuelita de muchas caras

ABU     CIUDAD DE MÉXICO, 8 de septiembre.- A los 45 años Sara García recibió una propuesta que terminaría por definir su carrera y que la consagraría como una de las glorias del cine mexicano. Era Allá en el Trópico, filme en el que Fernando de Fuentes le ofrecía interpretar el papel de Doña Panchita, una anciana que lideraba una tradicional familia mexicana. La mayoría de los involucrados en la producción consideraban inerte la posibilidad de que, a los 45 años, la nacida en Orizaba, Veracruz un día como hoy pero hace 120 años, intentara audicionar por el personaje. Pero ella decidió transformarse. Entonces, la hija de andaluces consiguió una peluca, se quitó otra vez los dientes (que se había mandado quitar para un proyecto teatral) y se hizo fracturar una rodilla para usar de “manera natural” el bastón. Encarnó a la madre abnegada que, filmes más tarde, se convertiría en la abuelita del cine mexicano, un papel que repitió infindad de veces. “Pedirme a mí que hable de cine mexicano”, dice con ironía la actriz en un video. “¿Qué no habré vivido? ¿Qué no habré visto? Es como solicitar mi autobiografía y de cuántas maneras distintas me han visto a mí”, continúa mientras mira a la cámara a través del reflejo de un espejo en el que se termina de arreglar. “Me han visto tierna en La gallina culeca; llorosa en Cuando los hijos se van; dulce, como en El baisano Jalil y enérgica y dominante, y al mismo tiempo cariñosa, en Los tres García. Me han visto muy viva y muy muerta.” Fue precisamente en esa última película, dirigida por Ismael Rodríguez en 1947, en la que conoció a Pedro Infante, a quien durante una entrevista con el periodista Felix Sordo, definió como “muy aniñado y mujeriego como él solo”. “Fui la abuelita de los tres muchachos (Abel Salazar, Víctor Manuel Mendoza y Pedro Infante), y fue ese el personaje con el que más me identifiqué y me acerqué a Pedro Infante, con quien además hice Vuelven los García, La tercera palabra y Dicen que soy mujeriego, donde su rol de la consentidora Doña Rosa “en el fondo estimula la conducta machista de ser parrandero y mujeriego”. Cuando los hijos se van (1941), dirigida por Juan Bustillo Oro, mostró a Sara García como una madre abnegada y protectora que confía en la inocencia de su hijo, Raimundo (Emilio Tuero), acusado de robo, a pesar de que todo señala lo contrario. “Desde que hice esa película, todos los productores me pusieron a llorar como una magdalena. Decían: ahí viene una película de Sara García, preparen los pañuelos. Porque si tú no sientes, el público no siente”, contó en una entrevista de Fundación Televisa. Aunque el crítico, investigador y promotor cinematográfico Emilio García Riera, en su libro Historia Documental del Cine Mexicano, sitúa el debut de García en el cine nacional con La soñadora (1917), dirigida por Eduardo Arozamena, otros textos afirman que su primera cinta fue En defensa propia, escrita y protagonizada por la cantante Mimí Derba. Del cine pasó al teatro de comedia en el que explotaba su habilidad para imitar el acento español, logrando integrarse a la compañía de comedia selecta del teatro Virginia Fábregas, para después comenzar giras nacionales con los ensambles de Mercedes Navarro, Prudencia Griffel y Anita e Isabel Blanch. En uno de esos proyectos, conoció a Fernando Ibáñez, con quien contrajó nupcias y viajó durante más de dos años por todo el país y Centroamérica, hasta que en una parada en Tepic, Nayarit, dio a luz a su única hija, Fernanda Mercedes. La relación con Ibáñez terminó y ella se concentró nuevamente en el teatro hasta que un montaje, No basta ser madre, y su adaptación al cine, la convirtió en estrella. “En esa obra se encuentran todos los elementos melodramáticos que conformarán su imagen ideal de ‘la madrecita’ y, por extensión, el paso a ‘la abuelita’ del cine nacional”, explica el especialista Gustavo Arturo de Alba. El crítico cinematográfico David Ramón, en su ensayo 80 años de cine en México, explica lo que más tarde sería un estereotipo: “Una figura nacida sólo, ante todo y sobre todo, para la abnegación, para el llanto y para el sufrimiento. Un ser andrógino y asexual, cuya única razón de ser es ser madre…” Fue en No basta ser madre donde se sacó los dientes para dar vida no sólo a la progenitora, sino también a la abuela, jugada que repetiría años más tarde en la mencionada Allá en el Trópico, de Fernando de Fuentes. Así nació uno de los personajes más venerados, pero también criticados de nuestro cine, cuyas principales características eran su tierna, abnegada, sufridora, trémula, melodramática y, fundamentalmente, chantajista personalidad. Pero también la caracterizaba su silencio y proteccionismo, siempre dispuesto a encubrir a los suyos. “Ese fue otro pilar fundamental de nuestra moral de la apariencia siempre propuesta por nuestro cine”, continúa David Ramón, quien asegura que la madre encarnada por García, “nunca tendría una relación equilibrada con su hijo”. En 1956 Sara García también se convirtió en la suegra de Pedro Infante gracias a El inocente, de Rogelio A. González, donde es una burguesa que no veía con buenos ojos que su hija Mané (Silvia Pinal) se enredara con un mecánico. Pero así como Infante se convirtió en uno de sus “hijo predilectos”, Joaquín Pardavé fue su pareja más recurrente en películas que le permitieron explotar su talento para la comedia. Su primer cinta juntos fue En un burro tres baturros (1939); para probar el éxito con Ahí esta el detalle, protagonizada por Cantinflas (1940); Al son de la marimba (1941); El baisano Jalil (1941), El barchante Neguib (1946), El ropavejero (1947) y Azahares para tu boda (1950), que representó su último trabajo como dupla. La naturaleza de García también fue profundamente irreverente, y lo demostró en películas como Doña Clarines (1951), en la que se burla de su personaje de abuelita, algo que repitió en Las señoritas Vivanco (1959) y El proceso de las señoritas Vivanco (1961), ambas de Mauricio de la Serna. En esa década combinó su trabajo entre el cine y la televisión, apareciendo en múltiples telenovelas como Un rostro en el pasado (1960), La gloria quedo atrás (1962), La duquesa (1966), en la que una vendedora de billetes de lotería se gana el premio mayor y utiliza ese dinero para recuperar a su hija,que entregó en el pasado a sus suegros millonarios. En esa década también la vimos en las páginas de una historietas de fotonovela de aventuras titulada Doña Sara, la mera, mera, en la cual imitaba el atuendo de Los tres García y Vuelven los García. En los años 70, su personaje de abuelita fue retomado en películas como Fin de fiesta (1972), de Mauricio Walerstein, y en Mecánica Nacional (1972), de Luis Alcoriza, en la que vocifera algunas de las majaderías más célebres de nuesta ciematografía, pero que tenían su encanto al emanar de esa boca que tanto había representado para la moralina sociedad mexicana. En los 70 apareció como la Nana Tomasita, que cuidaba de Cristina (Graciela Mauri) en la longeva telenovela Mundo de juguete (1974) y como una anciana metiche del segmento Caridad, dirigida por Jorge Fons, en Fe, esperanza y caridad. García, quien sólo ganó un premio Ariel en 1957 como Mejor Actriz de Reparto en La tercera palabra, falleció en la Ciudad de México, el 17 de noviembre de 1980. Pero su imagen nos sigue acompañando en la imagen del Chocolate Abuelita, de la marca Nestlé, un acuerdo comercial que firmó a principio de los 70 con la entonces Fábrica de Chocolates La Azteca, que la ha inmortalizado.   FUENTE: http://www.excelsior.com.mx/funcion/2015/09/08/1044479