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Hoy es lunes, 25 de noviembre de 2024

Entreparéntesis

• Optimismo vs Desesperanza Sven Amador Marín Considero que en general soy una persona optimista. Creo haber aprendido bien esa lección aquel día que el papá de un amigo perdió 200 pesos. «Lo bueno que no fueron

Entreparéntesis

• Optimismo vs Desesperanza Sven Amador Marín Considero que en general soy una persona optimista. Creo haber aprendido bien esa lección aquel día que el papá de un amigo perdió 200 pesos. «Lo bueno que no fueron 500», se congratuló. Desde entonces, y ante cualquier desgracia, accidente, infortunio o problema, me digo a mí mismo que siempre, absolutamente siempre las cosas pudieran haber resultado peores. En cierta ocasión, durante una tormenta, me dirigía en La Paloma —una camioneta Jimmy GMC del 2000 medio destartalada— a los almacenes de la Secretaría de Salud. A la altura de la calle Ignacio Ra-mírez quise subir por la calle Melchor Ocampo que estaba cubierta en su totalidad de agua, corriendo hacia la parte baja de la ciudad de La Paz. Me aventuré y en cuanto empecé a subir, caí no en un bache, ¡en un tremendo cráter! Enorme, gigantesco. Mucha gente intentó echarme la mano; los de Protección Civil andaban recorriendo la ciudad en una camioneta de esas tipo monster y a duras penas ellos pudieron ayudarme. Obviamente la llanta se ponchó y mi preocupación empezaba a radicar en el hecho de que, seguramente, la pobre Paloma quedaría inservible… no era para menos. Pues fuera de la llanta, mi vehículo siguió funcionando a cabalidad y todavía me soportó otro viaje por la península. En definitiva pudo haber sido peor. Así es con todo. Siempre puede ser peor. Donde no puedo aplicar muy bien este optimismo —y cada vez me resulta más difícil— es en el estado actual de las cosas en nuestro país. Hará un par de años, no estaba entre mis costumbres la de mantenerme informado. A lo mucho entraba a la biblioteca del seminario, donde me pretendía formar como sacerdote, y hojeaba los dos principales diarios que nos llegaban. Ya en el ejercicio de mi profesión, mantenerme un poco más al pendiente de lo que sucedía en mi ciudad y en mi Estado, era algo que resultaba necesario. Pero volverlo un hábito sucedió hasta 2013. No sólo acudía a los medios tradicionales del país; consultaba también otros medios, otros sitios, otras fuentes de información tanto nacionales como extranjeras; en mis cuentas de redes sociales también fui ‘siguiendo’ cuentas y páginas informativas. No se trataba sólo de estar al pendiente para después sacar esos temas como parte de una charla de sobre mesa, a decir verdad, siempre he sido medio pazguato al procesar rápidamente la información y volverla parte de una conversación fluida y espontánea. Al tener esa información, primero que nada me interesaba no creer sólo lo que aquellos medios tradi-cionales del país informaban, deseaba con ello formarme un criterio más personal, un criterio propio que surgiera de las distintas versiones que se tenían sobre algo. Pero al fin y al cabo ¿para qué?, me pregunté. En ocasiones me he quedado con un mal sabor de boca, desesperanzado, compungido. Eran más las noticias adversas que las alegres, las optimistas. En el 2014 pasaron muchas cosas no muy gratas en el escenario público de México, 2015 no se está quedando atrás y así, lo que en esencia merma el ánimo del ciudadano medianamente informado, es una sensación generalizada de que no hay mejoras sustanciales. Es decir, existen casos de personas que obtienen logros en el extranjero y en distintas ramas como las artes, el deporte y la ciencia. Son pocos pero hasta hace no mucho bastaban para inflarnos el pecho de orgullo… lo que quiero decir es que aún deben sernos suficientes esos ejemplos para sentirnos motivados, pero frente a un tema positivo, hay infinidad de casos negativos, casos de corrupción, de abusos, de violaciones a los derechos humanos, de indiferencia, de tranzas, de abandono y rezago social, reportes desalentadores como el incremento de la población que entra en eso que se llama “pobreza”, del incremento también de los índices de inseguridad, de conflictos sociales, de ineptitud gubernamental, de simulaciones, de tapes y destapes, de casas blancas, del despilfarro de los recursos por parte de nuestros gobernantes, de la vida de reyes que se dan, al mismo tiempo que debemos lidiar con una entorpecedora red burocrática en la atención de todos los asuntos ‘adultos’. Cansa, todo esto cansa. El ciudadano promedio de a pie, quisiera tener todos sus asuntos y pendientes resueltos y al día pero hay un sinfín de factores externos que le impiden gozar de esa tranquilidad, de esa sensación que todos quisiéramos experimentar de que todo está bien, de que se puede estar a gusto, sin inquietudes. Entonces, ante un paisaje tan pesimista, ¿para qué estar informado más allá de querer forjarse un criterio propio? Porque deseo negarme a aceptar que todo puede estar peor. Porque quiero caminar hacia una toma activa de decisiones. Para buscar “expropiarle” al Estado (como le leí a un contacto que tengo agregado en Facebook) los mecanismos más efectivos de participación ciudadana, para aportar a un cambio de mentalidad, para acercarme cada vez más al vecino y ver qué podemos hacer al margen de la actividad de los gobiernos ineficientes, para buscar la forma de restarles poder y recuperarlo para la sociedad civil, para organizarnos, para restituir la esperanza del ciudadano en el ciudadano, para cambiar nuestra actitud beligerante, opositora, y dejar de ver a los demás como nuestros adversarios para comenzar a verlos como colaboradores en la construcción ya no de un mundo mejor, ni siquiera de un país mejor, sino de una calle, de una colonia más agradable en la cual habitar. Necesitamos recuperar el placer de sonreír, el deleite del encuentro, del diálogo, de los acuerdos. Necesitamos recuperar la idea romántica de la esperanza, volver a sentirnos alegres por ser parte hasta de los cambios más insignificantes, conquistar la sensación del deber cumplido, aquella donde la amargura queda de lado porque no tiene cabida en una visión distinta de entender y administrar la cosa pública, en una visión que rompa paradigmas y nos muestre la forma de hacer una política diferente, un orden social de convivencia nuevo, mejor. Este era el optimismo que tenía cuando era más joven, cuando no me informaba como hoy, y es el optimismo que quiero recuperar y mantener, chingado. Envíe sus comentarios a sven.amador@hotmail.com sígame en http://facebook.com/sven.amador o en Twitter en @Itzcoatl5 col-sven-amador