El Instituto Nacional de Bellas Artes ha dejado de pagar la producción de obras en el país y aplica un esquema de coproducción que, de acuerdo con su coordinador, es una estrategia “necesaria y sana”, en el que sólo
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México.- Donde la Coordinación Nacional de Teatro del INBA ve estrategias “necesarias y sanas”, los creadores escénicos identifican políticas culturales peligrosas que “ahorcan” la producción teatral nacional y la creación y ampliación de los tan ansiados públicos que añora la autoridad y que siempre ha demandado el teatro. En tiempos de crisis, la coordinación, a cargo del promotor cultural Juan Meliá Huerta, se aleja cada vez más de la producción integral de obras de teatro para ofrecer a los creadores modalidades que podrían acabar con los montajes en el país.
Desde 2014 a la fecha, el Instituto Nacional de Bellas Artes amplió en un 600 por ciento el número de producciones que deberán subsistir con un porcentaje de la taquilla como pago por aparecer en la cartelera de la INBA y sólo seis obras de teatro para niños y adultos, abiertas al público, serán íntegramente producidas por la dependencia que dirige María Cristina García Cepeda. “De estar mal vamos a peor”, dice el dramaturgo y director teatral Martín López Brie.
“No huyo de la pregunta”, responde Meliá Huerta ante el cuestionamiento de por qué se ha reducido la producción integral de obras teatrales en el INBA. El funcionario prefiere decir que “se ha diversificado el proceso”. Si antes el organismo producía de manera integral las obras, ahora ofrece tres modalidades de financiamiento –tampoco nuevas pero sí menos usuales en el pasado- con las cuales busca llenar su cartelera: una de ellas es entregando aportaciones de entre 50 y 70 por ciento de los gastos; otra con soportes de otros fondos federales (como el Fonca o Fideteatro) y, una más, por porcentaje de taquilla.
“No empezó este año, ha sido un proceso largo en el que poco a poco la función del INBA de producir teatro ha ido disminuyendo, pasando de producir casi todas las obras que se programaban en los teatros del INBA ahora se ha reducido tanto la cantidad de dinero que ponía para las producciones como los salarios de los actores, y poco a poco se fue quedando con lo mínimo. Este año ya no tiene nada, este año ya no está produciendo obras”, agrega López Brie.
Meliá Huerta afirma que hoy por hoy el INBA sigue siendo el mayor productor de teatro en el país y que designarle la tarea de producir íntegramente todo es pedirle que “solucione el teatro nacional. Estaríamos jugando una carta que no es cierta”, dice.
“No ha disminuido la producción, ha cambiado en el sentido de que el INBA, desde hace 5 años, tiene la Compañía Nacional de Teatro (CNT) que todo lo que hace es íntegramente producido por el INBA, si hacemos esta sumatoria hemos subido en cuestión de la producción teatral”.
Pero el funcionario mezcla dos tipo de producciones, el teatro escolar y la cartelera regular, para ofrecer cifras que dan la impresión de que se incrementaron los montajes.
De acuerdo con sus cifras, en 2014 se produjeron íntegramente 27 obras y en 2015 serán 35, pero Meliá Huerta omite señalar que sólo cuatro de ellas forman parte de la cartelera abierta al público, concretamente dos de teatro para adultos y cuatro para niños. El resto de las producciones de la cartelera recibirán apoyos parciales, incluido el mínimo porcentaje de taquilla que ningún director encuentra suficiente.
“Los funcionarios hacen lo que pueden con lo que tienen, con los recortes no queda más que acomodarse con lo que hay y vienen estos nuevos planteamientos, en los que te coproducen, pero ya nunca te pagan la obra y hay convenios en donde los grupos aceptan con sólo ir a taquilla”, dice por su parte el director, dramaturgo y actor Antonio Zuñiga, de Carretera 45 Teatro. En ningún caso, piensa, la taquilla será una salida conveniente para los creadores teatrales.
En el Sistema de Teatros del Distrito Federal, por ejemplo, el método de producción nació con esa modalidad: a partir de una convocatoria se seleccionan las obras y se asigna un número de funciones, cada una es pagada en seis mil pesos y un porcentaje de la taquilla; “el Helénico antes pagaba una cantidad por función y ahora ya ni eso, creo que la única que paga producciones íntegras es la UNAM, pero su oferta es muy reducida. En el caso de Carretera 45 podemos aceptar que vamos a taquilla, porque ya tenemos producidas las obras, pero los grupos que no tienen ningún apoyo y que van naciendo se las ven mucho muy difíciles”.
“El hecho de que el formato de taquilla esté pasando a porcentaje compromete la estabilidad financiera de los grupos de teatro porque en México todavía no es posible vivir de teatro, los únicos que reciben un salario decente son los becarios de la CNT, ni siquiera en empresas privadas como OCESA porque ahí se trabaja por proyecto y lo que dura una temporada es lo que se paga”, coincide el también actor e investigador teatral Jorge Prado Zavala.
La trampa de emprender
Juan Meliá Huerta está convencido de que las nuevas maneras de “producir” teatro benefician a grupos que antes no tenían opción a contar con apoyo institucional y que está detonando el surgimiento de nuevos grupos.
“Para nosotros era muy importante el poder recibir en nuestros espacios obras producidas de manera independiente o por otras instituciones que si no veían hacia acá iban a terminar su vida, había obras realmente exitosas, si no cambiábamos esa forma de producir, si no las dejábamos entrar iban a tener una vida más corta”, afirma.
Los creadores ven lo contrario: “Afecta en muchas cosas, ahora hay muchas más compañías en todo el país, salen de las escuelas los jóvenes y deben encontrar una forma de sobrevivir y crean sus compañías, el teatro se ha diversificado y las instituciones son muy limitadas; lo que hacen es que buscan apoyar el mayor número de grupos y reducen el número de temporadas pero eso repercute en la creación de públicos porque si una obra no alcanza a madurar en una temporada larga tampoco puede crear un vínculo de gusto y aceptación con el público, lo que sucede es que parece que hay una maquila de obras donde cada vez se reproducen productos que se presentan y luego se van”, dice Antonio Zuñiga.
Martín López Brie va más allá y afirma que apoyar con un porcentaje de la taquilla “es muy desventajoso, porque el modo de producción del teatro no permite recuperar una inversión a través de la taquilla. No sólo porque la asistencia del público es poca en general, sino porque los costos son muy elevados; sólo de pagar a los actores por una temporada de 12 funciones ya se te fueron 60 mil pesos y de milagro llegas a esa cantidad con la taquilla, sin contar lo que cuesta producir la obra”.
Además, agrega López Brie, una buena parte de los creadores están produciendo obras para públicos reducidos de entre 50 y 100 personas, “la recuperación se vuelve impracticable y si aspiramos a tener más público lo que hace falta son campañas publicitarias más fuertes, cosa que el INBA tampoco hace”. La situación es clara, “si el INBA deja de producir automáticamente se ahorcan las posibilidades de las compañías, afecta la creación de teatro y de público, este problema es económico y laboral, los artistas están afectados porque no pueden realizar su trabajo, no hay posibilidades económicas, pero también afecta al público porque de pronto deja de tener acceso al teatro”.
Y si la tendencia es convertir a los creadores en empresas culturales exitosas, el director alerta sobre la trampa que puede significar: “en efecto las compañías están obligadas a producir por su cuenta una vez que no hay aportación del gobierno, pero el trabajo que hacen no alcanza para hacerlas sustentables, necesita un subsidio, pero si se quita la beca no hay manera de que muchas subsistan, tendría que haber un inversionista privado, pero a qué empresario en su sano juicio se le va ocurrir invertir en un teatro de barrio que no recupera por ingreso de taquilla ni la mitad para sostener el lugar”. Mucho más en el Distrito Federal, donde un teatro es visto por las autoridades delegacionales igual que un antro, una sala de cine o un restaurante.
Van por edificio contiguo
Después de que la Secretaría de la Función Pública (SFP) determinó que el edificio donde se ubica el Teatro Julio Jiménez Rueda no podrá ser vendido ni demolido, los defensores del foro buscarán, ahora por la vía legal, que el edificio contiguo, que presenta problemas estructurales, sea desarmado con la intención de evitar cualquier riesgo para el público del teatro.
El actor y director Jorge Prado Zavala, miembro del grupo que defendió el Jiménez Rueda, informó que se está elaborando el argumento para pedir a una instancia oficial que desmantele el edificio contiguo al predio de Plaza de la República 154.
“Tenemos asesoría de abogados y estamos elaborando el argumento, tiene que hacerlo una instancia oficial, porque el edificio es propiedad del ISSSTE y es complicado, porque ahora hay un proceso de integrar todas las instituciones de salud pública, hay mucho que platicar con nuestra asesoría legal, pero por lo pronto tenemos que declarar públicamente la necesidad de desarmar este edificio de junto”.
Prado Zavala afirma que la preocupación estriba en que las autoridades determinen que ante el riesgo de ese inmueble se pone en riesgo a los asistentes al teatro: “el edificio que ocupa el Jiménez Rueda no corre ningún tipo de riesgo, el que está junto sí y esto puede ser el pretexto para demoler el teatro, aunque no pueden porque tenemos todos los argumentos pero sí podrían querer armarnos algo en el sentido de argumentar que nosotros podríamos estar poniendo en riesgo a la sociedad civil”, dice.
Ante las intenciones de vender el predio donde se encuentra el teatro, surgió un colectivo denominado Por los Teatros de México, Ni un Teatro Menos, quien interpuso un recurso ante la SFP denunciando que el ISSSTE no contaba con las atribuciones para desincorporar el edificio para su venta. La SFP dio la razón a los ciudadanos que ahora esperan la resolución del juicio de amparo que interpusieron con el mismo fin.
Donde la Coordinación Nacional de Teatro del INBA ve estrategias “necesarias y sanas”, los creadores escénicos identifican políticas culturales peligrosas que “ahorcan” la producción teatral nacional y la creación y ampliación de los tan ansiados públicos que añora la autoridad y que siempre ha demandado el teatro. En tiempos de crisis, la coordinación, a cargo del promotor cultural Juan Meliá Huerta, se aleja cada vez más de la producción integral de obras de teatro para ofrecer a los creadores modalidades que podrían acabar con los montajes en el país.
Desde 2014 a la fecha, el Instituto Nacional de Bellas Artes amplió en un 600 por ciento el número de producciones que deberán subsistir con un porcentaje de la taquilla como pago por aparecer en la cartelera de la INBA y sólo seis obras de teatro para niños y adultos, abiertas al público, serán íntegramente producidas por la dependencia que dirige María Cristina García Cepeda. “De estar mal vamos a peor”, dice el dramaturgo y director teatral Martín López Brie.
“No huyo de la pregunta”, responde Meliá Huerta ante el cuestionamiento de por qué se ha reducido la producción integral de obras teatrales en el INBA. El funcionario prefiere decir que “se ha diversificado el proceso”. Si antes el organismo producía de manera integral las obras, ahora ofrece tres modalidades de financiamiento –tampoco nuevas pero sí menos usuales en el pasado- con las cuales busca llenar su cartelera: una de ellas es entregando aportaciones de entre 50 y 70 por ciento de los gastos; otra con soportes de otros fondos federales (como el Fonca o Fideteatro) y, una más, por porcentaje de taquilla.
“No empezó este año, ha sido un proceso largo en el que poco a poco la función del INBA de producir teatro ha ido disminuyendo, pasando de producir casi todas las obras que se programaban en los teatros del INBA ahora se ha reducido tanto la cantidad de dinero que ponía para las producciones como los salarios de los actores, y poco a poco se fue quedando con lo mínimo. Este año ya no tiene nada, este año ya no está produciendo obras”, agrega López Brie.
Meliá Huerta afirma que hoy por hoy el INBA sigue siendo el mayor productor de teatro en el país y que designarle la tarea de producir íntegramente todo es pedirle que “solucione el teatro nacional. Estaríamos jugando una carta que no es cierta”, dice.
“No ha disminuido la producción, ha cambiado en el sentido de que el INBA, desde hace 5 años, tiene la Compañía Nacional de Teatro (CNT) que todo lo que hace es íntegramente producido por el INBA, si hacemos esta sumatoria hemos subido en cuestión de la producción teatral”.
Pero el funcionario mezcla dos tipo de producciones, el teatro escolar y la cartelera regular, para ofrecer cifras que dan la impresión de que se incrementaron los montajes.
De acuerdo con sus cifras, en 2014 se produjeron íntegramente 27 obras y en 2015 serán 35, pero Meliá Huerta omite señalar que sólo cuatro de ellas forman parte de la cartelera abierta al público, concretamente dos de teatro para adultos y cuatro para niños. El resto de las producciones de la cartelera recibirán apoyos parciales, incluido el mínimo porcentaje de taquilla que ningún director encuentra suficiente.
“Los funcionarios hacen lo que pueden con lo que tienen, con los recortes no queda más que acomodarse con lo que hay y vienen estos nuevos planteamientos, en los que te coproducen, pero ya nunca te pagan la obra y hay convenios en donde los grupos aceptan con sólo ir a taquilla”, dice por su parte el director, dramaturgo y actor Antonio Zuñiga, de Carretera 45 Teatro. En ningún caso, piensa, la taquilla será una salida conveniente para los creadores teatrales.
En el Sistema de Teatros del Distrito Federal, por ejemplo, el método de producción nació con esa modalidad: a partir de una convocatoria se seleccionan las obras y se asigna un número de funciones, cada una es pagada en seis mil pesos y un porcentaje de la taquilla; “el Helénico antes pagaba una cantidad por función y ahora ya ni eso, creo que la única que paga producciones íntegras es la UNAM, pero su oferta es muy reducida. En el caso de Carretera 45 podemos aceptar que vamos a taquilla, porque ya tenemos producidas las obras, pero los grupos que no tienen ningún apoyo y que van naciendo se las ven mucho muy difíciles”.
“El hecho de que el formato de taquilla esté pasando a porcentaje compromete la estabilidad financiera de los grupos de teatro porque en México todavía no es posible vivir de teatro, los únicos que reciben un salario decente son los becarios de la CNT, ni siquiera en empresas privadas como OCESA porque ahí se trabaja por proyecto y lo que dura una temporada es lo que se paga”, coincide el también actor e investigador teatral Jorge Prado Zavala.
La trampa de emprender
Juan Meliá Huerta está convencido de que las nuevas maneras de “producir” teatro benefician a grupos que antes no tenían opción a contar con apoyo institucional y que está detonando el surgimiento de nuevos grupos.
“Para nosotros era muy importante el poder recibir en nuestros espacios obras producidas de manera independiente o por otras instituciones que si no veían hacia acá iban a terminar su vida, había obras realmente exitosas, si no cambiábamos esa forma de producir, si no las dejábamos entrar iban a tener una vida más corta”, afirma.
Los creadores ven lo contrario: “Afecta en muchas cosas, ahora hay muchas más compañías en todo el país, salen de las escuelas los jóvenes y deben encontrar una forma de sobrevivir y crean sus compañías, el teatro se ha diversificado y las instituciones son muy limitadas; lo que hacen es que buscan apoyar el mayor número de grupos y reducen el número de temporadas pero eso repercute en la creación de públicos porque si una obra no alcanza a madurar en una temporada larga tampoco puede crear un vínculo de gusto y aceptación con el público, lo que sucede es que parece que hay una maquila de obras donde cada vez se reproducen productos que se presentan y luego se van”, dice Antonio Zuñiga.
Martín López Brie va más allá y afirma que apoyar con un porcentaje de la taquilla “es muy desventajoso, porque el modo de producción del teatro no permite recuperar una inversión a través de la taquilla. No sólo porque la asistencia del público es poca en general, sino porque los costos son muy elevados; sólo de pagar a los actores por una temporada de 12 funciones ya se te fueron 60 mil pesos y de milagro llegas a esa cantidad con la taquilla, sin contar lo que cuesta producir la obra”.
Además, agrega López Brie, una buena parte de los creadores están produciendo obras para públicos reducidos de entre 50 y 100 personas, “la recuperación se vuelve impracticable y si aspiramos a tener más público lo que hace falta son campañas publicitarias más fuertes, cosa que el INBA tampoco hace”. La situación es clara, “si el INBA deja de producir automáticamente se ahorcan las posibilidades de las compañías, afecta la creación de teatro y de público, este problema es económico y laboral, los artistas están afectados porque no pueden realizar su trabajo, no hay posibilidades económicas, pero también afecta al público porque de pronto deja de tener acceso al teatro”.
Y si la tendencia es convertir a los creadores en empresas culturales exitosas, el director alerta sobre la trampa que puede significar: “en efecto las compañías están obligadas a producir por su cuenta una vez que no hay aportación del gobierno, pero el trabajo que hacen no alcanza para hacerlas sustentables, necesita un subsidio, pero si se quita la beca no hay manera de que muchas subsistan, tendría que haber un inversionista privado, pero a qué empresario en su sano juicio se le va ocurrir invertir en un teatro de barrio que no recupera por ingreso de taquilla ni la mitad para sostener el lugar”. Mucho más en el Distrito Federal, donde un teatro es visto por las autoridades delegacionales igual que un antro, una sala de cine o un restaurante.
Van por edificio contiguo
Después de que la Secretaría de la Función Pública (SFP) determinó que el edificio donde se ubica el Teatro Julio Jiménez Rueda no podrá ser vendido ni demolido, los defensores del foro buscarán, ahora por la vía legal, que el edificio contiguo, que presenta problemas estructurales, sea desarmado con la intención de evitar cualquier riesgo para el público del teatro.
El actor y director Jorge Prado Zavala, miembro del grupo que defendió el Jiménez Rueda, informó que se está elaborando el argumento para pedir a una instancia oficial que desmantele el edificio contiguo al predio de Plaza de la República 154.
“Tenemos asesoría de abogados y estamos elaborando el argumento, tiene que hacerlo una instancia oficial, porque el edificio es propiedad del ISSSTE y es complicado, porque ahora hay un proceso de integrar todas las instituciones de salud pública, hay mucho que platicar con nuestra asesoría legal, pero por lo pronto tenemos que declarar públicamente la necesidad de desarmar este edificio de junto”.
Prado Zavala afirma que la preocupación estriba en que las autoridades determinen que ante el riesgo de ese inmueble se pone en riesgo a los asistentes al teatro: “el edificio que ocupa el Jiménez Rueda no corre ningún tipo de riesgo, el que está junto sí y esto puede ser el pretexto para demoler el teatro, aunque no pueden porque tenemos todos los argumentos pero sí podrían querer armarnos algo en el sentido de argumentar que nosotros podríamos estar poniendo en riesgo a la sociedad civil”, dice.
Ante las intenciones de vender el predio donde se encuentra el teatro, surgió un colectivo denominado Por los Teatros de México, Ni un Teatro Menos, quien interpuso un recurso ante la SFP denunciando que el ISSSTE no contaba con las atribuciones para desincorporar el edificio para su venta. La SFP dio la razón a los ciudadanos que ahora esperan la resolución del juicio de amparo que interpusieron con el mismo fin.