El pintor oaxaqueño, quien hoy cumple 75 años, dice que “es un día como cualquier otro”, por lo que no tiene planeado ningún festejo, más allá de regresar a hacer cerámica de nuevo. El artista juchiteco habla con Ex
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Oaxaca.- En toda mi cerámica ahorita hay mucho rojo, hay mucha sangre, hay muchas lenguas de fuera, ojos, no sé”. Así describe el artista plástico Francisco Toledo el conjunto de obras que realiza actualmente motivado por “los hechos terribles” sucedidos en Guerrero, tanto en Tlatlaya como en Ayotzinapa.
“Para mí es un poco difícil hacer estas piezas, porque imagino que lo que yo hago con el barro se lo hacen a los jóvenes o a los cientos de desaparecidos que hay por todas partes en México”, afirmó en entrevista.
“Quise meterme en algo que no había hecho, como son estos temas un poco políticos, de estos jóvenes desaparecidos, que les hacen cosas”, agrega vía telefónica desde su natal Oaxaca.
El pintor, grabador, escultor, ceramista, dibujante, promotor cultural y defensor del patrimonio histórico y natural llega nostálgico a su cumpleaños 75, que festeja hoy, pues arrastra “esa tristeza que te da ver cómo está nuestro país”.
El creador de un universo poblado por seres fantásticos admite que ahora su objeto favorito de trabajo “es un mecate que se enrolla alrededor de huesos, de cuellos y de muñecas, y todo lo que tiene que ver con la tortura”.
Aunque el juchiteco nacido en 1940 aclara que “esto es pasajero, es sólo para dejar un testimonio de todo lo que está pasando”. Y adelanta que la exposición con sus piezas de cerámica se exhibirá en el Museo de Arte Moderno, “posiblemente antes del fin de año”.
Para ejemplificar su estado de ánimo, Toledo, quien ha dicho que de los animales que recrea en su obra, en una especie de estudio disfrazado de fábula, su favorito es el mono, pero ahora especifica que se identifica “con un mono viejo, sin ganas de nada”.
Eso dice el artista, pero los hechos lo desmienten, porque siempre está haciendo cosas, emprendiendo proyectos. No sólo crea su obra, sino que está al pendiente de los espacios culturales que ha fundado en Oaxaca, protesta cuando se afecta el patrimonio oaxaqueño, contra la violencia o viaja a la Ciudad de México a comprar libros que luego dona.
El eterno explorador de técnicas y texturas, que lo mismo trabaja el óleo, la acuarela, el gouache y el fresco que la litografía, el grabado, el tapiz, la escultura y la fotografía, sigue sorprendiendo con sus temas llenos de seres plasmados sin pudor ni pecado y con sentido del humor. “El universo de mi obra existe, yo no lo descubrí”, dice.
Por ejemplo, cuenta, un tema que ha estado tratando también es el oso, que no está dentro de la mitología mexicana. “El oso era una deidad muy fuerte antes de que Europa se cristianizara. En Rusia, los países nórdicos, en Suiza, había un culto al oso desde tiempos inmemoriales. Este oso es un dios violento, un dios violador de muchachas, de adolescentes, las rapta y se las lleva y les hace cosas, las embaraza. Y, cuando llegó el cristianismo, lo prohibieron.
“Entonces, los sacerdotes de este culto dijeron que debía permanecer e hicieron osos de felpa y se los dieron a los niños. Hasta la fecha, cada vez que un niño tiene un oso de juguete, de peluche, sigue existiendo ese dios, está presente en la cama de ese niño. Me llamó la atención y he estado haciendo imágenes de niñas y niños con osos, osos violentos y pecaminosos. Estoy reuniendo estas obras, son un poco violentas, pero si las expondremos”, señala.
Una fama chiquita
Francisco Toledo se ríe cuando se le pregunta por qué huye de la fama. “La fama tiene ventajas, pero es incómoda. La ventaja es que te sientes querido por la gente. Al menos mi fama aquí en la ciudad de Oaxaca, en las calles por donde camino, siempre hay gente que te saluda bien. Es una fama chiquita, pero es buena en el sentido de que hay un afecto. Y, bueno, las desventajas son las entrevistas, por ejemplo”.
Quien es considerado uno de los mejores pintores vivos de América admite que no fue difícil obtener una proyección internacional desde los inicios de su carrera. Tras su primera exposición en la Ciudad de México en 1959, y posteriormente otra en Texas, se fue como becario a París de 1960 a 1965 y pronto le abrieron sus puertas las galerías no sólo galas, sino las de Londres y Nueva York.
“Es un fenómeno que yo mismo no me explico, porque era un chamaco bobo, de 20 años. Todo transcurrió muy rápido: tener una galería bien, la buena difusión de la obra. En ese sentido fui muy afortunado. Joan Miró hizo un comentario positivo de mi obra, que no guardé. Y Henry Miller, a petición de mi galería, escribió el texto de un catálogo mío. Pero no me conocía, tal vez le gustó la carga erótica de mis cuadros”.
El fundador del Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca (IAGO) y el Centro de las Artes de San Agustín admite que, con el paso del tiempo, dejó de lado la proyección internacional de su obra, a pesar de que ha vivido en ciudades como Nueva York, Barcelona y París.
“Primero porque para tener una presencia internacional necesitas trabajar mucho, necesitas vivir en estos centros de difusión. A mí me fue muy difícil. Después de cuatro años en Europa, el clima no me gustaba, hacía mucho frío, era todo gris, tuve estancias muy melancólicas. El frío me dobló.
“Además, se debe mantener una relación muy estrecha con las galerías, éstas te exigen mucho.
Tienes que tener cien obras al mes, te cobran comisiones muy altas. Eso no me gustó. Y también influyeron mis deseos de regresar a México, quería ir a Juchitán, formar una familia con mi gente. Tuve a mis hijos. Luego me fui envolviendo en estos proyectos culturales y esto me enraizó en México”, asegura.
Toledo está convencido de que “no es tanta la fama internacional que tiene mi obra actualmente. Si no estás viviendo en los lugares donde se está difundiendo tu obra, se olvidan fácilmente de ti. Y están sucediendo cosas muy rápidas.
“Por ejemplo, si yo regresara ahorita a Europa o a Nueva York, mi obra se vería como una cosa ya pasada. No quiero actualizarme, no sé cómo podría hacerlo, no podría entrar en esa competencia tan dura. Ya no tengo la edad tampoco”.
Nueva retrospectiva
El artista de origen zapoteco confiesa que ya es tiempo de que se realice otra gran retrospectiva de su obra, pues han pasado 35 años desde la que organizó en el Museo de Arte Moderno en 1980, pero aclara que no tiene la fuerza para hacerla él.
“El problema es que hay que trabajar mucho para hacer estas retrospectivas. Tienes que ir a buscar la obra, porque cuando se vende pasa de mano en mano, de coleccionista en coleccionista, y luego no sabes dónde está. Muchas veces no le abren las puertas al encargado de organizar la exposición, entonces tienes que intervenir.
“Es un trabajo muy grande para mí. No quisiera involucrarme en esto. Visitar a coleccionistas, comer con ellos, tomar fotografías, seleccionar la obra. Es demasiado. Con la primer retrospectiva terminé divorciándome, porque era tal la presión de organizar, porque la organicé yo, no (Fernando) Gamboa, él sólo prestó su equipo”.
Toledo acepta que también es tiempo de dedicarse de lleno a la creación de su obra. “Entregué el IAGO al INBA hace unos meses para poder descansar un poco; pero tampoco he podido hacer eso totalmente, porque voy periódicamente a ver qué se necesita, qué libros hay que comprar, sigo participando económicamente en el IAGO. No me he desprendido del todo. Pero sí me gustaría tener más tiempo para hacer lo mío”, concluye.
Por eso, el artista plástico no tiene planeado ningún festejo para hoy y desea pasar su cumpleaños trabajando. “Es un día como cualquier otro. Haré cerámica de nuevo”, dice entusiasmado.
Incansable activista y promotor
El pintor juchiteco Francisco Toledo se ha destacado por su activismo ciudadano en defensa del patrimonio cultural y natural de Oaxaca.
Fiel a su modo de vida, Toledo hizo suya la preocupación de la sociedad civil por la defensa de la zona verde de la capital de Oaxaca, en el perímetro del Cerro del Fortín, donde el gobierno estatal pretende construir un Centro Cultural y de Convenciones.
El artista reconoce la importancia de la obra pública, pero invita a revisar otro lugar para la edificación.
En fechas recientes, Toledo, junto con activistas, ha sido objeto de agresiones directas por parte de grupos de choque involucrados con la Confederación de Trabajadores de México (CTM) que dicen que la construcción les garantizará trabajo; les molestó que el pintor les “clausurara” la obra con candados y cadenas de papel.
Toledo ha demostrado su ingenio en su acciones civiles y de resistencia, aún está vivo el recuerdo de la tamaliza para protestar contra la instalación de una filial de la transnacional McDonald´s en el zócalo de Oaxaca, en 2008.
El aporte del artista a Oaxaca incluye el Instituto de Artes Gráficas (IAGO), el Museo de Arte Contemporáneo de Oaxaca (MACO) y el Jardín Etnobotánico, el Centro Fotográfico Manuel Álvarez Bravo y la Biblioteca para Ciegos Jorge Luis Borges, el Centro de las Artes San Agustín, el otrora cine club El Pochote y la Biblioteca Fray Francisco de Burgoa, entre otras.
Pero también tiene proyectos discretos, como la entrega gratuita de cuadernos y libretas con varios diseños creados por el pintor y promotor cultural, distintos a los de portadas de los superhéroes que se venden en las papelerías, o la tutela permanente a un centro preescolar al que provee de muebles y libros.
En el pasado reciente reclamó por la aparición con vida de los 43 estudiantes de la Escuela Normal Raúl Isidro Burgos, de Ayotzinapa, Guerrero; voló papalotes con los rostros de los jóvenes, para después venderlos y entregar ese recurso a los familiares de los desaparecidos. A su vez, realizó el concurso y exposición de cartel Justicia y memoria, con el tema de la desaparición forzada.
No ha escatimado tiempo y esfuerzos en encabezar una campaña para recabar un millón de firmas en rechazo al cultivo de transgénicos porque “contaminan nuestro maíz y, esto es herir el corazón de México”.
A pesar de los desencuentros con el gobierno estatal que le intervino las cuentas del Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca y multarlo con casi un millón de pesos, el pintor está firme en su apoyo a la construcción del Centro de Investigación en Matemáticas, una institución educativa proyectada para realizar proyectos de investigación relacionados con el aprendizaje de esta disciplina, en un terreno donado por el artista.
Fiel a su modo de vida, Francisco Toledo no acude a recibir reconocimientos, porque prefiere permanecer alejado del bullicio de los aplausos.