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Hoy es viernes, 22 de noviembre de 2024

Casi dos siglos antes de Charlie Hebdo

  Desde 1829 en Francia se editaban revistas de viñetas satíricas y caricaturas burlescas, como La Silhouette, La Caricature y Le Charivari, y también desde entonces fueron víctimas de la intolerancia.

Casi dos siglos antes de Charlie Hebdo

 

  • Desde 1829 en Francia se editaban revistas de viñetas satíricas y caricaturas burlescas, como La Silhouette, La Caricature y Le Charivari, y también desde entonces fueron víctimas de la intolerancia.

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Cuando se lee el nombre Caran d’Ache, se piensa inmediatamente en la marca suiza de lápices de colores. Son unos lápices, caros y sofisticados, que colorean un dibujo con una impecable uniformidad y además, si se humedece la punta del lápiz, el color adquiere el aspecto y la textura de una acuarela. La fábrica se estableció en Ginebra en 1915 y a partir de entonces los lápices se han ido diversificando hacia otros instrumentos de escritura como, por ejemplo, las plumas fuente que, según mi experiencia personal, tienen un punto perfecto, de un grosor canónico y un surtidor de tinta que no se atasca nunca. Supongo que la marca, al ser Suiza, ha heredado el rigor y la precisión que ha distinguido siempre al reloj cucú. He empezado estas líneas con la marca de los lápices de colores porque el nombre Caran d’Ache ha salido a la superficie, en la prensa francesa, a partir del atentado en las oficinas de la revista Charlie Hebdo; pero no lo ha hecho, como pudiera pensarse, por la obvia asociación entre dibujantes y lápices de colores, sino porque el original Caran d’Ache era un dibujante satírico que durante la segunda mitad del siglo XIX publicaba unos dibujos en la prensa francesa, en Lundi de Figaro, Le chronique parisienne y la revista Psst, que hubieran cabido perfectamente, por su nivel satírico y su vocación provocadora, en la revista Charlie Hebdo.

Caran d’Ache, que en realidad se llamaba Emmanuel Poiré, era nieto de un oficial de la Grande Armée de Napoleón Bonaparte, que fue herido en la Batalla de Borodino. La batalla es famosa porque aparece en la novela Guerra y Paz de Leon Tolstoi; fue una batalla multitudinaria que dejó miles de muertos y otros tantos heridos, entre los cuales se encontraba el abuelo de Caran d’Ache. Como la practicidad militar exige en ocasiones el abandono de los heridos que ya no pueden seguir el paso del ejército, el abuelo de Emmanuel se quedó ahí, malherido y medio enterrado en el lodazal, esperando a que lo socorriera un alma caritativa. Supongo que la mayoría de los heridos terminaban muriendo en el lodazal, pero este hombre tuvo la suerte de ser rescatado por un matrimonio que le facilitó las cosas para que se quedara en Rusia. Este oficial francés se quedó y con el tiempo formó una familia de la que, por algún motivo, en el año de 1858, ya solo quedaba un nieto, Emmanuele, que de mayor sería el dibujante Caran d’Ache. Al morir el abuelo, el nieto fue adoptado por una familia polaca, esta familia tenía una hija de la que Emmanuele se enamoró y con la que terminó mudándose a París, la ciudad que había dejado su abuelo cuando se enroló en el ejército de Napoleón.

Esto sucedió en 1877 y lo primero que hizo al llegar fue obtener su nacionalidad francesa, que le heredó su abuelo, y enrolarse en el ejército, pulsión que también le heredó su abuelo, pero como su talento para el dibujo y la sátira pujaba ya por salir se dedicó, durante los cinco años que le duró el ejército, a diseñar uniformes y más tarde a dibujar viñetas, todavía no muy sarcásticas pues se exponía a una corte marcial, en el periódico La vie militaire. Pronto sus dibujos salieron del ámbito castrense y comenzó a publicar, en las revistas que mencionamos más arriba, con el nom de guerre de Caran d’Ache, que viene de la palabra rusa karandash, que significa lápiz. Cuando su historial de caricaturista llegaba a su apogeo, Caran d’Ache dibujó una viñeta que provocó la ira y la condena de los ciudadanos biempensantes de París; a rebufo del escándalo del caso Dreyfuss, y a la par de Zolá que publicaba su célebre J’Acusse, dibujó dos viñetas, ciertamente inocentes, que lo metieron en un lío legal muy grave: en una se ve una familia numerosa cenando en la mesa pacíficamente; el pie de la caricatura dice: “No discutamos el caso Dreyfuss”. En la segunda se ve una golpiza, una melé de todos contra todos, y el mantel y los platos se han ido al suelo y se ve que las sillas han volado de un lado a otro de la mesa; en el pie puede leerse: “Lo discutieron”.