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Hoy es viernes, 26 de abril de 2024

Una ficción disparatada

'La subasta del lote 49', de Thomas Pynchon, comentada por Carlos Fonseca   CIUDAD DE MÉXICO En 1966, Thomas Pynchon (Nueva York, 1937) publicó La subasta del lote 49, una novela breve que, en opinión d

Una ficción disparatada

  • 'La subasta del lote 49', de Thomas Pynchon, comentada por Carlos Fonseca
  CIUDAD DE MÉXICO

En 1966, Thomas Pynchon (Nueva York, 1937) publicó La subasta del lote 49, una novela breve que, en opinión del escritor Carlos Fonseca (San José, Costa Rica, 1987), funciona bien “como puerta de entrada a la narrativa posmoderna estadunidense” — de la que Pynchon es uno de los mayores referentes— y, por su extensión “es perfecta para comenzar a entender por dónde va la locura de los posmodernos”.

Para el narrador costarricense- puertorriqueño, La subasta del lote 49 “concretiza a la perfección aquella magnífica frase del Ulises de Joyce: ‘La historia es una pesadilla de la que intento despertar…’ Como Gregorio Samsa en La Metamorfosis, Oedipa Maas —la protagonista de la novela— se despierta un día a una realidad más alucinante que los sueños: una realidad en la que la historia mundial se transforma en un laberinto de signos y de pistas que no parecen, sin embargo, llevar a ninguna parte”. “Pynchon lleva el proyecto iluminista hasta el límite, hasta ese punto en el que la razón –citando a Goya– produce sus propios monstruos. Siento que esa es la estructura adecuada para narrar el mundo en el que vivimos: un mundo que hace tiempo se nos escapó de las manos y produjo sus propias lógicas. Un mundo en donde el mundo de la ciencia, como bien sugiere Pynchon en sus libros, no está tan lejano del mundo del arte”. Y a propósito de la atracción que irradia la protagonista de la novela, Fonseca —a quien, como escritor, le “gustaría ser tan desquiciado como Pynchon, pero a la misma vez tan preciso”— considera que “todos tenemos algo de Oedipa Maas: todos soñamos despertarnos un día herederos de un vasto imperio. A todos nos seduce la idea de vernos envueltos en una conspiración histórica. A todos nos encantaría descubrir, tras el telón histórico, la trama de una historia secreta”. “Pynchon aprende de Kafka que la realidad tiene la estructura de la alucinación y que en el mundo moderno los eventos no tienen causas claras: el mundo moderno es disparatado como lo son los eventos que marcan la trama de las novelas de Pynchon. Oedipa Maas es, en este sentido, el Gregorio Samsa posmoderno: una mujer perdida entre los laberintos de una posmodernidad que ya no cree en el paso de la gran Historia”. Por otro lado, el autor de la novela Coronel Lágrimas (2015) está convencido de que “la memoria tiende a retener las casualidades: esos momentos en donde algo coincide sin razón aparente”, y así relata su primer encuentro con La subasta del lote 49: “Tendría 19 años cuando la leí. Para ese entonces yo andaba leyendo los libros de Ricardo Piglia y en alguno de ellos había encontrado su teoría de que la novela contemporánea estructura la realidad como un complot, a base de eso que Piglia llama la ‘ficción paranoica’.” “Recuerdo que, tal vez cansado, cerré el libro de Piglia y me fui a dar una vuelta por la librería de la universidad buscando algún texto distinto. Tal vez pensando que cambiar de idioma era cambiar de estilo, escogí el libro de Pynchon. Para mi sorpresa La subasta del lote 49 parecía un libro escrito por el propio Piglia: estaba repleto de conspiraciones, de circuitos paranoicos, de sociedades secretas. Parecía como si la obra de Piglia y la de Pynchon se hubiesen puesto de acuerdo para demostrarme que la realidad era, evidentemente, un sueño paranoico, repleto de vínculos invisibles”. Y respecto al sitio que ocupa el género de la novela corta en nuestros días, Fonseca concluye: “La novela corta convierte en realidad esa fantasía que tantas veces expresan los novelistas al momento de decir: ‘La novela surgió de una imagen’. La novela corta desenvuelve el secreto que se esconde detrás de una imagen: sus posibles ficciones. Tal vez por eso, hoy, más que nunca, la novela corta aspira a convertirse en el género predominante. Hoy día, cuando la cultura parece reducirse a imágenes, la novela corta se establece como el género preferido de una generación adicta a las imágenes y a las ficciones que de ellas se desprenden”.