CIUDAD DE MÉXICO Cuántas veces hemos escuchado decir que el monumento de la Estela de Luz bien podría ser una suavicrema, que el conjunto Calakmul en Santa Fe serviría como diseño de una lavadora o que la Torre Ar
Cuántas veces hemos escuchado decir que el monumento de la Estela de Luz bien podría ser una suavicrema, que el conjunto Calakmul en Santa Fe serviría como diseño de una lavadora o que la Torre Arcos Bosques es un edificio en forma de pantalón.
Los artistas Santiago Sierra (Madrid, 1966) y Yoshua Okón (Ciudad de México, 1970) se tomaron muy en serio una de estas ideas y construyeron un excusado que se apropia del diseño del Museo Soumaya de Plaza Carso.La idea salió hace un par de años cuando Santiago regresó a México y empezamos de nueva cuenta a vernos. En ese momento decidimos hacer una colaboración y este es el resultado”, cuenta Okón en entrevista con Excélsior.El Excusado (2016), que se exhibe a partir de hoy en el stand de la Galería Parque dentro de la Feria Zona Maco, en el Centro Banamex, es un retrete que toma el diseño y acabado del edificio proyectado por Fernando Romero en una escultura hecha de aluminio, fibra de vidrio y acero inoxidable con un sistema de desagüe que podrá ser activado por el público, igual que lo haría con un excusado convencional.
La pieza busca hacer una apropiación del Museo Soumaya como símbolo del poder empresarial. Hay toda una tradición en la historia del arte de obras que apropian elementos existentes para recontextualizarlos y resignificarlos. Ejemplos famosos y obvios son las cajas de jabón Brillo de Andy Warhol y el urinal de Marcel Duchamp”, recuerda Okón.El artista mexicano asegura que la obra sirve para hacer un comentario crítico sobre el comportamiento antisocial de algunos grandes empresarios. “Yo creo que el tema de los empresarios que acumulan fortunas tan increíblemente desproporcionadas (hace poco leí en El Economista que Carlos Slim tiene más dinero que el resto de todos los mexicanos juntos) es algo a lo que se le tiene que poner atención, ya que estas grandes riquezas tienen como trasfondo una enorme explotación tanto de humanos como del medio ambiente. La increíble desproporción en la distribución de la riqueza, que avanza a pasos agigantados, es sencillamente in-sustentable, es la raíz de muchos de los problemas que enfrentamos hoy en día, incluyendo la violencia, el crimen organizado y las migraciones masivas”. Y el caso de Slim, afirma Okón, no es aislado, “sino que es reflejo de un sistema político y social que permite algo así. Si no se hace algo al respecto nuestras estructuras sociales van a colapsar. Creo que a nivel mundial es importante enfocar la atención en la absoluta falta de regulación a las grandes empresas y al enorme costo social y ambiental que esto representa”. Desde Madrid, Sierra señala vía correo electrónico que los países, incluido México, “son explotaciones extensivas de ganado humano a beneficio de su clase institucional, empresarial y bancaria. Si cada mexicano decidiese unir sus fortunas para adquirir la de Slim sólo les llegaría para comprarle 70% de la misma. Eso lo dice todo. Mi postura como artista y como persona no difiere”. Pero la pieza también refiere críticamente la existencia del museo Soumaya que, según Okón, no tiene detrás un proyecto cultural solvente. “Ese museo es una broma, ese señor, pudiendo utilizar todo ese dinero para hacer proyectos sociales y culturales importantes, hace esa cosa que nada más termina alimentando su propio poder. No hay una verdadera vocación cultural ni de filantropía artística”. Sierra añade: “Estamos ante un hermoso objeto de coleccionista. Una vez adaptada la arquitectura del museo a su nueva función descubres que, como excusado, el Soumaya es un excelente diseño que muchos querrán tener en su hogar. Un objeto con un innegable valor simbólico añadido”. Cuestionados sobre la posibilidad de presentar un proyecto crítico dentro de una feria de arte, Okón asegura que El Excusado se puede considerar como una obra de sitio específico: “La pieza toma en cuenta la especificidad del sitio donde se presenta. Hace referencia a cómo la cultura del consumo ha penetrado el medio artístico a tal grado que el discurso y el contenido en el arte frecuentemente pasan a un plano secundario o inexistente. Es decir, de cómo el medio del arte funciona cada vez más con una lógica empresarial, viéndose afectada la integridad de las obras. El Soumaya es un perfecto ejemplo de esta situación.” Sierra concluye: “Más que una crítica articulada como tal, esta pieza es más bien un esperpento de Valle Inclán adaptado a nuestro peculiar aquí y ahora. El Soumaya es la apoteosis del mal gusto, es un ofensivo monumento a la plutocracia más aterradora”.